Semana una y semana dos

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Esa primera noche del inicio de mi nueva vida apenas pude dormir con el miedo de que alguien nos asaltase, nos pusimos en marcha a los primeros inicios del amanecer, luego de un par  de horas caminando la suerte se volvió en contra, nos encontramos con un par de hombres que intentaron robarnos pero cuando Mauro mostró la pistola salieron huyendo con el rabo entre las piernas, a media tarde ya estábamos exhaustos y sudorosos por la dificultad que tenía aquel camino lleno de maleza, rocas resbaladizas y hasta un rio de fría agua que tuvimos que cruzar. Nos sentamos a descansar unos minutos y apenas habíamos sentado nuestro trasero en el suelo divisamos un grupo de seis personas a lo lejos, me dijo que me alejase mientras él intentaba distraerlos ya que huir no nos servía de nada porque acabaríamos rodeados, no quería dejarlo solo pero me gritó que me fuese y protegiese sobre todo la mochila con los medicamentos. También me dio la pistola porque en cuanto lo rodeasen acabarían quitándosela , me fui de allí con el cuerpo temblando de miedo, la pistola que llevaba en la mano la sujetaba fuertemente, no sabía dónde esconderme y tenía miedo de que me encontrasen, también sabía que sin Mauro no tendría muchas posibilidades de sobrevivir, respiré varias bocanadas de aire para darme valor, busqué un buen lugar para esconder las mochilas y corrí de nuevo en dirección a mi amigo, cuando llegué le estaban golpeando cinco de ellos , uno se encontraba en el suelo agonizando de dolor con una gran mancha de sangre, uno de aquellos hombres le había quitado el cuchillo y pensaba usarlo con Mauro, cogí la pistola e hice el primer disparo, no logré alcanzar a nadie pero sirvió para que todos parasen de golpearlo y miraren en mi dirección, mientras uno venía corriendo hacia mí Mauro había conseguido tirar al que llevaba el cuchillo, efectué un segundo disparo y alcanzó al que se estaba acercando en una pierna, gritó de dolor mientras me llamaba zorra y me  juraba que me iba a matar, el otro hombre que venía detrás también recibió un disparo que hizo que cayese al suelo de forma inmediata, estaba segura de que lo había matado, yo solo pretendía hacerle daño no quería verlo muerto pero la bala le había alcanzado la cabeza y ahora la sangre cubría su rostro. El primer hombre aulló con fuerza escupiendo un montón de insultos hacia mi persona y acortando las distancias entre los dos aunque la sangre seguía brotando de su pierna, mi mano temblorosa efectuó otro disparo, no quería matarlo pero si se acercaba más acabaría haciéndolo, se lo advertí pero no me hizo caso, el siguiente disparo ni siquiera le tocó, necesitaba que mi mano parase de temblar cuando ya estaba a pocos metros de mí escuché la voz de Mauro gritarme que le disparase, lo hice de nuevo y sí esta vez el hombre se cayó al suelo con una bala en el pecho. Observé durante unos segundos aquella escena, no podía apartar la mirada de aquel hombre inerte con una mancha roja en el pecho que se hacía más y más grande. No sé en que momento Mauro llegó hasta mí pero él también tenía una herida en un brazo. Me miró unos segundos con preocupación y luego me preguntó si estaba bien, le dije que sí con la cabeza, no podía articular palabra alguna, me quitó suavemente la pistola y se la guardó en su bolsillo.
_ Ésta me la  guardo yo, lo has hecho muy bien Vera pero necesitamos cada una de las balas que nos queda, por desgracia no he podido conseguir más munición.
Miré a los tres hombres que yacían en el suelo de aquel bosque, ¿dónde se habían ido el resto?, le hice la pregunta a Mauro.
_ Por suerte en cuanto mataste al primero y yo recuperé mi cuchillo huyeron rápidamente, no pude recuperar una de las mochilas, se llevaron todas nuestras provisiones de comida.
