Semana ocho, semana nueve y semana diez

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No me moví del lado de Mauro durante los dos siguientes días, no solo porque estaba preocupada por su salud también porque no podía olvidar las palabras de Bastian, Fernando solía venir un par de veces para comprobar su estado y darme ánimos, también le echó un vistazo a mi ojo, intentó que tomase algo para el dolor pero me negué, cualquier medicamento o medicina tradicional estaba escaseando y era necesario  guardarla para ocasiones más importantes que un simple ojo hinchado. El día que llegué de nuevo al campamento nada más saber la noticia María había venido a saludarme y darme la bienvenida, ella y Liam parecían que eran los únicos que realmente se alegraban de verme, no había podido salir de aquella habitación a excepción de unos minutos y cuando me cruzaba con alguien aunque me saludaban con una mirada alegre sentía que en el fondo no me querían allí, puede que ya todos supiesen lo que había escondido en el baño y que Kai si estaba muerto en parte era por mi culpa, puede que algunos hubiesen deseado que no regresara y puede que otros tantos se quejasen de que pasase los días en aquella habitación con Mauro en vez de echar una mano a las tareas diarias, pero lo cierto es que aunque fingía ser fuerte no me atrevía a estar con las demás gente de la comunidad, saber que tal vez muchos pensaban igual que Bastian me hacía sentir incómoda en aquel lugar. Tengo que confesar que después de aquellas palabras por parte del primo de Mauro tenía la esperanza que viniese a mí y se retractase, algo que nunca sucedió, tampoco lo había visto visitar a su primo. Yo me pasaba los días y las noches al lado de Mauro, había ido a mi habitación y llevado mi colchón ayudada por María hasta donde se encontraba Mauro, no estaba segura de si aquello estaba o no permitido pero me daba igual, total ya muchos tenían un mal concepto sobre mí, además aún no había visto a Debra y para ser franca temía el momento de encontrarme con ella. María me había pedido e incluso rogado que saliese un poco al exterior y que comiese con ella pero siempre me negaba, también había insistido Liam y había obtenido la misma respuesta. El primer día me trajeron la comida y comí al lado de Mauro pero aquello no estaba entre las tareas de la gente con la que convivía así que era yo misma la que la iba a buscar y siempre sentía montones de ojos sobre mí. Desde mi llegada otra vez al campamento y después de entregarles la medicina había notado una leve mejoría en Mauro, por momentos abría los ojos y yo le sonreía mientras le sostenía su mano, le decía que estaba allí y que ni se le ocurriese dejarme. Ayudaba a Clara con las hierbas que le colocaba o le hacía tomar poco a poco con una pequeña cuchara de madera, también le ayudaba a cambiar los vendajes y limpiar la herida que aún seguía infectada. Agradecía aquellas noches al lado de Mauro porque su presencia y el pequeño farol que iluminada constantemente la habitación hacia que las pesadillas se mantuviesen alejadas. Una tarde mientras ayudaba a Clara con el cuidado de Mauro me atreví a preguntar por su familia, me dijo que tanto su marido como su hija habían muerto, sus muertes no fueron tan trágicas como la de algunos de los familiares que habían decidido vivir en este lugar pero si fue muy dolorosa, a pesar de todos los esfuerzos para salir de la pobreza en la que vivía su familia no lo logró, enfermaron los tres y ella logró recuperarse después de su marido, consiguieron las medicinas para su hija de apenas tres años pero ya era tarde y murió aquella noche.
_ Unos meses más tarde cuando el invierno se convirtió en uno de lo más devastadores, destructores de los últimos años decidimos arriesgarnos e intentar llegar a la ciudad porque sabíamos que si nos quedábamos en aquella aldea moriríamos de todas maneras, ya eran muchos los que perdieron la vida por el intenso frio y las fuertes nevadas de los últimas semanas, no fue fácil llegar a la ciudad pero cuando lo conseguimos ya era tarde para mi marido, conocí a Bastian y él nos ayudó y nos llevó a su campamento, por aquel entonces éramos  muchos más de los que somos ahora, esa misma noche mi marido falleció, desde aquel día Bastian, Liam y el resto de la gente que aquí vive se convirtieron en mi familia.  Cada persona que vive en este lugar lleva una profunda herida en su interior y no funcionamos de la misma manera, algunos les cuesta arrancar esa herida más tiempo de lo necesario, otros en cambio son capaces de desprenderse de ella fácilmente y hay quién nunca lo hace, o bien porque creen que mientras esa herida siga ahí se sienten a salvo o porque creen que no se merecen disfrutar de un poquito de felicidad cuando la encuentran. ¿Sabes Vera?, la felicidad se consigue cuando a pesar de todo lo malo que te suceda no te das por vencida.
Le sonreí y le dije que lo mismo decía siempre mi padre.
_ ¿Qué les pasó a tus padres?
_ Por alguna extraña razón me sentía bien hablando con Clara, me recordaba mucho a mi madre, supongo que por eso le hablé de todo lo que llevaba guardando en mi interior, de las muertes de mis padres, de mi nueva vida con mis tíos y ya no puede parar, todo empezó a salir como si llevase tiempo oprimiéndose dentro de mí, la única persona  a la que le había podido contar lo de Julio y su amigo era a Mauro pero ahora me resultaba más fácil hablar de ello, supongo que eso era bueno. Sentí que ese enorme peso que llevaba cargando por fin se había destruido y ahora me sentía más ligera, más libre, ni siquiera me di cuenta que por mis mejillas resbalaban un par de lágrimas, Clara no habló, me abrazó y sentí que todo el dolor se iba disipando poco a poco y aquellas fueron unas de las pocas veces que me sentí bien.
_ Aún eres muy joven Vera pero te diré una cosa, sea lo que sea que decidas hacer con tu vida, asegúrate de que eso te haga muy feliz. Sé que piensas que Bastian es un poco duro contigo pero él te aprecia al igual que todos nosotros, desde que decidiste quedarte en este lugar nos convertimos todos en familia pero como te dije antes algunos tardan un tiempo en adaptarse más que otros. Te contaré algo, a veces es mejor prestar más atención a las actitudes, a la manera de proceder de una persona porque su comportamiento hacia otra nunca engaña, ni miente, no se puede manipular ni esconder. Dale tiempo y descubrirás a la verdadera persona que se esconde tras la máscara. Muy pocos lo saben porque Bastian es muy reservado y no le gusta mostrar sus sentimientos pero te diré una de las razones por las que ayuda a los demás aunque arriesgue su vida, él aprendió a cuidar de sí mismo, hubo ocasiones en las que no tenía a nadie a su lado cuando más lo necesitó.
Todas aquellas palabras me hicieron ver que cada uno de las personas que estaban en este lugar llevaban una historia a sus espaldas y que yo no era la única. Después de que habláramos Clara y yo  ella se fue y yo seguí cuidando de mi amigo, apenas quedaban antibióticos y María me habló de que tanto Liam como Bastian intentaron conseguir más medicamentos pero que fracasaron. Me vino a la memoria el señor al que había perseguido hasta un callejón y como se llevó un buen lote de medicamentos, un hombre que seguramente no tendría problemas para conseguir más. Tenía que hacer algo, aunque Mauro mejoraba día a día aún le faltaba tiempo para recuperarse y las medicinas era la manera más segura y rápida de hacerlo. Mientras cuidaba de mi amigo tuve tiempo de pensar en que haría para robar aquellos medicamentos, no sería fácil de eso estaba segura, en aquel barrio había mucha seguridad y las casas estaban más protegidas. Esta vez me marcharía yo sola, no pensaba decírselo a nadie, suficiente había metido la pata, aún sonaban en mi cabeza las palabras de Bastian “Desde que llegaste todo en este lugar se ha vuelto complicado”, “no eres buena para nosotros”, mi cuerpo se estremecía con solo recordarlo. A la hora de la cena decidí que pasaría un rato con María, necesitaba respirar un poco de aire y sentía que ya estaba preparada para enfrentarme a los muchos ojos que me observaban mientras me servían la comida. María me llevó hasta el grupo con el que solíamos estar a la hora de comer, yo no estaba segura de que quisiesen verme después de lo ocurrido con Kai y del pequeño tesoro que tenía escondido y guardado para mí, pero su actitud no había cambiado, seguían siendo los mismos aunque había en todos ellos un halo de tristeza en sus rostros. Me preguntaron qué tal estaba Mauro y que aunque querían verlo Bastian lo prohibió hasta que estuviese un poco recuperado, también me preguntaron por el ojo y le dije que estaba mejor, ahora había pasado a un color verde amarillento, luego hablamos de temas banales, de poca importancia, por suerte nadie hizo ningún comentario sobre la muerte de Kai ni de mi egoísmo escondiendo aquello que hubiesen necesitado durante el tiempo que pasé charlando con ellos, no podía decir lo mismo de Debra o algunos que estaban a su lado, su mirada fulminante me decía que no le agradaba mi presencia en aquel lugar. No había visto a Bastian pero Clara, Liam y algunos miembros más del campamento empezaban a dejar sus platos vacios de comida, fue bonito pasar aquel rato con María y el resto del grupo pero ahora todos se estaban retirando a descansar, le pedí a mi amiga si podía echarle un vistazo a Mauro mientras yo me quedaba un ratito más allí respirando aquel aire que tanto había necesitado. Caminé cerca del rio, escuchando su sonido, necesitaba pensar en lo que diría para salir de allí y cómo llegar a la ciudad.
_ Parece que algo te preocupa.
Aquella voz me cogió desprevenida y me di la vuelta rápidamente soltando un pequeño grito.
_ Lo siento si te he asustado.
_ Creí que todo el mundo estaba ya descansado en sus habitaciones.
_ No todo el mundo, normalmente hay tres o cuatro personas haciendo guardia para que otros puedan dormir plácidamente, ¿cómo estás?, apenas hemos hablado últimamente, he estado ocupado, ¿cómo se encuentra nuestro amigo Mauro?
_ Empieza a mejorar gracias en parte por los medicamentos, he oído que tenéis dificultades para conseguir más.
_ Hasta que llegue una nueva remesa el precio se ha triplicado y los que tienen dinero se lo acaban llevando porque pagan más, además en estos momentos es casi imposible robarlos, quién tiene medicamentos se ha vuelto más precavido.
_ Lo siento.
_ No es culpa tuya.
_ Ya, hay quién no piensa lo mismo.
_ Estoy seguro de que Bastian no quería decir lo que dijo, todos estamos un poco decepcionados y tristes por lo ocurrido dejar pasar un poco de tiempo y seguro que te pedirá perdón. Y ahora dime porque estabas tan pensativa.
_ Nada importante, solo recuerdos del pasado.
No podía decirle la verdad porque seguramente no me hubiesen dejado seguir con el plan, estábamos cerca de la orilla paseando y hablando, la luz de la luna iluminaba nuestro camino, escuchamos un ruido y al girarnos vimos a Bastian, salía de una de aquellas tiendas con un farolillo en la mano, nos miró unos segundos, su mirada atravesó la mía, su rostro se veía imperturbable, no podía adivinar en que estado de ánimo se encontraba, Liam acercó su cabeza  un poco más a la mía y me habló al oído casi susurrando.
_ Es la hora de su guardia, deberíamos irnos, dentro de unas horas tengo que levantarme y ya tendría que estar descansando pero me gusta charlar contigo.
Luego se fue hacia una de las tiendas de tela que había a unos metros de distancia, yo salí detrás de él, no quería enfrentarme de nuevo a Bastian, por suerte él siguió andando y no volvió su vista hacia atrás. Cogí uno de los quinqués que había en la entrada ya que la cueva estaba a oscuras y después de graduar la intensidad de la luz para no despertar a nadie fui hasta donde se encontraba mi habitación, María y Debra ya estaban dormidas, haciendo el menor ruido posible me acerqué a mi mochila y cogí nuevamente mi certificado de nacimiento, la linterna y mi diario, luego dejé el resto de las cosas en su sitio. Cuando llegué a la habitación de Mauro Lía estaba colocándole un paño mojado sobre su frente, me acerqué a mi amigo y le pregunté si había ocurrido algo. Lía estaba en otro grupo un poco más numeroso y de edades diferentes, era uno de los pocos que abarcaban desde los quince años hasta los veintiocho o treinta y pocos ya que había varios que tenían lazos de sangre, eran hermanos, primos.. Lía bajó la cabeza y habló bajito.
_ Sé que Bastian dijo que no lo molestásemos, que tú te encargabas de su cuidado pero te he visto hablando con Liam y pensé que tal vez estaría solo, lo siento.
_ No tienes que pedir perdón, al contrario te agradezco que estés aquí y puedes venir cuando te apetezca prometo no decirle nada al gruñón de Bastian.
Le sonreí mientras levantaba una de mis manos para que viese que pensaba cumplir esa promesa, luego de agradecérmelo y mostrar una pequeña sonrisa se fue contenta. Lía era un par de años mayor que yo y  parecía una chica tímida, apenas se dejaba notar en el grupo, era rubia con el pelo corto, unos centímetros más baja que yo de pechos grandes pero de cintura y cadera estrecha, podía decirse que era una chica bonita aunque le faltaba carácter. Después de que Mauro recuperase su temperatura normal me senté un poco más lejos para que la luz del quinqué no lo molestase y me puse a escribir en el diario. Un par de horas más tarde lo cerré y lo guardé envuelto en una de mis prendas favoritas en donde antes había guardado el dinero junto con el medicamento. Sabía que si mi plan fallase y no regresaba al campamento mi diario podría pasar ahí un tiempo sin que nadie lo encontrase, no es que me preocupase mucho porque yo tenía la llave para abrirlo y aunque lo rompiese nunca entenderían nada, gracias a mi padre fue que nos inventamos esa escritura, esa manera de escribir para que nadie pudiese descifrar las cartas que nos enviaba cuando echaba días o semanas fuera. Al día siguiente me fui a ayudar a Amador con los animales y de paso echaría un vistazo a Príncipe, mi corderito, y  también me pasé a ver cada poco tiempo a  Mauro para saber si había alguna mejoría, me sentí contenta cuando en una de mis continuas visitas había abierto los ojos un par de veces y me había preguntado cómo es que estaba allí, luego se volvió otra vez a dormir, necesitaba recuperar las fuerzas y eso le llevaría algo de tiempo. Esa noche no había visto ni a Liam ni a Bastian pero estaba algo esperanzada porque escuché que varias personas pensaban salir por la mañana temprano para  recolectar algunas hierbas. Le había pedido acompañarlos pero al principio no querían, tenía que hablar con Elena porque ella era una de las personas de más edad que los acompañaría, después de decirle que tenía curiosidad por aprender a recolectar esas hierbas  y ya que ella me conocía porque había trabajado al lado de su marido no puso ningún impedimento. Sabía que esa noche necesitaba descansar, sería una larga caminata y no tenía ni idea de cómo llegaría a la ciudad, lo único que sabía es que ellos no podrían saberlo, cogí prestado un puñal, guardé también la linterna intentando que no se viese o notase y una pequeña cuerda un poco gruesa por si la podía necesitar, la enrollé a mi cintura y la cubrí con mi sudadera para que nadie la descubriese, por suerte esa mañana temprano no vi tampoco a Liam ni a Bastian pero nos acompañaba Ulmer por si nos encontrábamos en problemas, aunque según nos habían dicho casi no nos moveríamos de allí, recorreríamos apenas unos dos o tres kilómetros. Estuve al lado de Elena un rato y me iba diciendo que hierbas recoger, luego hice lo mismo con otras personas, me mantuve a su lado clasificando las hierbas y en la primera oportunidad que tuve para alejarme de ellos y marcharme la aproveché. Durante un buen rato caminé deprisa pero luego me dije a mi misma que aquella distancia no era suficiente y empecé a correr, me caí un par de veces y me escondí algunas más cuando escuchaba algún ruido, me desvié del camino y cogí por otros senderos, aún así esperaba no perderme y llegar a la ciudad correcta. Ya de noche me escondí entre unos grandes arbustos, aunque aún conservaba mi linterna aquella noche por suerte el cielo estaba cubierto de estrellas y la luna emitía un resplandor, y no necesité de luz artificial, tenía miedo de que alguien terminase por descubrirme, tampoco hacia frio y eso lo agradecí enormemente. En cuanto empezó a hacerse de día caminé y regresé al camino que yo conocía, no sé a cuanto estaría la ciudad pero por lo menos sentí alivio al reconocer el lugar. Escuché el ruido de un carro y me escondí, desde mi posición vi a dos hombres subidos en el asiento delantero del carro, uno le doblaba o incluso le triplicaba la edad, podían ser padre e hijo porque detrás en la vagoneta, en el carruaje iban sentadas una niña de unos seis o siete años y la que podría ser su madre, un poco más joven que el que llevaba las riendas del caballo.

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