Liam.
Cuando descubrí que Zayn no estaba en el salón, sino que se había ido a su habitación, no fui tras él de inmediato. Esperé hasta que todos nuestros amigos se largaron. Me dije que era bueno darle un poco de tiempo a solas.
Cooper me preguntó si todo iba bien. Supuse que Zayn había pasado por allí gruñendo y sin molestarse en hablar con nadie, y mi mejor amigo había intuido que algo había pasado entre nosotros. Cop no había hecho otra cosa que apoyarnos y se había erigido como nuestro mayor defensor. Di gracias por contar con su amistad, aunque no le expliqué nada de mi conversación con Zayn; no necesitaba más presión con el tema de Olson & Faulk, ya me bastaba yo solo para cagarla en ese sentido.
—Me voy arriba —dije una vez que recogimos el desastre de cervezas y cajas vacías.
Gray se había escaqueado y ya estaba en la cama.
—Recuerden: follen bajito —replicó Cop, y tuve que lanzarle un cojín a la cara.
Aquello se había vuelto una broma recurrente después de que Grayson lo hubiera comentado tan alegremente en la cocina, y había sustituido al «buenas noches» en la casa.
Cabrones.
Me dirigí a la habitación de Zayn. Entré sin llamar, cerré la puerta y me apoyé en ella.
Zayn se encontraba tumbado en la cama. No dormía aún, a no ser que hubiera aprendido a hacerlo con los ojos abiertos y clavados en el techo. Casi podía oír los engranajes de su cerebro girando sin descanso.
—¿Estás bien? —lo tanteé sin moverme de la puerta—. Puedo irme a mi habitación si quieres.
Ladeó la cabeza para mirarme.
—¿De qué hablas?
—Supongo que eso ha sido nuestra primera pelea real.
Se le suavizaron los rasgos y esbozó una sonrisa antes de hacerme un gesto para que me acercase.
—Ven aquí. —Me aproximé a la cama con la misma cautela que un niño al que han pillado con la mano en el tarro de las galletas y sabe que lo van a regañar, pero Zayn me hizo tumbarme y me rodeó con los brazos de inmediato—. No es nuestra primera pelea. Me insultabas todo el tiempo y me odiabas las primeras semanas.
—¿Estamos haciendo la cucharita? —repliqué solo para meterme un poco con él, tampoco era como si no lo hubiésemos hecho antes. Sí, supongo que éramos de esos tipos que necesitaban mimos—. Y no te insulto. No en serio —me corregí, arrancándole una carcajada.
Zayn me hacía sentir a veces como un crío y otras como un hombre invencible. No tenía ni idea de cómo lo conseguía. Pero refugiarme en sus brazos siempre resultaba muy agradable. Me apretó más contra su pecho y sentí el metal de su piercing clavándoseme en la espalda. El entrenador le había echado otra bronca más por eso. Le había sugerido cubrirlo con cinta en cada entrenamiento y en los partidos, a pesar de que también le había dicho que si perdía el pezón en un derribo le estaría bien empleado por imbécil. Quedó claro que a Meyer no le gustaban demasiado los adornos corporales de ese tipo.
—No has negado que me odiaras en las primeras semanas... Me reí.
—No, eso sí es verdad —señalé, y él también se unió a mis carcajadas.
Nos quedamos en silencio, abrazados. Zayn besaba mi nuca de vez en cuando y, cuando no, su aliento flotaba sobre mi piel como una caricia cálida y reconfortante. Quise confesarle lo que no había podido decir un rato antes en la cocina, pero no supe si me falló el valor o solo creí mejor callarme para no alentar más su decisión de luchar contra todo y todos.