Semana ocho, semana nueve y semana diez ( segunda parte)

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Corrí hacia ellos y me puse delante para que parasen el carruaje, le pregunté si iban a la ciudad y si podían llevarme, a pesar de que era una chica joven en los tiempos que corrían nadie se fiaba de nadie, vi como seguían su camino pero a unos metros de distancia volvieron a pararse y me dijeron que subiese. Apenas entraba en aquel carro ya que aparte de las dos mujeres había varios sacos llenos, aunque no podía saber que contenían, tal vez todas sus pertenencias. Mientras íbamos camino a la ciudad me preguntaron cómo me llamaba y porque estaba allí, no quería mentirles porque parecían buenas personas así que le dije una verdad a medias, que me marché de casa porque mi familia ya no podían seguir manteniéndome y que pretendían venderme. Durante el trayecto el chico giró su cara varias veces y me sonrió, su padre tuvo que darle algunos pequeños cachetes en la cabeza para que mirase al frente algo que me hizo mucha gracia. Mi cuerpo se puso rígido cuando un par de policías fronterizos nos paró, intentaba aparentar tranquilidad y pasar lo más desapercibida posible pero uno de aquellos hombres me miró un par de veces, el hombre mayor les dijo que iban a la ciudad a buscar una vida mejor y que llevaba a toda la familia con él, le pidieron los papeles de registro y tuvo que decirle que se habían quemado en el incendio de su casa pero que volverían a registrarse en cuanto llegasen a la ciudad, inspeccionaron la mercancía que llevaban y luego nos dejaron seguir, me sentí aliviada cuando me vi lejos de aquellos hombres y les agradecí lo que habían hecho. Cuando entramos en la ciudad decidí bajarme allí y seguir por mi cuenta, el chico habló rápidamente y algo nervioso, dijo que no tenía que irme y que podía quedarme con ellos, luego miró a sus padres como pidiéndoles permiso pero antes de que dijesen algo  yo les agradecí  de nuevo su ayuda y les dije que me iría por mi cuenta que ya habían hecho bastante, luego me acordé de la pelirroja y antes de que siguiesen su camino volví sobre mis pasos y les dije que si un día se encontraban en apuros que fuese al almacén, le di el nombre del local y que preguntasen por Bastian, que le dijese que una vez me habían ayudado y seguramente les echaría una mano, después me despedí nuevamente de ellos. Aunque sabía que yo no era santo de devoción de Bastian estaba segura de que si les pedían ayuda independientemente de si me conocían o no él los ayudaría. Después caminé alejándome de los lugares más frecuentados por la gente y sobre todo del local donde se encontraba la amiga de Bastian. Por un segundo me puse a pensar si el cadáver de Saúl aún seguiría en aquel callejón, eso ya no importaba, no pensaba ir a averiguarlo. Una vez en que entré en aquel barrio tuve que extremar las precauciones, no solo porque debía limitarme a pasar desapercibida ya que por el poco tiempo que llevaba allí había visto una patrulla vecinal, no solo tenían a la policía para asegurar su seguridad, entre ellos también  formaron un grupo de vigilancia. Sabía que para que el plan funcionase necesitaría el suficiente tiempo para conocer las costumbres de aquella familia pero yo no tenía ese tiempo ya que Mauro aún seguía necesitando esas medicinas y cuanto más tardase en robarlas menos medicamentos conseguiría ya que me preocupaba el continuo entrar y salir de personas de aquella casa, estaba segura de que no eran unas visitas normales, además todos ellos eran de una clase social igual o más elevada que los que residían ahí. Me acomodé en un lugar seguro, cerca para vigilar sus movimientos pero no tanto como para que pudiesen sospechar. Ya cuando empezaba a caer la noche aquel hombre salió de su casa montado en una bicicleta, esa persona le importaba un comino el peligro y por lo que parecía supuestamente no le suponía ningún problema llamar la atención de esa manera, parecía que quería que toda persona que se cruzase con él supiese que su estatus era más superior, se parecía a mis tíos, eran gente  que no sabían o no querían saber de las necesidades o  carencias de las personas y que para sobrevivir harían cualquier cosa y un hombre paseándose en la noche con una bicicleta que en estos tiempos era algo valioso  era como estar pidiendo a gritos que lo matasen o robasen, aunque supongo que debía ir