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Zayn.

Tuve que soportar estoicamente ver a Liam quitándose el equipo y desnudándose por completo a pocos metros de mí sin poder hacer nada al respecto. Ryn y otro de los chicos me asaltaron en cuanto entré en el vestuario para contarme no sé qué mierda. No les estaba haciendo ningún caso, la verdad, aunque procuré soltar un «ajá» aquí y allá y asentir con la cabeza para que pareciera que les prestaba atención. Sin embargo, mis ojos se desviaban continuamente hacia Liam. Y continuaron haciéndolo cuando se largó a la ducha sin molestarse en coger una toalla para taparse y me brindó una espectacular visión de su precioso culo.

Había sido yo el que lo había apartado. Yo había iniciado ese estúpido baile entre nosotros en primer lugar y luego, al parecer, había salido corriendo. Pero tenía mis motivos.

Tres noches antes, había acabado demasiado jodido para mi gusto cuando Liam retrocedió por miedo a que nuestros compañeros de piso lo pillaran metido en mi cama. Y puede que me hubiera entrado un poco el pánico al descubrir lo mucho que eso me había molestado.

Dios, era casi una ironía.

Me gustaba Liam. En realidad, me gustaba mucho. No había podido dejar de pensar en él en semanas y me había costado toda mi fuerza de voluntad mostrarme frío con él durante esos tres días. Y os aseguro que no había nada frío en lo que le hacía a mi cuerpo cada vez que estábamos en la misma habitación. Joder, incluso cuando no lo tenía a la vista, la mitad del tiempo terminaba con una dolorosa erección entre las piernas al recordar lo bien que me hacía sentir tenerlo aprisionado bajo mi cuerpo.

Resultaba preocupante. O revelador, según se mirara.

Peor aún, ahora estaba desconcertado. Liam le había hablado a Cooper de nosotros y, si las burlas de este eran muestra de algo, parecía que se lo había tomado bastante bien. A mí me daba igual lo que pensara Cooper, pero era el mejor amigo de Liam y no quería que las cosas se pusieran raras o incómodas entre ellos por mi culpa. Lo que me llevaba de nuevo al inicio: estaba preocupándome por el chico de oro de una forma en la que hacía mucho tiempo que no lo hacía por nadie.

Por Dios, ni siquiera me lo había follado; eso no podía ser bueno.

Me pasé la mano por la cara frustrado y traté de no reírme de mí mismo.

Estaba siendo ridículo.

Para cuando por fin logré que Ryn me soltara, Liam había regresado de la ducha. Al menos ya se había rodeado las caderas con una toalla, pero su piel dorada estaba cubierta de gotitas que sentí el impulso desesperado de lamer. El pelo le caía chorreando alrededor de la cara y pequeños riachuelos de agua le corrían por el cuello y sobre los hombros.

Sus ojos miel destellaron con diversión cuando me descubrió devorándolo con la mirada desde el otro lado del vestuario. Lucía tan satisfecho y pagado de sí mismo...

Bien, si quería jugar, jugaríamos. Y yo iría con todo.

Me deshice una a una de las protecciones que aún llevaba encima y de la ropa hasta quedar completamente desnudo. Sonreí cuando se le aceleró un poco la respiración. Ryn y Jules todavía estaban charlando a pocos pasos de nosotros y, aunque Liam hubiera puesto al tanto de lo nuestro a su mejor amigo, dudaba que quisiera darles el espectáculo a los chicos.

Se mordisqueó el labio de esa forma en que lo hacía cuando estaba ansioso y que a mí siempre me ponía duro.

De espaldas a nuestros compañeros, y antes de coger una toalla y taparme, le regalé un explícito plano frontal, mostrándole exactamente lo que estaba provocando. Fui muy consciente de que yo no era el único afectado; el modo en que una mancha de rubor ascendió por su pecho y su cuello, la manera en que sus labios se entreabrieron en busca de aire, el bulto que empezaba a formarse bajo su propia toalla... Resultaba una verdadera delicia, y estaba claro que yo no podría tener suficiente de él hasta que lo metiera en mi cama y me permitiera hacerle todas las cosas perversas que deseaba.

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