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Liam

Me quería morir.

No, borra eso. Me había muerto y luego había ido a alguna clase de realidad alternativa en la que...

—Joder —mascullé, todavía aturdido a pesar de que era más de mediodía y yo aún estaba en la cama.

No había hecho otra cosa más que maldecir desde que me había despertado. Desnudo, me había despertado completamente desnudo y con una resaca de las que te hacían desear meter la cabeza en el váter y mantenerla ahí hasta que tu estómago dejase de hacer piruetas.

Para empeorarlo todo, tenía una erección matutina que pedía atención a gritos, aunque la noche anterior la hubiera recibido de sobra.

—Joder —escupí de nuevo.

Al menos no había restos de semen sobre mí. Lo más gracioso era que no recordaba haberme limpiado en absoluto. Lo que sí recordaba demasiado bien era lo duro que me había corrido. Mierda, había visto putas estrellas y fuegos artificiales. Para el caso, bien podría haber sido Cuatro de Julio.

Y el culpable de todo, además del alcohol de mi sangre, había sido... Malik. Zayn Malik, el nuevo quarterback de mi equipo y compañero de piso.

Genial. Todo aquello era una mierda épica y genial.

Me froté los ojos en un intento de ganar lucidez o perder la memoria, no lo tenía muy claro. Lo que fuera que hiciera que mi pulso dejara de taladrarme los oídos y apartara de mi mente la imagen de Malik bombeando mi polla como si hubiera nacido con ella en la mano. Como si ese fuese el lugar en el que estaba destinada a estar.

Traté de no ceder al pánico. Cosas como aquella ocurrían todo el tiempo, ¿no? Alcohol, necesidad, curiosidad. Lo que fuera. No significaba nada.

No era un imbécil homófobo, no me malentendáis. Me daba igual a quién se tirara Malik o cualquier otra persona, pero cuando se trataba de mí mismo..., la idea resultaba abrumadora. Estaba acojonado. Y excitado, eso también.

Pero no quería estarlo. Eso sería un follón en el que no tenía ánimos para meterme. Menos aún con Malik. ¡Santo Dios! El tipo ni siquiera me caía bien. Era un gilipollas y un prepotente que esperaba que la gente le hiciera la ola al pasar.

Y lo hacían. La gran mayoría de los fanáticos del campus, tíos y tías por igual, lo habían adorado desde el mismo segundo en el que había puesto un pie en nuestra universidad.

Resoplé, cabreado conmigo mismo. Recordaba la noche anterior a trozos, pero estaba bastante seguro de que prácticamente le había suplicado. Lo peor era que se había sentido tan bien que... quería repetir.

Me mandé a la mierda a mí mismo y salí de la cama. Estaba a medias nervioso y a medias expectante por lo que sucedería cuando me encontrara con él. Tan muerto de miedo como curioso. Y caliente, imposible olvidar eso dado el dolor de huevos que tenía.

Me cubrí con un pantalón de deporte y me fui directo al baño. Prácticamente corrí de una habitación a otra para no encontrarme con nadie. Necesitaba una ducha. Y una paja. Y seguramente también jurarme a mí mismo que lo de la noche anterior no se iba a repetir.

Haría como si nada hubiese sucedido, y esperaba que Malik hiciera lo mismo.

Sí, eso sería. «Ante la duda, niégalo todo.»

Al final no necesité negar una mierda. Cuando terminé de ducharme y me vestí, salí al salón y me di cuenta de que no había nadie más en la casa. Era sábado, así que a esas horas Cooper seguramente estuviera en la casa de la fraternidad. Grayson me había mandado un mensaje para decirme que iba a entrenar a la playa y luego comería con algunos de sus compañeros de clase. Y a saber dónde demonios estaba Malik, aunque tampoco me importaba. O eso me decía.

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