SIMON ROMANOV
—Es su cumpleaños, tenemos que hacer algo. —se queja Alexei—. Además, podrías invitar a Leyla y, tal vez, pueda averiguar algo sobre el caso, porque hasta ahora no he resuelto nada.
—No voy a permitir que la uses como carnada. —dejo mi cigarrillo en el cenicero y miro a mi amigo—. Por cierto, olvida lo de obtener información a través de ella. Cuanto más alejada esté de todo, mejor. Aun así, te ayudaré con el caso porque aún necesito saber quién ha tomado las fotos.
Alexei suspira y se tumba en el sofá, mirando su portátil.
Han pasado dos semanas desde la última vez que Leyla vino a casa. Dos semanas desde aquella noche maravillosa en mi habitación. Dos semanas desde que la vi tocar con ese vestido puesto. Desde que me desmoroné frente a ella. Lo hice, se lo conté, y ella sigue eligiéndome.
Me elige tanto como yo la elijo a ella.Aunque no la he visto más allá de breves encuentros en la iglesia durante los pasados fines de semana. Intercambiamos algunos mensajes, pero no demasiados.
Afortunadamente, nadie más sospecha de nosotros, porque eso podría meterla en problemas. Otro asunto es que Luisa tiene muy buena suerte, ya que no me he cruzado con ella.
El domingo pasado fui a la iglesia, hablé con Leyla y logré mantener una corta conversación con su padre. Hablamos de cosas cotidianas y de mi estancia en el pueblo. No hubo señales de que sospechara de mi relación con su hija, aunque sí detecté cierto recelo y desconfianza en su manera de hablarme. Era evidente que no le agradaba a la mayoría de los habitantes de aquí. Me daba igual, mientras Leyla siguiera conmigo.
Quería intentar sacar algo sobre su padre, sobre su pasado, pero hay algo demasiado extraño en él. No parece un hombre que haya estado en el ejército. No muestra ninguna señal de ello, ni en su forma de hablar ni en su manera de moverse. Es la de un hombre común. Y no entiendo cómo alguien que estuvo en un campo así terminó siendo el padre de una iglesia.
Es muy—quiero decir, bastante—ilógico. Tiene un cierto parecido físico con Leyla, en sus rasgos, en las pecas y otros detalles, pero si la investigación es cierta, sumando toda la información: la mujer desaparecida sí es la madre de Leyla. Sigue viva y ese insignificante padre sí fue militar.
Todo puede ser posible, al mismo tiempo que parece irreal. Por eso, Alexei se ha estado rompiendo la cabeza con el caso.Anoche lo escuché quejarse durante dos horas seguidas al teléfono con su compañera Sloane. Se llevan muy mal y cada vez la soporta menos, aunque no entiendo su rivalidad. Lo que sé es que estos tres días que se ha quedado en mi casa no me ha dejado dormir. Siempre está al teléfono o me despierta el sonido de la cafetera porque se levanta unas diez veces cada noche a prepararse café. Además, desde ayer ha insistido en hacer algo para el próximo viernes: el cumpleaños de mi madre.
A ella no le gusta los lugares ruidosos ni las multitudes. Alexei se ha empeñado en preparar algo pequeño en su casa—pequeño, significa: él, mi madre y yo. Ah, y también quiere que invite a Leyla. Sé que no dejará el tema porque suele ser bastante persistente.
—Está bien, hablaré con mamá y te aviso. —suspiro, frotándome el puente de la nariz.—. Ahora, debo ir a trabajar, así que no quemes la casa. —Alexei sonríe y asiente. Cojo mi chaqueta, las llaves del coche y me dirijo al club.
—
—¿De verdad se lo ha pasado bien? ¡Dios, me alegro muchísimo! —Avery alza la voz para hacerse oír. Ha vuelto al club junto a Mara, la tercera amiga del grupo. Para mi mala suerte, Leyla no ha venido. Mara se ha ido a merodear por allí, así que Avery ha logrado sacarme plática, hablándome de Leyla, por lo que le he contado sobre la última vez que salimos.
Deja la pista de baile y se acerca para no tener que gritar debido al volumen de la música. Camina agitada, con grandes pasos.
—Perdona —jadea—, ahora sí. Decía que me alegra mucho y te agradezco todo lo que haces por mi amiga —sonríe con gentileza.
Le devuelvo el gesto.
—Si no hubieras ayudado, ni siquiera hubiera podido salir de casa —le agradezco.
—Ya ves, siempre me las ingenio por mi amiga —dice con orgullo—. Estamos esperando un par de días para volver a pedir permiso, ya sabes que no puede salir así por así.
Se me ocurre una idea.
—Te pido otro favor a cambio de que todo lo que pidas en la barra sea gratis —me ofrezco. Sus ojos se abren y el cabello rizado se menea cuando asiente con la cabeza.
—Claro, dime.
—Necesito que esté libre el viernes —le pido—. Es algo especial y me gustaría que ella estuviese allí. ¿Podrías hacer que le den permiso?
Avery sonríe de oreja a oreja.
—¡Por supuesto, cuenta conmigo! —Vuelve a perderse en la pista y la veo coquetear con un chico con el que la vi la última vez. Pide un par de tragos que luego cargan a mi cuenta, pero no me importa. Gracias a su amiga, puedo ver a Leyla y por eso mismo, la otra noche pasé el mejor momento de mi vida. Ver a Leyla tocar el piano frente a cientos de personas es algo que clasificaría como glorioso. Un recuerdo que quiero guardar toda la vida en una caja de cristal.
Un rato después, mi turno termina y me dirijo a la barra para pedir algo de beber y despejarme de ese ambiente. Es cuando me reencuentro con Avery de nuevo. Está concentrada en la pantalla de su celular y muestra un gran gesto de molestia.
—No me digas, ya van tres —se queja, y cuando levanta la mirada, da un respingo al verme—. Joder, ¿siempre te apareces de repente?
—¿Sucede algo? —pregunto, dando un sorbo al vaso de agua helada que me entregan.
—Mira esto —me muestra la app de taxis. No había ninguno disponible—. Mara se ha ido con quien sabe quién y me ha dejado aquí. Hace media hora estoy esperando un taxi y todos cancelan porque según estoy lejos —gruñe y se frota la frente.
—¿Qué pasa con el chico con el que estabas? —dejo el vaso justo a mi lado.
—Se ha ido —dice con desilusión—. Dijo que debía llegar temprano a casa.
Es entonces cuando veo la salvación: Troy, mi compañero de trabajo.
—Hey, Troy —le llamo. Él se dirige a mí y me saluda con normalidad, al igual que lo hace con Avery. A ella le brillan los ojos al verlo. Observando su piel morena, que contrasta con el uniforme, y su cabello castaño oscuro atado en una coleta.
—¿Qué pasa? ¿Terminó tu turno también? —sonríe palmeando mi hombro. Yo asiento.
—¿Sabes? Un idiota la ha dejado botada, al igual que su amiga. ¿Crees que podrías llevarla a casa? No vive muy lejos, realmente —me dirijo a Avery—. ¿Te irías con él? Llegarás sana y salva, te lo aseguro.
—Solo si él quiere, por mí está bien —Avery acepta. Troy confirma que sí.
Sé que es de fiar y no enviaría a Avery con cualquier imbécil.Me despido de ella y la veo salir muy contenta junto a mi compañero de turno. Voy a la oficina del jefe a recibir mi paga. Cuando me dirijo a la salida, aún hay muchísima gente.
Llego a mi coche y me tumbo en el asiento. Algo blanco y brillante llama mi atención en medio de la oscuridad del auto. Es una nota. No dudo en tomarla y abrirla:
"No olvido lo que hiciste.
Antes eras el único pero si tu amigo sigue interponiéndose, lo próximo que recibirás en tu buzón es su cabeza en una caja.
Vas a pagar con creces lo que hiciste. Y lo harás con lo que más te duele."

ESTÁS LEYENDO
Forgive Me
RomanceDonde la verdad es el camino a la salvación, Leyla Sterne, una devota mujer criada en las estrictas creencias de su iglesia, se ve desafiada cuando Simon Romanov, un enigmático ex-militar, llega al pueblo. A medida que su encuentro florece, se desp...