bien armado. Sabía que eran horas donde muchos se intercambiaban mercancía por otra y que probablemente a eso iba. Aunque estaba impaciente por entrar en la vivienda tenía que esperar a que aquel señor regresase o podía acabar sorprendiéndome en su casa, no tenía ni idea en cuanto tardaría en volver. La mayoría de aquellas viviendas funcionaban con generadores, la red eléctrica aunque en gran parte de las ciudades estaba restablecida seguían funcionando por muy pocas horas, aún quedaba mucho por hacer para que el mundo volviese a recuperar el nivel de los años anteriores a la catástrofe. Las luces de algunas casas empezaron a apagarse, en todas las ciudades se había establecido un horario para que la electricidad dejase de funcionar a ciertas horas de la noche, no era el caso de las lámparas de aceite, velas, linternas etc. Aunque la noche era agradable la presencia de la lluvia hizo que me resguardase entre los árboles, seguía viendo la casa pero empezaba a mojarme y las gotas heladas de lluvia hacía que el frio entrase en mi cuerpo, si aquel hombre no llegaba pronto acabaría muerta de por congelación. Por suerte no tuve que esperar mucho, llegó con una pequeña mochila en la espalda y un gorro de lluvia en la cabeza, un rato después una pequeña luz que iluminaba una habitación se apagó, ahora solo debía esperar un poco más y entrar en aquella casa una vez que la presencia policial hiciese su recorrido y se alejase de allí. Entrar en aquella casa no suponía algo difícil de conseguir, el problema era encontrar los medicamentos y llevármelos sin que nadie se diese cuenta, todo estaba oscuro y aquello dificultaba la operación, mis pesadillas intentaban colarse en mi mente y yo buscaba la mejor manera de que mi respiración volviese a mi ritmo normal, con la llegada de la lluvia la noche se había convertido en una garganta oscura que intentaba tragarme, necesitaba concentrarme en mi labor y poner a raya mi miedo, algo que parecía difícil. Al entrar en esa casa completamente a oscuras choqué con algo que hizo ruido y que estuvo a punto de caer al suelo, lo agarré rápidamente dejándolo en su sitio y me escondí en cuanto escuché el sonido de unos pasos acercarse, un quinqué encendido iluminaba toda la habitación luego se fue hacia la que estaba al lado y así hasta inspeccionar todas, por suerte aquel hombre que había visto antes en bicicleta se dio por vencido y regresó a su dormitorio. Esperé un rato más antes de seguir buscando lo que había venido a robar, normalmente esa gente no era muy distinta a las personas con las que había  convivido o conocido y  que eran de su misma clase social, parecía que todas habían crecido con una misma lección de vida, la caja fuerte donde guardaban sus cosas más valiosas estaba en el lugar más apartado de la casa y que tendría que pasar desapercibido por el ojo humano, lo mismo que en la casa de mis tíos o la de Julio,  por lo que una vez le escuché cuando le robó a sus padres dinero de la caja fuerte para comprar unos porros. Porque eso sí, cuando la orden mundial se fue a la mierda y con ello los problemas financieros, la salud pública, las comunicaciones, la red eléctrica … la única cosa que siguió funcionando y que aumentó fueron las drogas, cualquier tipo de droga era buena para olvidarnos por un momento de nuestra situación y de  nuestro futuro. Una vez encontrado la caja fuerte necesitaba abrirla, no era una caja numérica, con botones donde se ponía una combinación y ya estaba, más bien era de las antiguas donde se necesitaba una llave para abrirla. Cogí el alambre que había traído conmigo y empecé a hurgar en su cerradura para abrirla, me costó un tiempo porque el lugar seguía estando a oscuras y cuando la abrí apunté unos segundos con mi linterna hacia su interior, no solo había un montón de medicamentos también podía ver una buena cantidad de dinero. Cogí una bolsa de lona que tenía en mi bolsillo derecho la desplegué y metí todo lo que podía caber en ella, también una buena cantidad de dinero y después de cerrarla la sombra de una pequeña niña con un farolillo en la mano interrumpió mi huida, me miró sorprendida con la boca abierta, no sé si estaba a punto de gritar o solo le resultaba extraño encontrarme en su casa pero me acerqué rápidamente a ella y le tapé la boca, le dije susurrando que no se asustase, que estaba allí para dejarle un regalo a su padre, me miró como pidiendo permiso para hablar y despacio aparté mi mano. Me preguntó inocentemente si también le había dejado un regalo para ella, le dije que sí, sabía que a la mañana cuando se enterase se iba a decepcionar pero esperaba que algún día cuando fuese mayor lo entendería aprendiendo una buena lección, no se puede nunca fiar de unos desconocidos, le dije que volviese a la cama y que apagase el farolillo, me contestó que tenía miedo a la oscuridad, yo le sonreí y le dije que yo también pero que tenía que ser valiente y regresar a su habitación y sobre todo no contarle nada a sus padres que debía ser un pequeño secreto entre nosotras. Además no podía seguir charlando con ella, en cualquier momento sus padres podían descubrirme y adiós a mi plan, se fue corriendo a su habitación o eso era lo que yo creía, mientras yo inspeccionaba con cautela el exterior de la vivienda para saber si había presencia policial o de la patrulla vecinal, una vez que me había asegurado salí rápidamente de allí pero no había contado con que la pequeña niña, al parecer no pudo aguantar con aquel secreto hasta la mañana siguiente y fue a contárselo a sus padres, el hombre había sacado medio cuerpo por la ventana y gritando que me detuviesen. El miedo en el cuerpo fue mayor, la lluvia seguía cayendo y la noche estaba más oscura que antes de entrar en la vivienda, no sé si aquel hombre era un experto tirador o solo fue suerte, a pesar de la oscuridad y de que estaba alumbrando en mi dirección con una pequeña linterna escuché varios sonidos de disparos y luego un fuerte dolor en mi muslo izquierdo, una de sus balas había conseguido alcanzarme, aún así seguí corriendo, temía que la policía o cualquiera que estuviese haciendo la guardia por allí me capturasen, volví a escuchar una nueva detonación pero por suerte esta vez no llegó a alcanzarme, seguí corriendo, sabía exactamente al lugar donde me dirigía porque lo había planeado antes de llegar al barrio por si las cosas salían mal, como exactamente había ocurrido. En el primer lugar que buscaría la policía sería en lugares pocos frecuentados o desérticos, almacenes, casas… sitios abandonados,  por eso me dirigí a un lugar en el que posiblemente no era bienvenida pero que estaba segura que no registrarían. Entré con sigilo y me dirigí a la habitación del fondo que estaba media oculta. Una vez dentro miré mi pierna, el pantalón estaba mojado y una de las perneras estaba manchada de sangre, también el suelo del almacén estaba mojado por donde había pisado y podía verse algunas gotas rojas, esperaba que la lluvia que ahora caía más fuertemente borrada los rastros de sangre que me llevaban hasta ese lugar. Saqué mi sudadera y la camiseta y lo más difícil fue quitarme el pantalón, temía que en cualquier momento pudiese desmayarme, luego cogí la cuerda y la enrosqué alrededor de mi muslo  junto con mi camiseta mojada para hacer un torniquete, tenía que hacer que parase de sangrar. Me envolví entre las mantas que aún seguían allí, y con un paño que encontré en el almacén limpié y sequé las manchas de agua, barro y sangre del suelo, luego regresé a aquella habitación, el dolor era casi insoportable y no sé si me desmayé o me quedé dormida por el cansancio ya que cuando desperté escuché unos ruidos en el exterior, me levanté despacio y entreabrí la puerta, se podía ver la claridad de la mañana entrando en el local, varias personas estaban hablando pero apenas escuchaba lo que decían, tenía a mi lado el cuchillo por si lo necesitara pero no estaba segura de cómo lo emplearía si se diese el caso. Pasó bastante tiempo antes de que la puerta se abriese, era Úrsula, la amiga pelirroja de Bastian, se sorprendió al verme allí y cerró la puerta detrás de ella para preguntarme qué es lo que hacía allí y si no me había quedado claro que no era bienvenida en aquel lugar. Su rostro se puso pálido en cuanto vio mi pierna ensangrentada, la herida había parado de sangrar pero sentía como un frío intenso se movía por mi cuerpo cubriéndolo por completo, también empezaba a tener fiebre y aquella chica sabía lo que estaba pasando.
_ ¿Tú eres la persona que está buscando la policía?,  no puedes quedarte aquí si te descubren quemarán el local y matarán a mi marido y a mí por cómplices.
_ Esta bien, me iré en cuanto se haga de noche, ¿no querrás arriesgarte a que me descubran saliendo a plena luz del día de este lugar, no crees?
