Liam.
Resulta curioso cómo pueden cambiar las cosas en cuestión de unos pocos segundos. Con una frase. Una sola palabra incluso. Una decisión en apariencia inofensiva. La elección de nuestra ropa una mañana. Un retraso de unos pocos minutos a la espera del café. Girar a la izquierda en vez de a la derecha en cualquier cruce... Tomamos tantas y tantas de esas pequeñas decisiones a lo largo del día que, si nos parásemos a pensarlo, seguramente nos volveríamos locos.
La mañana en que descubrí que Malik estaba saliendo con otro tipo, a pesar del extraño presentimiento —acerca del cual no había estado equivocado—, supongo que podría haber discurrido de forma muy diferente. Podría haber decidido quedarme un rato más en la cama. Tomar una ducha o, simplemente, mear antes de dirigirme al piso inferior. Podría haber remoloneado entre las sábanas de Malik, que olían a él y mí. A nosotros.
«Solo tú y yo.» Jodido mentiroso.
Me había llevado un período indefinido de tiempo, del que no fui demasiado consciente, tomar otra de esas decisiones, aunque entonces se trató de una más relevante, más directa y mucho más desesperada. Pero cuando finalmente las compuertas de una dolorosa ira se abrieron de par en par en mi pecho y arrasaron con la decepción, el desconcierto y el sentimiento humillante de haber sido usado y descartado sin más, me vestí, cogí las llaves del coche, la cartera y el móvil apenas cargado y salí de la casa como un jodido huracán de categoría cinco dispuesto a asolar todo a mi paso.
Recuerdo apenas a Malik intentando detenerme y gritando mi nombre después. También recuerdo que le di un empujón para apartarlo de mi camino que casi lo derriba, y que si no lo encadené con un derechazo fue porque me dije que no merecía la pena.
Y, sí, recuerdo que había más gente por medio. Primero solo su padre y el idiota de su representante, y luego Cooper llegó en ropa interior desde la planta de arriba preguntando qué demonios estaba pasando. Vi un coche junto a la acera. Vi a alguien dentro. Y me obligué a apartar la mirada para no ir hasta allí y comprobar por mí mismo el aspecto que tenía aquel tipo. El novio de Malik.
Su maldito novio.
Me sentí herido, furioso, dolorido, traicionado. Me sentí como una mierda. Perdido. Jodido de la peor de las maneras.
Así que cogí mi coche y me fui.
Supongo que podría haber decidido quedarme. Esperar a que Matthew Malik y Jeremy Foster se marcharan y tratar de hablar con Malik hijo. Aunque estaba claro que él debía acudir a su maldita reunión, por lo que yo tendría entonces que haber esperado su regreso pacientemente para mantener una charla que no quería mantener en absoluto. Eso habría sido... más ¿maduro?
A la mierda la madurez.
Aunque Malik no firmase ese contrato de representación ni se comprometiera a mantener su discreta historia de amor lejos de los medios, la cuestión era que tenía una historia que sí era secreta, pero para mí.
Aunque mandara a su padre a la mierda, eso no cambiaría el hecho de que me había mentido y se había reído de mí todo ese tiempo. Joder, no era como si nos hubiésemos jurado amor eterno, pero... dolía igual.
Dolía mucho.
Y yo no tenía ni idea de cómo lidiar con ese dolor.
Me largué a casa de mis padres, aunque eso suponía conducir alrededor de tres horas. En mi estado, tuve suerte de llegar de una pieza, más aún teniendo en cuenta que me había sentido muy tentado de parar en cualquier bar de carretera y buscar respuestas en el fondo de una botella de whisky. Si no las encontraba, seguramente conseguiría acabar inconsciente o tan aturdido que todo dejaría de importar.