Cruzó la calle y luego entró en un pequeño almacén con una puerta pintada de color amarillo y un pequeño cartel encima de ella donde ponía tienda de suministros en letras oscuras sobre un fondo ocre. La guardia seguía paseando por el lugar y hablando con los transeúntes, a algunos les pedían que se identificasen y otros les inspeccionaban su mercancía, luego entraron en un bar que estaba calle abajo a unos metros del almacén, me quedé allí inquieta observando la entrada del lugar por donde había desaparecido Bastian esperando que saliese lo más rápido posible y poder marcharnos de la ciudad, no me sentía segura mientras no saliésemos de allí y me encontrase de nuevo con Mauro. Llevaba un rato en el interior de aquel callejón, temía que los guardias saliesen antes que el primo de mi amigo y acabasen por descubrirme, no entendía que es lo que le podía llevar tanto tiempo en aquel lugar y no estaba segura de cuanto más tendría que esperar, empezaba a oscurecerse el día y algunas personas que pasaban cerca de donde yo me encontraba se me quedaban mirando. Me había puesto el abrigo por encima de la mochila que llevaba en la espalda la otra la cubría la ancha sudadera que hacía parecerme que estaba embarazada, en una de mis manos llevaba agarrado discretamente el cuchillo que me entregó Bastian antes de salir para el almacén pero eso no era suficiente para que el miedo que llenaba todo mi cuerpo desapareciese. Empecé a preocuparme cuando un rato después seguía sin aparecer, ¿y si le había ocurrido algo en ese almacén?, ¿y si no regresaba nunca?, ¿Y si me había abandonado allí o se había marchado sin mí? La impaciencia empezó a hacer presión en mí y tomé la decisión de ir en su busca, en cuanto puse un pie en la acera para cruzar al otro lado lo vi salir del edificio seguido de una joven pelirroja, era unos pocos años mayor que yo y bastante guapa, llevaba el pelo alborotado y se estaba abrochando uno de los botones de su camisa discretamente para luego poner sus manos sobre la larga falda y alisarla disimuladamente. Él por su parte a pesar de que hacía frío llevaba el abrigo en la mano y en la otra una especie de petate gris, luego ella le besó en los labios antes de regresar de nuevo dentro del edificio. No había que ser muy inteligente para deducir lo que había ocurrido allí y cual había sido la razón de su tardanza, ¿me había dejado allí tirada durante tanto tiempo para pegarse el lote con su novia?, ¿Qué hubiese pasado si yo en vez de haberme quedado en este lugar lo acompañase?, ¿acaso lo hubiese hecho igual sin importar que yo estuviese dentro del local?, ¡menudo imbécil era!, se estaba tirando a su novia mientras yo me exponía a que los guardias me encontrasen o incluso a que cualquiera que pasase por aquí me asaltase. Cuando llegó a mi lado ya se había puesto de nuevo el abrigo y llevaba a sus espaldas el petate.
_ ¿Te has divertido?
_ ¿Qué?
_ Parece ser que al final no tenías tanta prisa como decías para regresar al campamento ya que has pasado un gran rato en el almacén.
_ Por tu rostro parece que no estás muy contenta de verme, y yo que esperaba un gran recibimiento.
_ ¿No has tenido suficiente ahí dentro?
_ ¿Qué quieres decir?
_ Estaba a punto de largarme de aquí aunque fuese sin tu compañía, pensé que no pretendías regresar.
_ Ya te dije que necesitaba algunas cosas para llevar al campamento que son necesarias.
_ Y al parecer no era lo único que necesitabas hacer en ese almacén después de ver aparecer por la puerta a la pelirroja, ¿es tu novia?
_ Eso no es asunto tuyo, venga tenemos que darnos prisa pronto anochecerá.
_ Sí, ahora te vienen las prisas.
