CAPÍTULO SEIS

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Leyla Sterne

Detesto sudar.
Las gotas frías, producto de mis nervios caen sobre mi frente eliminando cualquier rastro del poco maquillaje que se me ha permitido llevar.

Después del sofocante encuentro que tuve con Simon hace tres días, y escuchar sus insinuaciones—que no me he podido sacar de la cabeza—. Hoy conoceré a la familia de Landon, el chico de la iglesia con el que intentan casarme.

Sí.
Casarme.
No es la primera vez que pasa algo así.
Hace un par de meses lo intentaron con el hijo de un amigo de mi padre, pero se mudaron del pueblo debido a un contratiempo.

Landon me agrada, es chistoso y su cabello rizado me parece tierno.
Pero no me gusta.
No me veo siendo su esposa.

Sobre todo porque Mara y Avery juran que es gay.
Él dice que está interesado en pretenderme y a madre Luisa le han brillado los ojos cuando lo supo, por lo que organizaron una cena para presentarme a sus padres.
Si esto sale bien...

Dios, por favor que no salga bien.

—Calma los nervios, va a irte genial, pero si sigues sudando arruinarás el maquillaje—la dulce voz de madre Aurora me saca de mi cabeza, al mismo tiempo en que desliza borla con polvo sobre mi piel.
Yo solo puedo mirar mi reflejo en el espejo del tocador, sobre pensando que no quiero esto.

—Lo siento, es solo...no puedo evitarlo.

—Tranquila—me acaricia la mejilla con suavidad—. Confío en ti.

—Leyla—la voz de madre Luisa se asoma por la puerta de la habitación—. Baja ya, los señores Clinton han llegado.

Suspiro para liberar tensión y me levanto del asiento.

—Hazlo bien, recuerda lo que te he enseñado—dice cuando estoy a punto de salir. Su voz es firme y estricta, dándome a entender que no es un «tal vez» el hecho de que las cosas salgan bien, sino que es una orden.

—Sí, madre—respondo. Tragándome toda la ansiedad, antes de bajar al piso inferior.

Camino y parece que cada paso que doy me acerca más a mi final. A una atadura eterna.

Perdóname, Señor, si estoy equivocada.

La madera cruje bajo mis pies, mis piernas se tambalean como si supieran mi destino y las voces del primer piso cada vez se oyen más claras.

Hasta que estoy allí, frente a los padres de Landon.
Helada por dentro.

—Oh, pero sí estás hermosa. Hola querida...—me saluda la señora Clinton. Yo fuerzo una sonrisa.

Los ojos del señor también están clavados en mí como los de su hijo.

Quiero huir.

—Señorita Sterne—habla ahora él, con una reverencia respetuosa.

—Es un gusto verlos—creo que me duelen las mejillas de fingir felicidad—Por acá, la cena está lista.

Los guío a la mesa donde cada uno tiene su asiento asignado. Tengo a los señores en frente, y a Landon a mi lado. Mi padre se encuentra a un costado del lado izquierdo.
Si pudiera verme a mí misma, juraría que estoy chorreando en sudor.

La conversación fluye a mediados que la cena avanza, el señor Clinton y mi padre hablan de negocios y la iglesia, mientras que Landon no me saca los ojos de encima.
En este preciso momento, quisiera tomar mi tenedor y sacarme los míos para no ver todo esto.

—Yo... quisiera pedirle permiso para cortejar a su hija—Landon se aclara la garganta y continúa hacia mi padre—. Sería el hombre más cuidadoso con ella y pronto quisiera pedir su mano para convertirme en su esposo

Forgive meDonde viven las historias. Descúbrelo ahora