Después de recoger mis mochilas salimos de aquel bosque y buscamos acercarnos a una pequeña ciudad, esperaríamos en algún lugar de las afueras donde podríamos mantenernos seguros y  así curarle las heridas a Mauro, era una suerte que tuviese material para desinfectar el enorme corte que le habían hecho, Mauro no quería que utilizase parte de las medicinas con él, quería darle un mejor uso pero me negué a hacerle caso, además un poco de antiséptico no sería la ruina de nadie y después de todo lo que había hecho por mí no se merecía menos y las medicinas eran mías así que podría usarlas con quien me diese la gana y no pensaba cambiar de opinión por mucho que él insistiese. Después de limpiarle la herida y vendársela Mauro dijo que esperaría a la noche para encargarse de cambiar o comprar algunas provisiones hasta llegar a la ciudad donde su primo nos acogería. También a ser posible y con un poco de suerte conseguiríamos comprar más munición o incluso armas después de mi nefasta puntería. Mientras Mauro se jugaba el tipo adentrándose en aquella ciudad exponiéndose a toda clase de peligro y arriesgándose a que le volviese a ocurrir lo mismo que cuando llegó al lugar  donde yo había vivido, me sentía culpable sobre todo porque yo me quedaba allí en medio de dos enormes rocas escondida sin hacer nada, también me sentía mal por lo que le había hecho a aquella gente unas horas antes pero mi amigo me dijo las palabras exactas para que no lamentase mis actos. Eran ellos o Mauro y yo, por lo menos yo lamentaba su muerte, esa gente no habría tenido piedad de nosotros. De nuevo durante horas estuve esperando a que Mauro regresase, ya me estaba temiendo lo peor cuando lo vi avanzar despacio hacia donde yo me encontraba y siempre siendo cauteloso para que nadie lo siguiese, cuando llegó tenía la cara ensangrentada y un ojo morado.
_ ¡Dios mío!, ¿qué te ha ocurrido?
_ Después de comprar todo lo que pude conseguir alguien me ha seguido e intentó robarme otra vez, por suerte pude impedirlo aunque me llevé unos buenos golpes, esta hacha ha sido una suerte comprarla, ella me salvó la vida.
_ ¿Lo has matado?
_ No, pero está malherido, deberíamos irnos cuanto antes de aquí, por cierto no he podido conseguir munición para la pistola, eso supone un problema, esperemos que no nos encontremos con más maleantes.
Saqué de nuevo el frasco de antiséptico e intenté limpiarle la herida.
_ ¿Qué haces?, guarda eso, mi ojo no está tan mal, además con un poco de agua limpia será suficiente.
Iba a abrir la boca de nuevo cuando me paró de repente.
_ No, no digas nada, esta vez no voy a dejarte hacer, te prometo que si se pone peor entonces podrás hacer conmigo lo que te dé la gana, ahora pongámonos en marcha.
Intenté que descansara un rato pero insistió que era demasiado peligroso quedarnos en ese lugar y no tuve otra opción que seguirlo pero me había prometido que en  cuanto estuviésemos lejos se pararía a descansar. Durante el resto de los días no tuvimos tantos problemas de saqueo como al principio cosa que nos vino bien, aunque varias veces tuvimos que salirnos del camino y escondernos para que tanto los cuerpos de seguridad como ladrones, saqueadores… no dieran con nosotros.  Aunque seguíamos caminando a buen paso y mi amigo me hacía ver que se encontraba bien yo sabía que no era del todo  cierto, era verdad que su ojo había mejorado pero su herida era todo lo contrario, necesitaba descanso y desinfectarla de nuevo o su estado se agravaría pero Mauro era muy terco y seguía insistiendo en que todo estaba bien y que guardásemos las medicinas para cuando nos encontrásemos con su primo porque tal vez tuviesen que negociar con ellas para que le permitiesen acogernos en su grupo, aunque eran familia hacía mucho tiempo que no se veían y enfrentarse al mundo a esta nueva vida hacía que las personas cambiasen y desconfiasen de todos , la gente haría cualquier cosa para sobrevivir, sobre todos ser egoístas, en estos tiempos el altruismo brillaba por su ausencia, y tal vez no fuese fácil ser un integrante