CAPÍTULO DIECISIETE

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LEYLA STERNE

—Lo siento muchísimo, no sabía que esa salida te causaría problemas y si hubiese pensado en lo que podría pasar, preferiría haber elegido que te quedaras en casa. Incluso pudimos hacer algo juntas aquí mismo—Avery me acaricia el hombro con cariño.

Le he contado todo en sus clases de piano.
Bueno, al menos una parte.
Todavía no sabemos quién pudo haberle mandado esas fotos a madre Luisa. Me aterra pensar que pueden estar merodeando por todo el pueblo y crear una mala imagen.

Por otro lado, Avery se ha dado cuenta de lo mal que me encuentro y en lugar de tomar su clase de piano, decidió por cuenta propia, hacerme hablar de todo lo que me pasaba.
Le he contado sobre Simon también. A parte de Mara, Avery es como mi hermana de la misma sangre. Sé que nunca me juzgaría y no lo hizo incluso cuando le conté lo que sucedió en su casa noches atrás. Todo lo contrario, la mirada se le suavizó y sonreía cálidamente a medida que le platicaba.

—Me alegra que te haga feliz—decía sonriente—. Solo déjame una cosa, si te hace daño, le haré la vida imposible de por vida—yo reía ante sus comentarios.

En ningún momento me criticó y eso me calmaba.

—Avery, ¿podría pedirte un favor?—ella se gira hacía mi, desviando sus ojos de las teclas del piano.

—Los que quieras, sabes que haría lo que sea por mi hermana—estira un brazo para envolverme en el y darme un apretón lleno de afecto.

Sonrío ante el gesto y me aclaro la garganta antes de hablar.

—Quiero verlo de nuevo—admito—. Han pasado dos semanas y no sé nada de él porque no he asistido a las últimas misas.—Dos semanas. Quince días desde la última vez que lo vi.
He querido escribirle, me he contenido a hacerlo. Madre Luisa no me ha dejado estar en las predicas como castigo con la excusa de que "estoy enferma y demasiado agotada por los deberes"
Papá como siempre, le ha creído y yo he tenido que mentir.
Quiero saber cómo está Simon, qué hace, en qué piensa.

Avery me escucha con una expresión comprensiva en su rostro.

—¿Quieres que te cubra?—asiento—Por supuesto. Hablaré con tu padre para que te deje quedarte en mi casa con alguna excusa y en ese rato, podrás verlo. ¿Te parece?

El corazón se me estruja por el hecho de que sería capaz de mentir por mi.

—Lamento tenerte que pedir que mientas por mi y yo sé que...

—Nada—interrumpe—. Si lo necesitas y puedo ayudarte, lo tendrás. Es más, hablaré con él justo ahora—se levanta del banco y alisa su falda con las palmas de las manos—. Vamos, debes ver a tu hombre que eso no se puede dejar escapar.—suelto una pequeña risa y la sigo.
Caminamos por el pasillo de la iglesia hasta llegar a la puerta que da a el interior de mi hogar. Madre Luisa nos sorprende con una sonrisa que es más para Avery que para mi. Se encuentra en el escritorio de la sala, leyendo.
A Avery le desagrada un poco—bastante—, pero sabe que llevársela por las buenas es lo mejor que puede hacer de momento.

—Buenas tardes, Madre Luisa—ella le responde con una sonrisa cálida—. ¿Está el señor Sterne?

—Sí, está en su oficina, pueden pasar—mi amiga tira de mi mano y me lleva con ella.

Forgive MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora