Leyla Sterne
—Hoy es tu último día pisando esta prisión —su voz aparece tras de mi.
Simon y yo hemos vuelto a la iglesia después de meses de escapar del pueblo.
La iglesia ya no es la misma. No es más que ruinas y restos de paredes. El lugar donde crecí ahora es un pueblo fantasma. Demasiado apagado y roto. Silencioso y asfixiante. Eso es en lo que se hubiera convertido mi vida si Simon no hubiese pisado nunca este lugar.
Camino con cautela sobre los escombros. Las ventanas están rotas, cubiertas por las viejas enredaderas del jardín que tienen tiempo sin cortar. Al llegar al altar, mis ojos se abren de sorpresa al ver mi viejo piano. Sigue vivo, quemado, y hecho un desastre, aún logra mantenerse. Como si se aferrara a este lugar con lo poco que le queda.
Observo a mi alrededor y una corriente de recuerdos me golpea. Al igual que la necesidad de eliminarlos todos y crear uno mejor en este lugar.
—Aunque la mayoría de mis recuerdos aquí son malos...—comienzo, a la vez que paseo un dedo sobre la tapa vieja del piano— supongo que hay algunos buenos.
Simon me examina de arriba a abajo, la sonrisa que aparece en su rostro me da una idea de lo que puede estar pensando.
—Podemos crear un mejor recuerdo.
Se acerca a mi y toma mi cuerpo entre sus brazos, hasta posarme sobre el piano.
Sus manos se clavan en mis muslos y mi piel se deshace por su contacto. Mi respiración se desata y mis ojos se concentran en cada uno de sus movimientos.
—¿Cómo piensas hacerlo? —indago, la curiosidad desbordando de mi voz.
Lo veo extender una sonrisa pecaminosa. Me habla con tan solo un gesto. Sus manos se sumergen bajo mi vestido y sus labios se acercan a los míos.
—Puedo hacer un mejor recuerdo de este lugar para ti, ¿me das permiso? —susurra. Su voz arde contra mi piel y mi cordura se tambalea.—Por favor... —ruega, con los labios besando mi cuello.
—Entonces hagamos un mejor recuerdo de este lugar.
Mis palabras son como el impulso que le hacía falta. Me toma del cuello con fuerza y estampa sus labios contra los míos. Todo se vuelve borroso. No me importa donde estamos, incluso si alguien puede llegar a vernos.
Su boca saborea la mía y mis manos lo tocan, lo tocan con ansias y hambre. Con un sentimiento insaciable que solo él es capaz de llenar.
—Hay tantas cosas que quiero hacerte sobre este piano. Justo ahora —hambriento, mordisquea la piel de mi cuello—. Quise hacerlo desde la primera vez que te vi tocar y entonces pensé en lo jodidamente bueno que sería tomarte justo sobre él.
Mis manos abrazan su piel, mis caderas se mecen cerca de su cuerpo y el calor crece como una llama ardiente, incapaz de apagarse y que llena el lugar a medida que avanza. Mi cuerpo lo pide a gritos porque la idea no me disgusta.
—Entonces tómame aquí —pido con una sonrisa.
Sus ojos se oscurecen, un gemido desesperado se escabulle de su garganta y antes de que pueda hablar, me acerco para ser yo quien vuelve a besarlo. Mis labios reclaman los suyos y mi cuerpo se frota contra él, siento el bulto de sus pantalones y eso provoca más calor. Más necesidad.
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Forgive Me
RomanceDonde la verdad es el camino a la salvación, Leyla Sterne, una devota mujer criada en las estrictas creencias de su iglesia, se ve desafiada cuando Simon Romanov, un enigmático ex-militar, llega al pueblo. A medida que su encuentro florece, se desp...