PRÓLOGO

7.9K 563 29
                                    


3 meses antes...
Simon Romanov

—Deja el uniforme y toma tus cosas, el autobús te llevará al centro en menos de media hora—me dice el comandante con voz ronca, mientras tira su cigarrillo al basurero tras darle una última calada—Fuiste uno de los mejores.

—Nunca te olvidaré, lo sabes, ¿verdad?—sonrío con nostalgia—. Tú también fuiste increíble.—le doy un golpecito amistoso en el hombro y él me devuelve la sonrisa.

Me doy la vuelta y salgo de su oficina. Mientras camino hacia mi habitación para recoger mis cosas, echo un último vistazo a las habitaciones de mis antiguos compañeros. Mis hermanos. Por fin puedo retirarme, he cumplido con mis años de servicio militar. Años en los que he aprendido, hecho y visto cosas de las que nunca se debería hablar con nadie.

Es entonces cuando caigo en cuenta de que jamás pisaré este lugar de nuevo. No todo aquí ha sido malo. Tengo recuerdos atesorados, cosas que me hacen sentir orgulloso y me recuerdan que he superado mucho.

Pero también tengo pesadillas. Recuerdos oscuros y momentos que preferiría no haber vivido.

Me detengo en la habitación justo al lado de la mía, la de Alexei. Ha sido mi colega desde que llegué aquí. Llegamos juntos y recuerdo cómo siempre nos apoyábamos en cada entrenamiento. Una vez me ayudó cuando apenas empezaba y poco a poco se convirtió en un hermano para mí. Ahora me voy y probablemente no lo veré tan seguido.

Echo un último vistazo a mi viejo dormitorio, ese cuartillo gris con una cama pequeña. A veces frío y rígido, otras acogedor y reconfortante.

Cojo mi mochila con mis pertenencias y me la pongo sobre los hombros.

Me apresuro al ver que el autobús partirá en cinco minutos, corriendo mientras el sudor me gotea por la frente debido a las escaleras que he bajado. Cuando finalmente llego, Greff, el conductor, me saluda y yo le devuelvo el gesto.

—¿Listo para volver a casa?—dice, con sus ojos fijos en mi boina roja, mostrando satisfacción.

Lo he logrado. Y él lo sabe.

—Siempre, Greff.

El autobús arranca y me despido con una última mirada a la base militar donde he pasado tantos años.

—Me prometiste que estarías bien...—mi voz se quiebra y las lágrimas caen por mis mejillas mientras observo la tumba de mi padre. Los sollozos de mi madre a mi lado me parten el corazón. Me acerco y con mis pequeños dedos seco las lágrimas de su rostro como un manantial oscuro.

—Te lo prometo, mamá—me paso el pulgar por la mejilla—, juro por mi vida que lo haré por él.

La abrazo fuertemente mientras la culpa me consume al verla así. Ahora estamos completamente solos, desolados.

—Simon... Mi pequeño Simon—murmura entre sollozos.

—¡Simon!—una voz que no es la de mi madre me saca de mi trance. Abro los ojos y veo a Greff mirándome con extrañeza. Me doy cuenta de las lágrimas en mi rostro. Estaba... ¿llorando? Me seco las mejillas con los pulgares y confirmo que son lágrimas.

—¿Estás bien? He estado tratando de despertarte desde hace diez minutos, ya hemos llegado.

—Sí—parpadeo para recomponerme y cojo mis cosas—. Gracias por el viaje.

Al bajarme del autobús, siento que un peso se levanta de mis hombros. Cuando veo a mi madre y a su enfermero esperándome al pie de la terminal, mi corazón se aprieta.

—¡Simon, por fin has vuelto!

Crucé la calle lo más rápido que el tráfico me permitió y, cuando estoy lo suficientemente cerca, me arrodillo para abrazarla, al mismo tiempo agradeciéndole a Josh por cuidar de ella todo este tiempo.

—Me alegra verte, mamá—la aprieto contra mí y ella inhala profundamente, su aroma a jazmín cala en mi ser.

—Yo también me alegro, pequeño Simon.

Forgive MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora