Simon Romanov
Leyla va a matarme. Definitivamente, esa mujer va a hacer que muera.
Dos semanas han pasado desde aquella noche. Después de el momento en que, al fin, sentí que alguien, por sobre toda la basura, me elegía a mí.
Leyla me elige. Ella me elige. A partir de entonces, nos hemos estado viendo bastante seguidos por las noches, cuando no tengo que ir a trabajar.
No nos hemos separado ni un solo momento. De hecho, solo basta estar a solas un segundo para que acabemos juntos de nuevo. Con ella entre mis brazos, enredando sus dedos entre mi cabello. Mis manos, rodeando la piel desnuda de su cintura, y sus ojos clavados en los míos.
No soy capaz de olvidar cada detalle, porque se hace presente en todo segundo. La manera en que me tocaba, como yo la tocaba. Sus dedos sobre mi piel, mis labios explorando su cuerpo. Ella aferrada a mí como si ambos fuéramos lo único que existía en esos momentos. Leyla, al fin, sintiendo y viviendo todo aquello que tanto le han prohibido.Por otra parte y sobre otra situación. Las mañanas también me he dedicado a ayudar a Alexei con el caso. Por suerte, hemos recolectado bastante información. Le he contado de la nota; pensé incluso que llegaría a preocuparse. Para mi sorpresa, su única reacción fue soltar una carcajada.
—¿Realmente cree que puede hacerle algo así a alguien como yo?—había dicho—Lo mataría antes de que fuese capaz de dar el primer paso. Creo que no tiene idea de todo lo que hemos pasado.
Y es verdad. Alexei era demasiado ágil. Sabía escabullirse y salir limpio de todo. Lo hacía muy bien. Jamás había fallado en alguna misión.
Ahora estamos en el comedor de mi casa, adjuntando cada dato posible. Enlazando todas las piezas, la historia va algo así: La mujer desaparecida, en realidad, sigue viva y el cuerpo que encontraron no es compatible con las pruebas de ADN. Y, la mujer de las fotos, muy probablemente, sí sea la madre de Leyla. Es lo más obvio, debido a que alguien la está espiando también. Lo que quiere decir es que no solo hay alguien por ahí dejándome notas, sino que esa misma persona tiene a una mujer secuestrada. La madre de Leyla. Y, que probablemente también quiera hacerle daño. En los informes, decía que el esposo de la mujer, quien había estado también en el servicio militar, había muerto hace años en la guerra. Pero, ¿y si no? ¿Y si realmente sigue vivo? ¿Si ese hombre de la iglesia es verdaderamente el padre de Leyla y ha secuestrado a esa mujer —en todo caso, su esposa— y la tiene oculta por alguna razón, y, ahora quiere hacerle daño?
Hay demasiadas preguntas. Es un rollo bastante extraño, pero nada imposible para Alexei. Yo, en realidad, soy mejor en un área de combate más que de investigación, pero algo he ayudado a todo esto.—Necesitamos obtener información lo más antes posible —dice como última observación y recoge los documentos de la investigación, guardándolos en un sobre—. Lo he pensado y, si ese padrecito tiene algo que ver, necesitamos sacarle respuestas. No será tan fácil por lo que veo, así que habrá que hacerlo a la fuerza.
Suspiro antes de hablar:
—¿Qué propones?
— Capturarlo, llevarlo a un lugar alejado y sacar toda la información posible —dice sin más.
— ¿Secuestrarlo?—Frunzo el cejo. En realidad, y con lo poco que he hablado con el padre de Leyla. Sé que es alguien al que no serviría de nada acercársele de manera amable. Y, aunque podría preguntarle a Leyla, ya no quiero que esté metida en esto. De hecho, hasta he pensado en contarle, pero Alexei me lo ha prohibido. Por lo tanto, he ayudado de Avery para vigilarla y asegurarme de que esté bien.
—No vamos a lastimarlo —asegura—. Es solo hacerle preguntas, y asustarlo un poco si no quiere cooperar. Nada que no hayamos hecho antes.
Escucho con atención el plan de Ale, y como de costumbre, termino aceptando.
Solo quiero proteger a Leyla, y esta es la única razón por la cual acepto.
Ale lo sabe.—
— ¿Traes todo? — Ale se sube al auto con prisa y guarda su arma en la guantera. Una Walter, P99. Clásico.
Yo asiento. Llevo una igual escondida en el dobladillo de mi pantalón.Hemos pasado alrededor de dos semanas estudiando la rutina del padre de Leyla. No suele salir demasiado. A excepción de los viernes y miércoles por la noche, cuando sale de su hogar para verse a escondidas en casa de una chica. A decir verdad, no me sorprende que alguien como él haga algo así. Este tipo de gente es la que esconde peores secretos. Lo que sí me saca un poco, es que se ve con una chica que podría tener la edad de Leyla. Podría ser su padre.
Vaya sorpresa.
La visita después de las once, sin falta. Hoy es miércoles y lo hemos seguido desde que salió de casa. No le queda muy largo; en realidad solo debe caminar un par de cuadras hasta llegar a una enorme color musgo, donde toca el timbre. Al poco tiempo le abre la chica; desde acá no logramos identificar su rostro. Dura alrededor de media hora, y luego sale con la camiseta a medio abotonar, el cabello desordenado y una que otra marca de labial en la mejilla. Alexei sale del auto y se esfuma tras un arbusto. No hace falta hacer demasiado. Él camina distraído, mientras se abotona la camisa. La oportunidad perfecta para que Ale lo acorrale del cuello. No le da ni tiempo para gritar cuando lo noquea con el arma, dejándolo inconsciente. Se ha puesto el pasamontañas y es de noche, así que es poco probable que alguien nos vea.Ale se apresura a cargarlo como si de un costal de papas se tratase y recostarlo en los asientos de atrás.
—No pensaba que sería tan fácil —se burla mi amigo al subirse. Deshaciéndose de su pasamontañas y secando el sudor en su frente—. Estaba tan distraído. Ya sabes, el efecto de cuando acabas de follar, supongo.
Echo un vistazo al costal de papas de atrás, y, en efecto, no hay señales de que vaya a despertar pronto.—No creo que vaya a despertar en un buen rato—arranco el auto y nos pongo en marcha. Manejo al menos dos horas, hasta llegar a una zona boscosa, a las afueras del pueblo.
Las gotas que golpean las ventanas avisan que una tormenta se aproxima, así que me apuro hasta que entramos a un camino de piedra, dentro de los árboles, hasta dar con una vieja cabaña. Estaciono justo al frente y mi amigo se apresura a bajar.
—Yo abriré y tú lo traes a él—me informa. Yo asiento y lo observo dar pasos rápidos hacia la puerta. Me bajo y me dirijo a los asientos traseros, para cargar sobre mi hombro con aquel cuerpo inconsciente.
En realidad, pesa más de lo que parece. Camino con mis botas sobre el césped húmedo, que cruje cada que avanzo. Cuando llego al viejo umbral de la cabaña, Ale me ayuda a cargarlo. Tenía absolutamente todo calculado y planeado. Lo llevamos al interior.
Conozco este lugar muy bien. Ale lo sienta sobre una silla de madera que ha tomado de la cocina, y lo ata a ella con agilidad en menos de dos minutos.—Cierra la puerta y apaga las luces —me indica y no dudo en hacerlo. Dejamos solo una pequeña lámpara que alumbra débilmente la mitad de la habitación. Cuando todo está preparado, esperamos. Esperamos. Y esperamos.
Hasta que luego de varios minutos abre los ojos. Apenas agarra consciencia de nuevo, abre la boca para gritar, pero el sonido sale ahogado cuando mi amigo le apunta en la frente con el arma.—Una sola palabra que no sea una respuesta a alguna de mis preguntas, y te vuelo la cabeza —le dice con frialdad.

ESTÁS LEYENDO
Forgive Me
RomanceDonde la verdad es el camino a la salvación, Leyla Sterne, una devota mujer criada en las estrictas creencias de su iglesia, se ve desafiada cuando Simon Romanov, un enigmático ex-militar, llega al pueblo. A medida que su encuentro florece, se desp...