Ella me miró dubitativamente.
_ Escucha no voy a hacer ningún ruido, solo necesito descansar unas horas y luego no volverás a verme.
_ Eso dijiste la última vez.
Cogí debajo de la almohada un fajo de billetes de los que había robado unas horas antes y sacado de la mochila antes de esconderla para que no me la encontraran y se los entregué, ella los miró pero no alargó su mano para cogerlos, sabía que era cuestión de minutos, esa chica se casó con un hombre mucho mayor que ella que bien podría ser su padre y estaba segura que no había sido por amor dada la relación que tenía con Bastian, así que pronto aceptaría el dinero. Escuchamos el sonido de una campana, alguien había entrado en el almacén. Cogió el dinero y me dijo que en cuanto se hiciese de noche me largase de allí o ella misma se encargaría de echarme del local. Antes de que se fuese le pedí que me trajese alguna prenda suya y al poder ser también un desinfectante para la herida. Pasó un buen rato hasta que volvió a aparecer, yo ya empezaba a ver alucinaciones, me entregó una falda y un jersey algo viejos, también me dio algo para bajar temporalmente la fiebre y un trozo de pan con un vaso de leche, le agradecí aquel gesto.
_  Si de verdad quieres agradecérmelo no regreses nunca más por aquí, en cuanto estés lista deberías marcharte, hay mucha presencia policial pero estoy segura que te las arreglarás, has montado una buena, esta mañana la policía registró varios locales y pensiones, incluso visitó el burdel por si te encontrabas allí, a estas alturas pensarán que ya estarás bien lejos junto con algún cómplice, dicen que robaste en una de las casas de la zona norte, hablan de que te hiciste con un gran lote de joyas, dinero y algunas medicinas, también dicen que amenazaste a su hija pequeña. La guardia urbana se ha llevado a varios personas que dormían en la calle para interrogarlos, pero todos sabemos que esa gente no es culpable porque entonces no estarían durmiendo sin un techo encima, solo lo hacen para justificar que están haciendo un buen trabajo protegiendo la ciudad de personas como esas.
_ Supongo que todo lo que yo diga no servirá de nada, nadie creerá a una delincuente frente a un hombre adinerado pero te puedo decir que no es del todo cierto, además como decía mi padre, el ladrón que roba a otro ladrón tiene cien años de perdón, y te aseguro que ese hombre  no es del todo legal, la manera en que consigue cierto tipo de mercancías es bastante dudosa, pero como te dije antes ¿quién me va a creer a mí?
_ Me da igual la clase de hombre  que sea pero no estaré tranquila hasta que tú te vayas de aquí y por cierto alguien debería verte esa herida, acabarás muriendo si no te sacas esa bala del cuerpo, aunque es algo que a mí no me importa, aún no entiendo como lograste entrar en el local.
_ Gracias por tu hospitalidad y por cierto si quieres asegurarte que nadie vuelva a entrar en tu negocio deberías tener un perro, los ladridos seguramente ahuyentarían a muchos ladrones.
_ Puede que lo haga.
Después de aquella conversación se alejó del lugar dejándome a solas. Tener perro para protegerse de los ladrones hubiese sido una buena opción si no fuese porque unos años atrás hubo una pequeña epidemia de pulgas y garrapatas que se cobraron la vida de algunas personas, ahora tener cualquier animal de compañía era algo dudoso por no decir que también costoso, no solo había que alimentarlo, también había que bañarlo e incluso desinfectarlo para que no volviese a ocurrir lo de antaño, otra cosa es que se necesitaba el consentimiento de los mandamases del lugar y pagar un pequeño impuesto por ellos. Nada fácil con los tiempos en los que vivíamos, los pocos que aún conservaban ese tipo de mascotas lo hacían ilegalmente o porque amaban a los animales y no querían que cualquier persona terminase por comérselos cuando el hambre apretaba como así solía suceder. Cuando ya estaba lista para marcharme metí la mochila con lo robado debajo de mi jersey como aparentando un embarazo, la falda me quedaba larga, casi no podía correr porque llegaba hasta los tobillos, tenía un par de agujeros cerca del dobladillo, agarré mi ropa todavía mojada e hice una bola con ella, una vez limpia seguro que me serviría, todo valía con los tiempos que corrían, los calcetines seguían un poco húmedos al igual que las botas pero era preferible eso que ir descalza.

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