más de su grupo si no le ofrecíamos nada a cambio. Ya estábamos cerca de nuestro destino pero aquel día Mauro se levantó más tarde que de costumbre y con bastante dificultad, aunque intentaba disimularlo yo notaba que algo no iba bien, caminaba despacio y apenas hablaba, quise acercarme a él pero mi amigo seguía siendo cabezota y quería seguir,  tuve que gritarle y hacerle entrar en razón porque lo veía muy mal, estaba a punto de desmayarse y yo me negué a seguir, si alguien nos veía y nos intentase saquear lo tendría muy fácil y de nada hubiese servido arriesgar su propia salud para cambiar las medicinas por la supervivencia porque si nos robasen nada tendríamos que ofrecer y siempre cuando no nos matasen. Al final me hizo caso y buscamos un refugio para descansar, supe que estaba valiéndose de sus últimas fuerzas porque cuando nos escondimos en aquella cueva terminó por desmayarse frente  de mí. Estaba temblando y tenía mucha fiebre, yo no sabía muy bien qué hacer, últimamente me estaba enfrentado a situaciones de las cuales jamás pensé que me tendría que enfrentar, le saqué la ropa sucia y le cubrí con la manta que llevaba siempre conmigo, le limpié la herida lo mejor que pude, le di antibióticos que intentaba rechazar pero que al final acababa tomando. Me decía que era mejor guardarlos para cuando estuviésemos delante de su primo y acabé gritándole que me importaba una mierda su primo, que no pensaba dárselos y si teníamos que buscar refugio en otro lado pues lo haríamos, que no pensaba dejar que se muriese solo por complacer a un tío que llevaba tiempo sin ver, que no sabía nada de cómo era en realidad, ¿y si después de todo lo que habíamos pasado el primo era igual o peor que la gente que habíamos dejado atrás?, ¿de verdad estaba seguro de poder fiarse de él?, al final todos acababan decepcionándote y a la primera oportunidad te vendían.
_ Mauro, la única persona que no me ha fallado eres tú y por eso no pienso dejar que te mueras, me da igual si te enfadas pero voy a utilizar el medicamento que sea  necesario contigo, además como te dije una vez es mío y pienso utilizarlo con quien quiera.                                    
Durante buena parte del día y la noche me la pasé despierta intentando que la fiebre bajase unos grados, por momentos su estado febril era tan alto que perdía la conciencia, aquello hizo que me asustase y temiese por su  vida, me había prometido a mí misma no derramar más lágrimas y ser fuerte, quería algún día vengarme de la gente que más me había dañado y para eso necesitaba estar viva. Le di más pastillas, como estaba débil por culpa de la  fiebre no pudo negarse a tomarlas, luego limpié nuevamente la herida, intentaba hablarle para que se mantuviese consciente en todo momento porque me daba miedo que si volvía a perder la conciencia otra vez, tal vez no despertase jamás. Cuando amaneció recogí algunas hojas anchas y largas de unos árboles que estaban empapadas del rocío de la noche y se las coloqué en distintas partes de su anatomía para que aquel frío de las hojas contrastase con el calor que emanaba su cuerpo y la fiebre bajase unas décimas. Por  suerte esa mañana no insistió para que nos levantásemos y nos pusiésemos en camino y yo lo agradecí enormemente, había pasado gran parte de la noche cuidando de él y estaba agotada. Me quedé dormida después de asegurarme que la fiebre no era tan alta y el sueño no era tan agitado, cuando desperté Mauro aún seguía durmiendo, me acerqué a su lado y comprobé que aún respiraba. No tardó mucho tiempo en abrir los ojos, le di nuevamente una pastilla, no tenía pensado decirle que aquel bote de medicamento estaba a punto de terminarse, aunque no me  importaba si nos quedásemos sin ninguno de ellos porque ante todo lo único que yo deseaba era que Mauro se recuperase. Empezamos a hablar de lo poco que nos quedaba para llegar a  nuestro destino y de las situaciones que habíamos vivido, le di las gracias por estar a mi lado todo el tiempo y por haberme salvado en varias ocasiones. Miró mi rostro y luego su mirada se  cruzó con la mía antes de decirme que le hubiese gustado ser también mi salvador cuando los que creía mis amigos abusaron de mí. Me quedé en silencio pero me acerqué a él para comprobar su estado, la fiebre casi había desaparecido, preparé algo de comer y también le di de beber, necesitaba hidratarse a menudo, luego se generó un largo silencio que fue interrumpido por mi confesión. Al final le conté lo que me había ocurrido en aquel sucio almacén, después de llevar a su lado tantos días y poder conocerlo mejor me sentía más unida a Mauro y necesitaba sacar todos aquellos sentimientos que seguían dentro de mí y no sabía como combatirlos, odio, culpabilidad, miedo, vergüenza, venganza, dolor…. Se limitó a escucharme y no me preguntó nada más, cosa que agradecí, solo necesitaba sacarlo todo de dentro, solo necesitaba que me escuchasen, no quería consejos, no quería que sintiesen lastima y Mauro supo entenderlo. Sabía que necesitaría tiempo para volver a confiar en las persona pero ya había dado un gran paso contándoselo a él. Al día siguiente recogimos todo y volvimos a ponernos en marcha, cuando llegamos a nuestro destino ya era media tarde. Llegamos a aquella ciudad intentando pasar desapercibidos, era  grande, incluso más que la que había considerado mía, Mauro miró de nuevo la dirección y llamó a una puerta de una casa de madera envejecida que estaba media oculta al fondo de un callejón. El anciano que nos recibió nos observó primero a mí y luego a Mauro y preguntó que queríamos, mi amigo le mostró el papel donde llevaba escrito la dirección y luego le dijo que estaba buscando a su primo Bastian. Nos llevó hasta una habitación en la planta alta y nos dijo que descansásemos allí, que parecía que habíamos hecho un largo viaje, ni siquiera nos dijo si lo conocía o si nos iba a llevar hasta él, solo se limitó a enseñarnos aquel dormitorio y luego salió dejando la puerta cerrada. Yo no estaba muy segura de que aquello fuese una buena idea y así se lo dije a mi amigo, él intentó calmarme pero no podía engañarme fácilmente porque en su rostro se veía una pequeña señal de preocupación.  Un par de horas después una mujer de estatura media y con el cabello todo alborotado nos trajo un cubo de agua y nos dijo que podíamos refrescarnos en la palancana que había en el baño al final del pasillo, también nos trajo un trozo de pan y queso, aún me quedaba algo de dinero y quise ofrecerle un par de billetes pero negó con la cabeza. Aquello aún me preocupó más, ¿por qué hacía todo aquello y sin querer nada a cambio? Ya había anochecido y  aún no teníamos noticias del primo de Mauro, después de llevar un rato dando vueltas por la habitación me dijo que me quedase allí protegiendo todas nuestras cosas, de nuevo me dio el cuchillo, él iba a averiguar que estaba pasando. Miré por la ventana el callejón por si notaba cualquier situación sospechosa, no había nadie que me pareciese motivo de sospecha, un hombre que salía de una de las casas de enfrente y soltaba el humo del tabaco por la nariz mientras se dirigía a la salida del callejón, una mujer con un niño en brazos y una pequeña cesta que entraba en otra de las casas cercanas a ésta… Empezaba a hacer frio así que cogí la manta gastada que cubría la cama y me la  enrosqué al cuerpo, encendí la pequeña lámpara de gas que había en frente de la cama y caminé por la habitación impaciente por el tiempo que estaba tardando Mauro. ¿Y si le había ocurrido algo?, quería ir en su busca pero no podía dejar las tres mochilas sin vigilancia y yo no podía con las tres. Como seguía sin aparecer empecé a cargar las mochilas, era demasiado peso y tuve que hacer varios intentos para levantarme de la cama y dar dos pasos con tantos kilos encima, no estaba segura de cómo llegaría a la planta de abajo, seguramente caería antes por las escaleras pero ya no podía quedarme más tiempo en esa habitación sin saber nada de Mauro, cuando volví a dar un paso más hacia la puerta ésta se abrió y apareció mi amigo con cara de asombro.
_ ¿Qué estás haciendo, piensas huir?
_ ¿Te parece a ti que tengo pinta de querer huir?
Dije yo malhumorada antes de que una de las mochilas que llevaba en la espalda me empujase hacia atrás y cayese de culo en el frio suelo de la habitación. Mauro me ayudó a deshacerme de las mochilas, en cuanto estuve de nuevo en pie observé una pequeña sonrisa en su boca.
_ ¿Te parece gracioso todo esto?, ¿sabes lo preocupada que estaba por ti?
_ Lo siento, estaba poniéndome al día con los dueños de esta casa y sus dos hijos, al parecer aquí nadie ha escuchado nada de ti, eso es bueno.
Al parecer mientras yo me moría de preocupación por saber de él, mi amigo estaba charlando amigablemente con los ocupantes de esta casa, debería golpearlo por haberme hecho pasar un mal rato. Le dije que tendría que haberlo dejado morir en aquella cueva, que no volviese a dejarme a un lado, que a partir de ahora cada uno se haría cargo de sus pertenencias y que no era una princesita a la que había que proteger a todas horas, que no se le ocurriese volver a dejarme sola o lo lamentaría. Mientras estaba gritándole aquellas palabras un par de hombres entraron en la habitación, me quedé de inmediato callada y saqué rápidamente el cuchillo de mi bolsillo para defenderme si fuese necesario. De pronto aparecieron dos personas delante de la puerta  de nuestra habitación que se abrió con brusquedad. Los dos eran varones y altos , aunque uno sobrepasaba  en unos centímetros de altura al otro , el más bajo llevaba un gorro grueso en la cabeza, sus rasgos eran atractivos y a pesar de llevar una chaqueta gruesa encima de una camiseta gris  se percibía un torso musculoso. El otro hombre clavó su mirada fría y oscura en mí, eso hizo que mi cuerpo se llenase de repentinos escalofríos. Mi amigo y ese tipo se abrazaron mientras le llamaba primo, ahora sabía que ese chico era la persona que Mauro estaba esperando y supuestamente el que iba a ayudarnos, por alguna extraña razón pensé que sería mucho mayor, apenas debía llegar a los treinta años de edad o esa era la impresión que me daba. Tenía una cicatriz pequeña y fina que cortaba su mejilla derecha, aunque eso no le restaba atractivo alguno a las facciones de su rostro, más bien las intensificaba, su cabello despeinado de color marrón le alcanzaba los hombros y sus mechones rubios enmarcaba su hermosa y varonil cara, llevaba una barba incipiente que le hacía parecer más sexy, tenía unas pestañas largas y era alto aunque no podía apreciar si su cuerpo era tan musculoso y atlético como el de su compañero ya que llevaba un gran abrigo oscuro y largo hasta la pantorrilla. La tela de la prenda parecía de buena calidad pero se veía que había vivido tiempos mejores, sus pantalones oscuros tenían un par de agujeros de distinto tamaño en ambos muslos y sus botas negras estaban manchadas de barro ya seco. Su voz ronca y profunda penetró en mi piel, la intensidad de su mirada fría hizo que me echase un poco hacia atrás y me mostré en alerta, no sabía muy bien que esperar de esas personas.
_ ¿Quién es ella Mauro? , no me gustan las sorpresas, entendí que vendrías solo.
_ Lo sé y lo siento primo pero ella es de fiar, no te causará problemas, es buena gente.
La forma de mirarme del primo de Mauro era fría y oscura y le confería un halo magnético que hacía que forzase mi mirada hacia la suya, aunque parecía estar tranquilo su rostro no dejaba de observarlo todo y sus movimientos se  notaban en alerta.
_ Espero que no le hayas prometido nada porque no pienso cargar con tu novia o lo que sea para ti.

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