Lo primero que hizo mi tía cuando le propuse quedarme el resto del verano en Madrid fue saltar de alegría y correr hacia mí para abrazarme. A pesar de que no era seguro, puesto que todo dependía del primer ensayo y si nos seguíamos odiando entre nosotros o no, desde el principio se hizo a la idea de que me quedaría.
El piso de mi tía no era muy grande, pero considerando que estábamos cerca del centro de Madrid y tenía más de dos habitaciones, para ella y mi tío era un palacio. Nunca me atreví a preguntarles cuánto pagaban de alquiler, prefería vivir en la ignorancia y no sentirme más culpable por invadirles durante un verano entero.
Eso si me quedaba, claro. Tenía que detenerme a mí mismo cuando fantaseaba con el futuro y recordarme de vez en cuando que no era seguro.
El día de la audición los chicos y yo intercambiamos los números y Alan creó un grupo que se llamaba «Los últimos de la fila», haciendo referencia a nuestros puestos en la cola del casting. Pronto descubrí que tanto él como Martín eran adictos al teléfono —o a las conversaciones por chat, probablemente a las dos— y se quedaban hasta altas horas de la madrugada charlando por el grupo. Me vi obligado a ponerlo en silencio cuando me despertaron en mitad de la noche por tercera vez consecutiva.
Yo hablaba de vez en cuando, pero Martín y Alan se dejaban llevar fácilmente y planeaban futuros discos, conceptos y conciertos cuando ni siquiera teníamos un nombre para la banda. Debo admitir que, aunque fueran insufribles, me hacían tener una esperanza mínima en lo que íbamos a construir. Siempre y cuando lo hicieran de día, claro está.
No obstante, el premio al más ausente del chat se lo llevaba Flavio. Creo que durante los primeros cuatro días que tardamos en vernos otra vez habló dos veces: una para que supiéramos cuál era su número y añadirle a contactos, otra para pedir que nos calláramos y poner orden. Seguro que tenía el grupo en silencio como yo.
Durante esos días me dediqué a stalkear en las redes sociales a mis posibles compañeros de banda. Nos dimos las cuentas de Instagram, por lo que fue fácil. La mía casi tenía telarañas del tiempo que llevaba sin usarla y borré varias fotos antes de aceptar las solicitudes de seguimiento. No quería que se metieran conmigo por las tonterías que subía con quince años.
No era una cuestión de desconfiar, sino de evitar bromas de mal gusto. Sabía que Alan y Martín no serían un problema, pero tenía mis dudas con Flavio. Por esto mismo la primera cuenta que inspeccioné a fondo fue la suya.
Me reafirmé en mis pensamientos del día en que lo conocí: era guapo. Mucho. Su belleza en las publicaciones era hipnotizante, en cada foto salía mejor que en la anterior. La mayoría eran en el exterior: un parque, al que al parecer iba mucho. También había otras en museos, en el asiento de atrás de un coche o en varios conciertos. Al ver las fotos en las que salía en un escenario con el micrófono en mano me transporté al momento en el que cantó «Somebody To Love» y mi cuerpo hizo algo muy tonto: sentí un escalofrío recorrerme la columna vertebral.
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FAMA
General FictionLas audiciones para el reconocido programa musical «Haciendo a un artista» han comenzado y Ander va a por todas. Puede que no sepa cantar, pero la composición y los instrumentos son su fuerte. Peores artistas han concursado e incluso ganado, ¿verdad...