Capítulo 65

62 9 0
                                    


Capítulo 65

En el centro del caos, entre las nubes de polvo y humo que se arremolinaban, se alzaban dos imponentes figuras, cada una de ellas un titán de su respectiva raza. A un lado se alzaba la enorme figura de Gorbad Garra de Hierro, con sus músculos abultados bajo capas de armadura rudimentaria y sus ojos ardiendo con una furia primitiva que parecía encender el aire a su alrededor. En sus enormes manos sostenía con fuerza a Morglor el Destructor, un hacha legendaria forjada en los fuegos de odios ancestrales, cuyos bordes dentados latían con energía oscura.

Frente a él se encontraba Astragoth Mano de Hierro, Sumo Sacerdote de Hashut, con su forma de piedra envuelta en una armadura arcana de hierro negro y runas brillantes. Con una mirada tan fría e inflexible como las propias montañas, Astragoth examinó a su oponente con una intensidad calculadora, sus manos envueltas en llamas parpadeantes de poder mágico.

Durante un largo momento, los dos guerreros se miraron fijamente a través del campo de batalla, sus ojos se encontraron en un desafío silencioso que hablaba a las claras de la enemistad entre sus razas. Luego, con un rugido atronador que sacudió la tierra bajo sus pies, cargaron uno contra el otro, con las armas en alto y los gritos de batalla resonando en los cielos.

Mientras chocaban en un torbellino de acero y fuego, el aire crepitaba con el poder puro de su conflicto. Gorbad blandió a Morglor el Destrozador con ferocidad salvaje, cada golpe destinado a partir a su oponente en dos. Pero Astragoth no fue una presa fácil, su escudo y armadura desviaban los golpes con asombrosa precisión mientras desataba torrentes de llamas de sus palmas extendidas.

El duelo se prolongó con una intensidad impresionante, y cada combatiente se esforzó al máximo de su resistencia en un intento desesperado por conseguir la victoria. El hacha encantada de Gorbad danzaba por el aire y su filo afilado atravesaba las defensas de Astragoth con una facilidad alarmante. Pero el Enano del Caos era implacable y su dominio de la magia del fuego tejía una red mortal de llamas que amenazaba con consumir a su enemigo.

A medida que la batalla alcanzaba su clímax, ambos guerreros se encontraban en un punto muerto mortal, con sus fuerzas y habilidades igualadas. Con cada ataque de Morglor el Destrozador, Astragoth contraatacaba con una ráfaga de fuego abrasador, mientras que los talismanes rúnicos de Gorbad brillaban con energía protectora, desviando lo peor del ataque de su oponente.

En medio del caos, el destino de la batalla pendía de un hilo, en el filo de una navaja, mientras los dos titanes se enfrentaban en un choque de proporciones titánicas. Cuando el polvo se asentó y el humo se disipó, quedó claro que ni Gorbad Ironclaw ni Astragoth Ironhand saldrían ilesos de este duelo, sus destinos entrelazados en una lucha que resonaría en los anales de la historia.

Las piernas mecanizadas de Astragoth siseaban con fuerza neumática, impulsando pistones que lo impulsaban con gracia rápida y mecánica a través del campo de batalla. Desde su elevado punto de vista, contempló el caos que se desarrollaba debajo, su rostro pétreo traicionaba poca emoción mientras presenciaba la matanza provocada contra sus compañeros enanos.

A pesar de ver a sus parientes caer en masa, Astragoth no sintió ninguna punzada de remordimiento. Para él, sus vidas no eran más que chispas fugaces en la gran fragua de la historia, prescindibles en la búsqueda de sus mayores ambiciones. Sin embargo, mientras observaba su valiente lucha, un frío cálculo carcomía los bordes de su conciencia. Demasiadas pérdidas significarían un desastre para su imperio, por lo que sabía que debía actuar con rapidez para detener la marea del derramamiento de sangre.

Sus pensamientos lo distrajeron momentáneamente, dejando una abertura para que Gorbad la tomara. El dolor fue lo primero cuando el hacha encantada partió la carne de su hombro dejando una fuente de sangre; su brazo había sido partido. Astragoth Ironhand se había visto obligado a transformar uno de sus brazos con maquinaria y hechicería debido a una herida que había sufrido mucho tiempo atrás y que le había valido el título de 'Ironhand'. Ahora su Ironhand yacía en el suelo mientras él se sentía cada vez más débil.

La sangre es vida warhammer fantasyWhere stories live. Discover now