La sangre es vida warhammer fantasy

Capítulo 60

Capítulo 60

Cuando el ritual alcanzó su clímax, Atlas se paró en el centro de la plataforma, con los brazos extendidos mientras canalizaba el vasto poder del hechizo de sacrificio en el artefacto que apretaba con fuerza en su mano. El aire crepitaba con energía mientras los gritos de los esclavos moribundos llenaban el aire, su fuerza vital alimentaba el funcionamiento arcano del ritual.

Con cada instante que pasaba, el artefacto parecía cobrar vida en las manos de Atlas, las delicadas enredaderas que lo componían se retorcían y se retorcían como si estuvieran infundidas con una vitalidad recién descubierta. Latía con una energía radiante que parecía hacerse más fuerte con cada latido del corazón, su poder aumentaba para igualar la enormidad del sacrificio que se estaba haciendo en su nombre.

Con un movimiento rápido y practicado, Atlas arrojó el artefacto al aire sobre el burbujeante caldero de magma que había debajo. Las runas inscritas en su superficie ardían con una luz de otro mundo mientras se abrían camino en el aire, manteniendo el artefacto en alto y a salvo de los fuegos que ardían debajo.

Mientras el artefacto flotaba suspendido en el aire, una ola palpable de poder emanó de su núcleo, bañando la tierra circundante con un aura brillante de Ghyran. Donde una vez el paisaje había estado envuelto en oscuridad y desesperación, rayos de sol ahora perforaban la penumbra, proyectando largas sombras sobre la tierra quemada de abajo.

Pero no fue sólo luz lo que produjo el artefacto. A medida que su energía se extendía, las semillas latentes que habían permanecido enterradas bajo las cenizas durante incontables siglos comenzaron a agitarse y sus cáscaras se abrieron a medida que brotaba nueva vida. Los tiernos brotes se abrieron paso a través de la tierra agrietada, alcanzando el sol con ansiosa anticipación mientras la tierra misma parecía despertar de su largo letargo.

Mientras Atlas observaba, una sensación de asombro lo invadió, su corazón se hinchó de orgullo por el poder que había desatado. Con el artefacto a su disposición, sabía que tenía la clave para remodelar el mundo mismo y que nada se interpondría en su camino mientras forjaba su camino hacia la gloria.

Las Tierras Oscuras estaban cambiando y se habían convertido en algo más que un desierto ardiente. Los seguidores humanos y los liberados tenían ahora un nuevo propósito: hacer algo grandioso de este paisaje virgen.

Mientras Atlas contemplaba el paisaje transformado debajo, una sensación de satisfacción lo invadió. El hechizo que había lanzado había sido poderoso, no se podía negar eso. Pero incluso cuando la tierra alrededor de la fortaleza comenzó a rebosar de nueva vida, sabía que sus efectos sólo podrían llegar hasta cierto punto. Las Tierras Oscuras eran vastas e inhóspitas, y un solo ritual no podía transformarlas por completo.

Sin embargo, Atlas no se dejaba intimidar por tales limitaciones. En cambio, veía el ritual como un primer paso crucial, una base sobre la que podía construir algo más grande. Por eso, había ideado un plan para garantizar que las tierras que rodeaban la fortaleza permanecieran vibrantes y llenas de vida para las generaciones venideras.

En primer lugar, había inscrito las runas del hechizo de tal manera que tuvieran una doble finalidad: no solo seguirían absorbiendo el exceso de calor del volcán, manteniéndolo bajo control y evitando futuras erupciones, sino que también actuarían como conductos, canalizando la energía ardiente hacia el artefacto que colgaba suspendido sobre el magma.

A medida que la energía fluía hacia el artefacto, este sufría una transformación: su esencia pasaba de la fuerza destructiva del fuego al poder vivificante de Ghyran. Atlas había diseñado cuidadosamente el hechizo para que el artefacto sirviera como depósito de esta nueva energía, lista para ser liberada sobre la tierra cuando fuera necesaria.