Caminamos con paso ligero a las afueras de la ciudad, a mí me costaba un poco seguir su caminata, sus largas piernas hacían que sus pasos fueran el doble de rápidos que los míos, además mis mochilas empezaban a pesar demasiado. Bastian se había ofrecido a llevar una de ellas pero me negué, aun no estaba muy segura de que si le daba una de mis mochilas corriese tan rápido que yo no lograse alcanzarlo y terminase por abandonarme en aquellos páramos sin mis pertenencias. Al llegar al rio lo cruzamos por un puente de piedra envejecida y estrecho, luego nos detuvimos en una cabaña de madera oscura, detrás en un pequeño establo se encontraba un caballo atado a un tronco con una carretilla colocada en la parte trasera de su cuerpo. Un hombre salió de la cabaña y saludó a Bastian, luego el primo de Mauro se acercó a mí y me pidió que le diese el dinero que llevaba en la mochila, lo miré con los ojos muy abiertos y llenos de estupor.
_ ¿Cómo?
_ Necesito pagarle a este hombre por haber cuidado de mi caballo y la carreta.
_ ¡Ese dinero es mío!
_ ¿Otra vez con eso?, vamos está oscureciendo y no querrás quedarte sola en este lugar, ¿cierto?
De mala gana saqué el dinero de la mochila y se lo entregué, Bastian le dio un par de billetes a aquel hombre y el resto se lo guardó en su abrigo, iba a protestar para que me entregase el dinero sobrante pero sabía que sería inútil ya que en cuanto pisase el campamento se haría con él y con las medicinas que llevaba conmigo, del resto de mis pertenencias aún estaba por verse, no me rendiría sin pelear. Pasé por alto la apropiación de mi dinero y después de desatar al caballo subió en él, yo agradecí que no tuviese que montar detrás de él, algo en ese hombre me ponía nerviosa, me coloqué dentro de la carretilla junto con el petate y mis mochilas y empezamos a movernos. Mientras avanzábamos por el camino boscoso lejos de la ciudad le pregunté a cuanto quedaba el campamento, cuando me dijo que estaríamos en dos horas más o menos me sorprendió porque pensé que estaríamos más cerca, llegaríamos bien entrada la noche. Odiaba caminar en la oscuridad, mis mayores miedos se mostraban cuando me encontraba a oscuras, tampoco me gustaba el silencio durante mucho rato, hacia que todos los demás sonidos se intensificasen y pareciese más peligrosa la situación. Le pregunté quién era la chica del almacén, sentía un poco de curiosidad pero de inmediato cambió de tema, al parecer no le gustaba hablar de ella, ¿o era de él? Me preguntó cómo nos habíamos conocido Mauro y yo, sabía que no tenía porque responderle ya que él tampoco lo había hecho pero temía quedarnos de nuevo en silencio. No sabía cuánto le había contado Mauro sobre mí así que hablaría de nosotros lo menos posible para no despertar mucho interés, no estaba interesada en que supiese de mi vida pasada. Le dije que lo había ayudado a curarse de las heridas que le provocaron unos chicos cuando apareció en la ciudad en la que vivía y que luego fue él el que me ayudó a huir de esa misma ciudad.
_ ¿Te has largado del lugar de donde te criaste solo por unas pintadas de mierda?, no creo que me estés contado toda la verdad, estoy seguro de que no eres tan tonta como aparentas y que sabías que el castigo no era tan alto como para huir y exponerte a peligros aún mayores, ¿qué pasa con los chicos de tu ciudad, no eran lo suficientes buenos para ti?, ¿o no mostraban tanto interés como tú pretendías?, ¿por eso escapaste con Mauro? , ¿qué te ha prometido él como para alejarte de una vida de confort y vivir en constante peligro?
Aquellas palabras hizo que mi cuerpo se estremeciese de miedo, ¿confort?, mi vida no era tan idílica como se pensaba, la familia que me había acogido vivía de las apariencias, el calor de lo que era una familia había desaparecido con mis padres, y pensar en Julio o en su amigo aún me causaba pesadillas. Empezaba a hacer más frio y crucé los brazos sobre mi pecho, no quería derramar una lágrima más así que las empujé hacia el interior y tragué saliva. Quería decirle que se metiese en sus propios asuntos cuando escuchamos un ruido, me dijo que me agarrase fuertemente a la carretilla y empezó a cabalgar velozmente. Un par de hombres subidos en sus caballos aparecieron a ambos lados de nuestro camino, avanzaban más deprisa que nosotros y pronto nos dieron alcance, uno de los hombres llevaba en la mano una especie de látigo, el otro hombre un hacha de gran tamaño, mientras uno de ellos intentaba golpearme con aquella cuerda yo buscaba la mejor manera de proteger nuestra mercancía, no me importaba recibir los golpes siempre y cuando nuestras pertenencias se encontrasen a salvo. El otro hombre buscaba la manera de que nuestro caballo se detuviese, Bastian luchaba con destreza protegiéndose de los golpes del intruso mientras seguía cabalgando por el sendero, el hacha que había sacado de un lado de la silla de montar se parecía a la del enemigo solo que era un poco más alargada y la hoja más pequeña y fina. Bastian logró tirarlo al suelo después de soltar un grito de dolor, luego saltó a la carretilla para enfrentarse al otro intruso, consiguió hacerse con el látigo mientras tiraba fuertemente de él y aquel hombre salió volando por encima de nuestras cabezas cayendo también al suelo entre matorrales. Bastian regresó con rapidez de nuevo al caballo y logró controlarlo. Me preguntó si estaba bien y aunque sentía miedo y dolor lo único que logré preguntar era si faltaba mucho para llegar. Empezaba a llover cuando llegamos a una enorme montaña cubierta de rocas, caminamos bordeando varias de ellas cuando de pronto paró el caballo, caminamos entre la maleza y luego retiró varios matojos de la pared de una gran roca. A los pocos minutos aparecieron un par de hombres delante de nosotros, yo aún no estaba segura de donde habían salido aquella gente aunque casi juraría que los vi salir del interior de la roca. Me puse en estado de alerta porque pensé que de nuevo nos enfrentaríamos a otros dos maleantes pero suspiré de alivio cuando se saludaron con un fuerte apretón de brazos y luego se daban unas palmadas en los hombros. Después de rodear el resto de la maleza descubrí un grupo de troncos alineados uno encima de otro pegados a una roca, fueron sacando uno tras otro hasta dejar al descubierto una abertura en la roca lo suficiente ancha como para pasar el caballo con la carretilla, después de hacer entrar al caballo los demás fuimos detrás, era bastante profunda y estaba poco iluminada, solo al caminar unos pocos metros más Bastian y otro de los hombres que nos acompañaba hicieron rodar una gran piedra redonda con una polea que estaba medio escondida, seguimos caminando por esa cueva aunque ahora unos pequeños farolillos que estaban en la cavidad de la roca nos iluminaban un poco el camino, había varias bifurcaciones y fue por una de ellas donde se marchó uno de los hombres con el caballo y la carretilla, por instinto agarré fuertemente la mochila que llevaba en el brazo, la otra seguía colgada en mi espalda, al poco de caminar empezaron a aparecer personas que me miraban sorprendidos y saludaban a Bastian. El primo de Mauro habló con una mujer de unos cincuenta o sesenta años, un poco más alta que yo, llevaba el pelo corto y gris y sus ojos parecían marrones, ella entonces se acercó a mí y me invitó a que le siguiese, no estaba segura a donde me llevaba pero su sonrisa en el rostro fue suficiente para seguirla, en ningún momento solté las mochilas aunque ella se ofreció en ayudarme. Llegamos a una estancia de unos diez o doce metros cuadrados más o menos, tenía una cortina de color oscura y bastante opaca que hacía de puerta proveyendo ese lugar de un poco de intimidad, en el suelo se encontraban un par de colchones y unas mantas dobladas al lado de ellos, un farolillo colgaba encendido en un hueco de la pared, también habían hecho con unas cajas de madera unas especies de estanterías donde se podían ver algún libro y ropa, un banco de madera oscura se encontraba en otra de las esquinas de aquella habitación.
_ Siéntate aquí por favor, voy a curarte las heridas.
Aquella mujer me hablaba dulcemente sin perder la sonrisa, me recordaba a mi madre, borré aquella imagen de mi mente, no era el mejor momento para ponerme melancólica.
_ ¿Heridas?
Fue entonces cuando observé después de que me ayudase a sacarme el abrigo la delgada sudadera manchada de sangre y con varias roturas, me fijé en mi abrigo que estaba en el suelo, él también tenía manchas rojas y se veía bastante destrozado, cogí la mochila que dejé a un lado y también se había rasgado en varias zonas, aunque estaba pensando en que todo aquello podría arreglarse porque seguramente lo necesitaría. Me preguntó si necesitaba ayuda para quitarme el resto de la ropa ya que tendría que curarme las heridas, le dije inmediatamente que no, aún seguía escondido dentro de mi ropa interior parte del dinero que no le había dado junto con las medicinas. Busqué un lugar seguro para esconderlo antes de que viniese esa mujer con el agua para limpiar las heridas o Bastian para llevarse lo que había en mi mochila, no había prácticamente ningún lugar donde poder guardarlo así que rápidamente saqué mi pantalón y me puse uno corto y encima la falda del colegio que seguía en mi mochila, guardé el dinero y el medicamento dentro del pantalón y bajé la falda, luego me fijé en las heridas, tenía una en el muslo derecho aunque esa ya había parado de sangrar, también tenía varias en ambos brazos aunque eran menos profundas y estaba segura de que tenía alguna más en mi espalda porque me dolía y al ver el estado de mi sudadera no me cabía duda. Cuando regresó la mujer yo seguía con la camiseta de manga corta que había traído pues a simple vista no se veía tan mal, además no quería malgastar la ropa tan rápido. La mujer se sentó a mi lado con un cuenco de agua clara y un pequeño paño blanco, lo mojó en el cuenco y luego lo pasó por uno de mis brazos limpiando la herida, aquello me trajo dolorosos recuerdos y me aparté un poco de ella, me miró extrañada y yo le miré al rostro forzando una sonrisa, le dije que yo misma me las limpiaría, insistió en que al menos me limpiase ella las dos de la espalda pero amablemente le dije que lo haría yo, dudo un momento, observó mi nerviosismo y me miró de nuevo a los ojos, no dijo nada, no sabía que estaría pasando por su mente pero rogué que con mi conducta no descubriese mi secreto, intenté aparentar lo más calmada posible antes de que saliese del habitáculo y le di las gracias cuando desapareció tras la cortina. Me limpié las heridas lo mejor que pude y luego me puse una nueva sudadera, cogí mi manta favorita y me enrollé con ella todo el cuerpo, a pesar de que había varias antorchas y faroles encendidos yo sentía todo mi cuerpo temblar aunque no estaba muy segura de cual era el motivo. Después de estar un rato a solas en aquel lugar de nuevo apareció la mujer, me preguntó si me encontraba mejor y le dije que si, dándole las gracias nuevamente, cogió el cuenco y el paño y se dio la vuelta para desaparecer de nuevo, antes de que saliese de la habitación le pregunté como se llamaba y me dijo que Clara, le pregunté si había visto a Mauro, pero ella no sabía quien era él, iba hacer una breve descripción de él cuando apareció en el cuarto Bastian. Miró las mochilas y después de decirme que tenía mejor aspecto se fue directamente hacia la mochila que llevaba el medicamento, los cogió todos y después me dijo que escogiese la ropa y el calzado que me pondría en este lugar y que el resto se lo diese a Clara para que lo repartiese entre la gente que vivía aquí. Le dije que no lo haría, aun no había hablado con Mauro y no estaba segura de si me quedaría en este sitio así que tal vez la necesitase, si decidía quedarme entonces ya la repartiría con ellos a cambio de mi alojamiento aquí, ya que no podía contar con su gratitud y que debía costearme un sitio aquí aunque el dinero y los medicamentos que me había confiscado debería ser más que suficiente para costear un lugar para mí y para Mauro en este sitio. No dijo nada y se giró para salir de la habitación, antes de que se marcharse pregunté por Mauro pero me dijo que aún no había llegado.
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TABSAVIT
Historical FictionEn un mundo de caos y de destrucción una chica lucha por sobrevivir junto a su mejor amigo Mauro y acaban en un campamento junto a otra gente que también huyen de una vida precaria, allí conoce el amor y el calor de una gran familia pero también e...