LEYLA STERNE
—No estés nerviosa, todo saldrá bien—me asegura con una palmada en el muslo.
El viento entra por la ventana y acaricia mi rostro con una brisa tranquilizadora. Hoy será una tarde especial: es el cumpleaños de la madre de Simon.
Gracias a Avery, he logrado tener el día libre. Así que ahora estamos en camino. Simon me contó que su madre celebra su cumpleaños hoy y que le gustaría que yo estuviese allí.
A pesar de los nervios que me hacen sudar, no podía, ni quería, decir que no. El sudor frío se me acumula en la cuello y me recorre la espalda, De pronto siento una en mi frente, o si no, alguna otra me recorre la piel bajo la blusa de algodón que llevo puesta. Porque, hay otro detalle. Hoy he llegado a la casa de Simon, y me he dado cuenta que ha hecho un pequeño espacio en su closet con ropa casual de mi talla.
Había de todo: jeans, blusas, abrigos. Me sorprendió tanto que casi estallo de emoción.—No era necesario—le había dicho, conteniendo la emoción.
—¿Y dejar que tu amiga siga prestándote ropa? Para nada—dijo, sacudiendo la cabeza—. Esto es solo un comienzo. Te prometo que pronto tendrás un armario entero solo para ti.
No pude evitar sonreír como una tonta.
Pasé al menos hora y media intentando buscar qué ponerme. Él simplemente se sentó en el borde de la cama mirándome cambiarme una prenda y otra. Hasta que al fin me decidí por una blusa suelta blanca, y unos vaqueros claros.
Me reacomodo el cabello por tercera vez. Hoy también lo llevo suelto.Me concentro en el paisaje boscoso mientras Simon conduce y luego me giro hacia él.
—¿Y si no le caigo bien?—pregunto, temerosa.
¿Qué pasa si piensa que soy molesta? O si cree que no soy bonita, y en su mente piensa: ¿Esto fue lo mejor que pudo encontrar mi hijo? ¿Y si le parezco irritante?
—Le caerás bien—interrumpe su voz, alejando mis pensamientos. Una ola de aire entra por su lado y el aroma de su colonia me envuelve.— Ignora lo que esa cabecita tuya te diga. No hay posibilidad de que no le agrades. Te lo juro.
Suspiro.
—Vale, pero... no llevo ningún regalo. ¿No es de mala educación?
Él sonríe ligeramente y niega con la cabeza mientras mira hacia la carretera. Hace un giro en U y los músculos en su brazo se tensan sobre el volante. Trato de ignorar el efecto que esa pequeña acción tiene en mí.
—No le gustan mucho los regalos, prefiere la compañía. Deja de preocuparte, bonita. Todo saldrá bien.
Su contacto sobre mi piel me reconforta, así que evito sobrepensar. Mientras conduce, le hablo de mi semana, especialmente del refugio, que es lo que más disfruto en el pueblo. Adoro a los perros, aunque a veces recojo gatos o aves heridas. Con estas últimas, suelo curarlas y luego las libero. Odiaría tener a un animal que nació para volar, en una jaula. También le cuento sobre el nuevo plato que madre Aurora me enseñó a cocinar la semana pasada. Él escucha pacientemente.
Me percato de que hemos salido del pueblo cuando los edificios empiezan a ser más visibles. Todo se ve más alegre y hay muchísima gente. Aún no sé dónde vive exactamente su madre, pero sospecho que estamos cerca.
Simon se detiene en una gasolinera para recargar el auto y luego reanudamos el viaje. El sol está en su punto ideal: son las tres y treinta y cinco de la tarde, lo sé porque lo veo en el radio del auto. He revisado la hora unas diez veces, ansiosa por conocer a la señora Romanov.
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Forgive Me
RomanceDonde la verdad es el camino a la salvación, Leyla Sterne, una devota mujer criada en las estrictas creencias de su iglesia, se ve desafiada cuando Simon Romanov, un enigmático ex-militar, llega al pueblo. A medida que su encuentro florece, se desp...