Las audiciones para el reconocido programa musical «Haciendo a un artista» han comenzado y Ander va a por todas. Puede que no sepa cantar, pero la composición y los instrumentos son su fuerte. Peores artistas han concursado e incluso ganado, ¿verdad...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La caja con la ropa que me faltaba de Alicante llegó una semana más tarde. Mi tía me ayudó a abrirla y a organizar todo en el nuevo armario de mi habitación. Descubrí que no tenía mucha ropa de verano, así que tocaba ir de compras. Por suerte tenía unos ahorros en la cuenta del banco y no me vi obligado a pedir dinero a mi hermano ni a mi tía.
Una de las tardes en las que me estaba preparando para salir, saqué varias prendas y las dejé sobre la cama. Hice una foto, se la mandé a Martín y lo acompañé de una pregunta:
Ander: ¿Cuál pega más para tocar frente a cincuenta personas?
Flavio nos había conseguido un bolo en un local en el que trabajaba su amiga de la orquesta. Era la noche del próximo viernes y tocábamos en el horario donde todavía el bar no estaba lleno, pero era mejor que nada. Habíamos tenido un par de semanas para prepararnos, aunque todavía nos quedaban algunos ensayos más.
Martín: No sé, pero la de rayas seguro que no.
Reí y le mandé el emoji de enfado. Hablar con Martín por chat privado se había vuelto una costumbre. Seguía participando en las conversaciones grupales de la banda, pero cada vez que necesitaba charlar tranquilamente con alguien me iba directo a él. Siempre parecía dispuesto a conversar de lo que fuera. Alan era simpático, pero iba más a su bola, y Flavio... Creo que todos sabemos lo que pensaba de Flavio a esas alturas.
Me puse una de las camisetas «nuevas» —en realidad llevaba semanas cogiendo polvo en mi antiguo armario, pero bueno— y unos vaqueros cortos con bolsillos, metiendo la bruja de la suerte en uno de ellos. Le dije a mis tíos antes de irme que volvería más tarde, ya que el día del bolo se acercaba y queríamos ensayar lo máximo posible.
El calor en Madrid era asfixiante y necesitaba que me corriera el aire por todas partes. La temperatura de Alicante en verano era más húmeda y el mar ayudaba a combatirla; no tenía ni punto de comparación con el calor seco que estaba soportando ese verano. Madrid era como un horno cerrado a cal y canto en el que te cocinabas poco a poco. Por esto mismo me até el pelo largo en una coleta, lo que pareció llamarle la atención a uno de mis compañeros de banda.
—¿Siempre has tenido el pelo así de largo? —preguntó Martín mientras íbamos en el bus.
Menos mal que Flavio había accedido a que dejáramos los instrumentos en su garaje, o de lo contrario iríamos cargados en cada viaje que hacíamos. Esta vez yo era el único que llevaba uno, mi teclado. Me negaba a dejarlo allí porque seguía componiendo en casa de mis tíos, pero si iba a escribir para la banda debía acostumbrarme a hacerlo delante de ellos. Por mucho miedo que me diera.
—Qué va. Lo solía llevar corto, ahora lo tengo largo por dejadez —expliqué algo cohibido.
Aunque teníamos una banda en construcción, no nos conocíamos personalmente. Hablar de nuestras vidas privadas era extraño. Por eso, ya que Martín había dado el paso de interesarse en mí, hice lo mismo.