[39] Furia

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Katakuri refunfuñó molesto. El ruido del granizo contra el cristal le impedía concentrarse.

No tenía ganas de trabajar, estaba nervioso. No había dormido bien y sufría un horrible dolor de cabeza. Se suponía que iba a pasar el día con sus hermanos, desarrollando por fin un nuevo sistema de vigilancia costera para compensar la pérdida de los Piratas del Sol. Por desgracia, debido a los errores de su madre, estaban en malos términos con los hombres pez y no podrían reemplazarlos. Katakuri no tenía ni idea de lo que iban a hacer. Y el hecho de que no pudieran conseguir nuevos homies significaba que tenían que contactar con mercenarios en los que no confiaba.

En resumen, estaba de muy mal humor. Y la tormenta no ayudaba.

Tenía ganas de ser un cobarde y huir de sus responsabilidades. De todos modos, no le quedaba mucho tiempo antes de encontrar a sus hermanos. Más le valía aprovechar los pocos momentos de libertad de los que podía disponer antes de soportar otra reunión que no serviría para nada. Podía elegir entre escabullirse para devorar unos merecidos donuts o... escabullirse para encontrar a King.

La segunda opción era mucho más tentadora incluso si ahora temía cada una de sus reuniones. Tenía que hablar con el y decirle cómo se sentía. No tenía otra opción ahora, esta espera se estaba volviendo ridícula. Era demasiado mayor y demasiado razonable para seguir haciéndose el tímido. Estaba casi seguro de que las cosas irían bien ahora que no había más obstáculos entre ellos. Y King se estaba recuperando, sabía que estaba dispuesto a tener esta conversación. En última instancia, lo que más le preocupaba era verse demasiado patético delante de él. Hacer alarde de su inexperiencia era muy vergonzoso.

Sin embargo, esta ansiedad no tenía razón de existir por el momento. Tenía poco tiempo para pasar en su compañía, probablemente no hablaría con el de inmediato. Y con suerte King comenzaría el tema primero...

Salió rápidamente de su oficina, decidido a aprovechar al máximo el poco tiempo que tenía, y corrió hacia la puerta de King. Llamó tres veces, como de costumbre, y esperó pacientemente a oír el habitual gruñido como respuesta. Miró hacia abajo y vio la nueva canasta de guarniciones que Pudding le había dejado. Él puso los ojos en blanco con una sonrisa indulgente; ella definitivamente no estaba escuchando. Sin embargo, se sorprendió al encontrarlo en la puerta y no dentro. ¿Él no la había dejado entrar?.

Preocupado, volvió a llamar -quizá estaba dormido- y, al no obtener respuesta, abrió la puerta discretamente. Listo para arriesgarse a una mirada silenciosa. Sólo tardó un segundo en darse cuenta de que King no estaba en su habitación. Qué raro, aún era temprano. No solía salir antes de la hora de comer.

Una corriente de aire llamó su atención. Cuando entró, encontró la ventana abierta de par en par y las cortinas al revés. El viento había derribado varios objetos de la habitación y la lluvia había empapado el suelo. Su primer instinto fue cerrarlo todo rápidamente, refunfuñando que King podría haber tenido más cuidado. Una vez recuperada la calma, inspeccionó la habitación con más detenimiento. La cama estaba hecha y, aparte del caos causado por la tormenta, todo parecía estar en su sitio.

Una ligera sensación de aprensión se apoderó de él. Sólo se le ocurría una razón por la que King podría haber dejado la ventana abierta de par en par con semejante tiempo. Se había ido volando.

Una vez más, empezó a enfadarse -no era razonable volar en su estado, y menos con este tiempo- antes de dejarse consumir por un mal presentimiento. Su mal humor y el dolor de cabeza no le ayudaban a pensar con más calma. Un solo hecho tenía claro en su mente y no podía pensar en nada más.

Prince Incendié [Traducción Español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora