La sangre es vida warhammer fantasy

Capítulo 11

Capítulo 11

Mientras el caos estalló entre los vampiros restantes, la mente de Atlas se aceleró con pensamientos de oportunidad y ambición. Había leído sobre la resistencia de vampiros como Vlad en su vida anterior, sabiendo que la muerte a menudo era sólo un revés temporal para las criaturas de su especie. Con Vlad aparentemente destruido, el vacío de poder presentaba una oportunidad que Atlas no podía ignorar.

Al mirar el anillo de sello de Vlad, un símbolo de poder y autoridad que brillaba siniestramente a la luz de la luna, Atlas sintió una oleada de determinación corriendo por sus venas no-muertas. El anillo parecía susurrar promesas de dominio y conquista, despertando algo primitivo dentro de él, pero sabía que no era el momento. Aún no.

Volviéndose hacia su creadora, Sophia, Atlas habló con convicción, su voz con un trasfondo de ambición calculada. La persuadió para que declarara que permanecían leales a Vlad y a ningún otro, enfatizando la necesidad de unidad frente al caos. Sophia, siempre astuta, reconoció el potencial de las palabras de Atlas y aceptó de mala gana, aunque en su mirada había un rayo de sospecha.

Atlas sabía que era un movimiento arriesgado, pero que potencialmente podría elevarlo a una posición de gran influencia y poder. Con el apoyo de su creador y la fachada de lealtad a Vlad firmemente establecida, Atlas comenzó a planificar su próximo movimiento, con la mente llena de planes y estratagemas.

Mientras los otros vampiros peleaban entre ellos, sus voces se alzaban en una cacofonía de discordia, Atlas reunió a sus tropas y esperó el inevitable regreso de Vlad von Carstein. Podía sentir la tensión en el aire, una anticipación palpable que flotaba pesada como un sudario sobre el paisaje oscurecido.

La noche parecía extenderse sin fin, cada momento que pasaba estaba lleno de anticipación e incertidumbre. Atlas permaneció en vigilia, con la mirada fija en el horizonte donde Vlad inevitablemente regresaría. Sabía que cuando llegara el momento, estaría listo para aprovechar la oportunidad y reclamar el lugar que le correspondía en la jerarquía de los no-muertos.

La noche se extendió sobre vampiros y cayó sobre vampiros. Los ejércitos de no-muertos que se habían unido contra los ejércitos de mortales ahora se volvieron unos contra otros. Atlas y Sophia observaron desde las afueras. No lo suficientemente poderoso como para ser un peligro para el aspirante a Conde y, por lo tanto, mucho menos; al menos hasta que cesaron los combates y surgió un nuevo gobernante. El nuevo Conde Vampiro sin duda recompensaría a los leales y castigaría a los que no lo fueran, una categoría en la que Atlas, con su neutralidad, caería.

Finalmente, Herman Posner, duque de Waldenhof, ocupó su lugar al frente del ejército. Su fuerza con las armas había quedado demostrada al matar a otros dos duques en combate singular y salir de su tienda con sus cabezas cortadas en alto para que todos pudieran presenciarlas.

Finalmente, cuando las primeras luces del amanecer comenzaron a surcar el cielo, un murmullo silencioso se extendió entre los vampiros reunidos. El suelo tembló bajo sus pies y un viento helado barrió el aire, llevando consigo el inconfundible olor a muerte y descomposición.

Y entonces, emergiendo de las sombras como un espectro fatalista, regresó Vlad von Carstein.

Su presencia era como una nube oscura que descendía sobre el campo de batalla, sus ojos ardían con un fuego de otro mundo que provocaba escalofríos en todos los que lo contemplaban. Vestido con un atuendo regio que hablaba de siglos de poder inquebrantable, Vlad exudaba un aura de malevolencia y autoridad que era imposible de ignorar.

Como Herman Posner, se pavoneaba con arrogancia al frente del ejército no dispuesto a renunciar al mando que había alcanzado. La mirada de Vlad cayó sobre él con una intensidad fría que envió un escalofrío por la espalda de Posner. Sin decir una palabra, Vlad levantó la mano y el mismo aire pareció crepitar con energía oscura.