CAPÍTULO DIECINUEVE

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SIMON ROMANOV

—Me importa una mierda cómo lo hagas. Te vas a ir del pueblo. Quiero que desaparezcas, porque si vuelvo a verte, no quedará rastro de ti. —Le doy otro golpe en el rostro, sin preocuparme por dónde caiga. La sangre brota por todas partes. Tengo los nudillos ensangrentados y he perdido la cuenta de los golpes que he dado.

Landon. Maldito imbécil. Ha sido él. Quería hacerse el inteligente, pero para su mala suerte, se ha topado con quien no debe. Le ha hecho daño a Leyla, y eso no se lo perdono a nadie.
Es escoria, basura. Por eso me importa poco lo que estoy haciendo. Si pudiera, le desfiguraría el rostro en este preciso momento, pero tengo algo de compasión y no puedo hacerlo más feo de lo que ya es.

—Yo no... no se las envié a Luisa —lloriquea bajo mi agarre. Está aturdido y apenas puede abrir los ojos. Escupe sangre y unas gotas me salpican la mejilla. Eso me enfurece aún más, así que, amablemente, mi puño vuelve a abofetear su rostro.

—¿No? ¿No has sido tú? —Me burlo, sintiendo solo odio—. ¿Entonces quién? ¿Tu mami? —Él se estremece, mareado.

—No lo sé, Simon. Sí, yo las tomé. Lo admito —da una bocanada de aire antes de continuar, y mi paciencia ya se agota. Estoy casi seguro de que se ha orinado encima—. Pero no las he enviado a Luisa, jamás le haría eso a Leyla.

Tiro de su camiseta, acercando el desastre sanguinolento en el que he convertido su rostro.

—Harás lo que te digo. Te dejaré pasar esto por ahora. Te irás y no quiero volver a verte en el pueblo —amenazo, apretando el agarre. Incluso podría oler su miedo si eso fuera posible—. Si me entero de que has sido tú quien envió las fotos, créeme, no habrá lugar en el mundo donde puedas esconderte. Si has sido tú, prometo ser bastante creativo —sonrío con sorna, y él se agita. Cuando lo suelto, cae al suelo como la maldita rata que es, tambaleándose al levantarse antes de huir.

Es mejor que lo haya hecho. Y espero que siga lo que le he pedido.

Maldito. Imbécil. Tomó la foto como si Leyla fuera un espectáculo para él. He revisado las cámaras del club y, ¡sorpresa! Landon, ese cabrón, estaba escondido tras los botes de basura, y las cámaras capturaron el momento en que el bastardo tomó la foto con su móvil.
Según su patética historia —mi sangre hierve y mi rostro se calienta solo de recordarlo—, no supo inventar una mejor excusa para sus padres sobre el no querer casarse con Leyla, más que decir que ella está con alguien más. Obviamente, sus padres no le han creído y, por obra del maldito destino, el mismo día en que Leyla vino con sus amigas, él estuvo aquí con su pareja, y en el momento en que Leyla y yo nos besamos, tuvo la oportunidad de tomar la foto comprometedora.

Juró que no había sido él quien las envió a Luisa. Supuestamente, a la mañana siguiente lo asaltaron cuando regresaba de hacer unas compras y le robaron el móvil. Si eso es cierto, me han puesto una tarea extra, porque significa que hay alguien más queriendo perjudicar a Leyla, alguien que se tomó el tiempo de imprimir las fotos y, sobre todo, enviárselas a Luisa.

Luisa.
La odio y detesto solo de recordarla.

Me llevo los dedos a la sien, aún manchados de sangre seca. Regreso a mi auto, donde estuve hace un rato, esperando que Landon se pasara cerca para tener una conversación muy cariñosa con él. Saco unos Kleenex de la guantera y limpio mis manos. Me acomodo el cabello hacia atrás y me dirijo a casa.

Al llegar, me doy cuenta de que la luz de la habitación está encendida; lo más probable es que Alexei siga despierto.

El caso.
Me ha dejado helado.
Sterne. El apellido del hombre es el mismo que el de Leyla. No quiero ser paranoico; es un apellido, puede tenerlo mucha gente. Aún así, la incertidumbre se instala en mí con sus posibilidades.

Aún no he podido averiguar más, hay ciertos datos confidenciales y Ale se toma muy en serio esos asuntos. Por mucho que sea amigo suyo, si es confidencial, no dirá nada.

Lo respeto, pero me da curiosidad. También podría investigar por mi cuenta si quisiera. Era bueno en eso antes de mi retirada; llevé mucha práctica, así que podría, simplemente... rebuscar un poco.

Bajo del auto, lo estaciono y entro a casa, dejando caer mis hombros. Estoy agotado y necesito ducharme. Mis pasos resuenan pesados sobre la madera del interior. Llego a mi habitación y encuentro a mi amigo tumbado en mi cama, profundamente dormido.

También está agotado. Suspiro, y entonces los documentos esparcidos por toda mi cama captan mi atención. Podría tomar alguno, casualmente, leerlo un poco y... averiguar algo.

No. A Ale no le gustaría. Se molestaría mucho.
Dudo unos segundos y me acerco, haciendo un gesto con la mano sobre su rostro para asegurarme de que sigue intensamente dormido.

Lo está. Hasta ronca. Mi moral vacila por un segundo y luego regresa. Lo pienso una y otra vez. Vigilo a Ale un par de veces para confirmar que sigue en sueño, y cuando finalmente me decido, tomo los papeles.

En teoría, se ha dormido sobre ellos con la información a la vista de cualquiera; técnicamente, podría leerlos si me acercara lo suficiente.

Tomo un par y camino hacia el sofá de la sala. Me siento y hojeo el primer documento. Hay información regada por todas partes, y sé que Ale me mataría si se entera de que he tomado información confidencial de su trabajo. Pero la idea de que el padre de Leyla pudo haber sido militar, haber estado en el mismo grupo que nosotros hace unos años. El hecho de que pudo haber sido compañero de mi padre, me genera dudas. Desde niño no he sido alguien que aprende a quedarse con la incertidumbre; siempre averiguaba todo, siempre sabía todo.

Leo el historial, enumerado y en orden. Primero describe la desaparición de una mujer, ocurrida hace veinte años. La información ha sido proporcionada por su madre, quien, años después de que la policía la declaró muerta, asegura haberla visto. Al principio no se le tomó en serio, ya que la supuesta "mujer desaparecida" fue reportada como muerta. Aseguran que su cadáver fue encontrado en el bosque Krivinskiy, en Rusia.
Rusia. Estamos demasiado lejos. Y nada tiene sentido.

La cuestión es que, después de eso, su madre quedó demente y juraba que seguía viva, que esa no era su hija, aunque las pruebas de ADN lo confirmaban. Su caso se cerró hasta ahora, que, gracias a Alexei, se ha reabierto. Es muy meticuloso con estos asuntos, y lo entiendo.

La madre perjura que la ha visto. También incluyo que los últimos meses ha recibido amenazas de muerte, y el último mensaje fue un sobre con la foto de su hija, brutalmente golpeada y atada en un sótano, del cual no se dan detalles. Todo está escrito.

Aunque no hay detalles de la mujer, sí se ha encontrado una foto. Rebusco entre los documentos y lo que veo me deja perplejo: el mismo cabello, las mismas pecas. Esos ojos.

Es igual a Leyla. Eso no es todo; en la última página, se asegura que la mujer también tiene una hija, y al final del sobre hay una foto de Leyla merodeando por el pueblo.
La sangre se me hiela al pensar que pueda estar en peligro. No puedo quedarme de brazos cruzados, no puedo permitir que alguien le haga daño.

Forgive MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora