CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE

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SIMON ROMANOV

—Resiste, amor. Resiste—ánimo a Leyla mientras corro con ella entre brazos por los pasillos del hospital.

Apenas veo a una enfermera, ruego por ayuda. Una chica baja de cabello rubio pide una camilla y más enfermeros aparecen.

—¿Qué le ha sucedido?—pregunta con urgencia mientras preparan al amor de mi vida para revisarla.

—Se ha...—las palabras se me enredan por el estrés—. Ag... Agua—no. Otra vez no—. Se ha...caído al agua. ¡Necesito que la ayuden!

Ella asiente y se lleva a Leyla con los demás enfermeros.

—Va a estar bien—su madre me toca el hombro con dulzura. Volteo hacia ella y mi mirada decae. Me pesa.

—Deberías... Ir a que te revisen—sugiero.

Ella niega con la cabeza.

—Me quedaré con Leyla. Estoy bien, te lo aseguro—sonríe—. Ahora, vuelve con la basura que llevas en la cajuela. Ellos merecen pagar.

Trago con dificultad, junto al nudo que se me forma en la garganta tan solo recordar a Alexei.

Si no hubiese sido por Kristina, quien abandonó el auto y sacó una de mis armas de la guantera para venir a ayudar, Leyla estaría muerta. Yo también.

—Lo haré—le aseguro.
Antes de irme, le pido a un doctor que vea por ella y que le dé todo lo que necesite. Al asegurarme que así será, regreso al auto.

Alexei yace en los asientos traseros. Atado de pies a cabeza, herido, pero vivo.
Los tres están drogados.

Kristina me ha ayudado antes a hacerlo. Me sorprendía el hecho de que, independientemente de su estado, seguía siendo fuerte y actuaba a pesar de su condición. Su esposo debió enseñarle muchísimo.

Acelero apenas el auto enciende y manejo a toda velocidad. Me apresuro hasta que reconozco la entrada del pueblo al cabo de un rato. Sigo el camino a la iglesia, es de noche y este lugar se ve horroroso después de todo.

Cuando llego a la entrada, estaciono y arrastro cada cuerpo al interior. Primero Alexei, luego los otros dos pedazos de basura. Ya dentro, me escabullo hasta el calabozo:El lugar donde Luisa solía hacerle daño a Leyla.

Eso ya no pasará más. Leyla se irá conmigo, será feliz y sanará lejos de este pueblo de mierda.

Preparo todo. Cada detalle. Los ato a bancas con cadenas llenas de espinas, asegurándome de que cada movimiento que lleguen a hacer los lastime.

Luisa está frente a mí, David a su lado. Alexei está atado frente a Luisa.

Espero.
Espero y espero.

David es el primero en despertar.
Luce confundido y abre los ojos aterrado cuando empieza a notar donde está. Grita. Sus quejidos son atrapados en la mordaza que lleva en la boca.
Se retuerce, las espinas de la cadena que tiene atada al cuerpo le desgarra la piel. Sus ojos vuelven a abrirse, pero el imbécil no deja de moverse.

—Si sigues moviéndote, en poco tiempo serás solo carne—digo con normalidad. Su mirada se fija en mí y sus ojos se llenan de pánico—. Voy a ser directo: vas a morir, muy feo. Pero, en realidad, será rápido. De los tres, eres el más aburrido.

Él niega con la cabeza y chilla.

Sonrío con gusto.

—Tranquilo—me acerco—. Voy a ser generoso y dejaré que mueras de primero. Alégrate porque conservarás todas tus extremidades—mi sonrisa se ensancha aún más ante su notable horror—. Solo voy a bañarte en ácido.

Forgive MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora