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Zayn.

Cuando por fin mi novio cruzó la entrada de Dexter's, más tarde de lo previsto, apenas si pude retener mis pies para no ir en su dirección. Nuestros compañeros de equipo se hallaban desperdigados por todo el local y había un montón de gente en el bar esa noche, pero aun así no me costó vislumbrar la mata de rizos castaños perfectamente desordenados en la que me encantaba hundir los dedos cuando me la estaba chupando.

Sí, puede que estuviera un poco cachondo; los últimos días habíamos estado tan ocupados que apenas habíamos encontrado un hueco para nosotros. Cuando llegábamos por fin a casa después del entrenamiento diario, lo único para lo que nos quedaba energía era para derrumbarnos en la cama y, si acaso, frotarnos uno contra el otro como dos adolescentes cuyos padres se encontrasen en el piso de abajo y estuvieran condenados a no tener nada de acción por miedo a ser pillados con los pantalones bajados. Sin embargo, cuando Liam echó un vistazo alrededor y su mirada tropezó con la mía, sus ojos destellaron con algo sombrío que no se parecía en nada al ardor que normalmente revelaban cuando me miraba.

Dejé mi cerveza en la barra y me encaminé hacia él. Ni siquiera permití que se quitara la chaqueta. Lo saqué del bar y lo llevé al callejón contiguo.

—Ey, sí que te alegras de verme —trató de bromear, pero yo lo conocía demasiado bien.

A pesar de la gran cantidad de gruñidos que me había dedicado durante las primeras semanas, y los que aún me dedicaba a veces en la cama, Liam desprendía por naturaleza pura luz. Era alegre y abierto, y su sonrisa iluminaba cada habitación en la que entraba. También se deshacía bajo mi toque y su cuerpo se acomodaba al mío en cuanto le ponía las manos encima de un modo totalmente instintivo y natural. En ese momento, en cambio, estaba tenso y alerta.

Había una cautela en sus ojos que yo sabía que no debería estar ahí.

—¿Qué pasa?

Tardó unos pocos segundos en contestar y evitó mirarme a la cara, aunque sus manos se extendieron sobre mi pecho con tanta calidez como de costumbre. Mi polla se entusiasmó; no había manera de que entendiera que no era su momento.

—Dímelo tú. Eres quien me está arrastrando a callejones oscuros...

—Liam —le advertí. Deslicé la mano sobre su nuca y lo forcé a levantar la mirada.

Lo besé con suavidad, muy despacio, ordenándole a mi polla que se comportara y no se lo tomara como el preludio de nada. Era perturbador lo poco que necesitaba Liam para hacer que mi cuerpo respondiera a él, pero yo sabía que pasaba algo, y que él no se mostrara inclinado a contármelo me preocupaba mucho más que saciar el hambre que me hacía sentir.

Liam se desinfló un poco cuando rocé una última vez mi boca contra la suya y froté su mejilla con el pulgar.

—Parece que la gente tiene la jodida necesidad de plantarse en nuestra puerta sin invitación —soltó finalmente.

—¿Mi padre ha estado en casa?

Mierda. Había estado recibiendo algunas llamadas suyas que no me había molestado en contestar. Lo único que había hecho al respecto había sido informar a mi madre de que no había firmado con Olson & Faulk. En su defensa, diré que sonó como si no estuviera al tanto de los movimientos de mi padre y que lo que le conté no pareció gustarle demasiado. Me prometió que hablaría con él, pero, de nuevo, sabía que no era como si fuera a dar la cara por mí; eso era algo a lo que ya me había acostumbrado cuando se trataba de mis progenitores.

Liam negó, lo cual me dejó descolocado. Pensé en el decano, pero ya le habíamos dicho a Maddox que haríamos la entrevista, y dudaba que el tipo apareciera en nuestra casa en vez de citarnos en su despacho con una de sus expeditivas órdenes.

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