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Zayn

Me gustaba Payne. No ya por la manera en que respondía a mí y a mis provocaciones, no por su cuerpo musculoso y sólido, ni porque fuera bonito, que lo era, además de absurdamente guapo, con esos mechones castaños y su expresión de niño bueno enfurruñado con el mundo. Me gustaba por la forma en que luchaba consigo mismo y no se permitía ceder a pesar de que lo estaba deseando, pero, incluso con toda esa batalla interior que mantenía, también dejaba claro lo mucho que le gustaba que lo tocase y no decía ninguna gilipollez. Al menos, no gilipolleces de importancia.

En el campo, durante los partidos, los insultos homofóbicos estaban a la orden del día, aunque cada vez más árbitros, entrenadores y demás personal trataban de imponer un poco de su autoridad para evitar ese tipo de ataques sin importar la orientación de quien los recibía. Pero, lejos de sus oídos, había palabras despreciables y humillantes que seguían oyéndose como una cantinela vieja y rancia que nadie parecía querer contener. No todos eran así, la verdad, pero sí muchos. En el caso de Liam, aun cuando había confesado no tener experiencia con alguien de su mismo sexo, me daba la sensación de que estaba más centrado en resistirse a mí por ser yo que porque fuera un hombre.

Lo que pasaba era que se le daba de pena, y eso me encantaba. Liam Payne me hacía sentir como hacía mucho que no me sentía. Tan excitado que, joder, dolía. Física y emocionalmente.

Lamerle el culo a un tipo cualquiera no era mi estilo; sin embargo, lo estaba disfrutando tanto como él. Y eso resultaba casi peligroso, porque no estaba seguro de adónde iba a llevarnos el tira y afloja que nos traíamos entre manos.

¿Diversión? ¿Un poco de buen sexo? Sí y sí. Joder, apúntame a eso. Pero las cosas se estaban poniendo desconcertantemente intensas y ni siquiera habíamos follado aún. Tras dos semanas evitándolo, o más bien tratando de ignorarlo, yo tenía tantas ganas como él. Así que, ¿por qué no caer en la tentación y quitarla de mi camino de una vez por todas? Claro que no había planeado toda esa mierda de la ducha y que Payne me llevara tan al límite.

Empezaba a pensar que una sola vez con él no resultaría suficiente.

—Malik —pronunció mi nombre con una larga exhalación que sonó como música para mis oídos. Una canción excitante y deliciosa.

Incluso cuando era evidente que se estaba esforzando para no hacer ruido, no podía evitar que algunos de esos sonidos tan sexys salieran de entre sus labios. Cada vez que gemía o que, como ahora, murmuraba mi apellido con voz temblorosa y necesitada, todo mi cuerpo se sacudía de deseo y mi polla rogaba por la atención que se le estaba negando.

Continué lamiéndolo y estirándolo con la lengua. Sin compasión. De una forma salvaje y voraz, y me dije que podría pasar horas así, arrodillado a su espalda, oyendo cada suspiro y cada susurro, disfrutando del temblor de sus muslos y de su necesidad de obtener más de lo que iba a poder darle en ese momento. Ahora me arrepentía de no haber cogido un condón cuando lo había seguido hasta las duchas.

Pero llegaríamos a eso. En algún momento no muy lejano, me follaría a Payne y disfrutaría de cada maldito segundo. Y me aseguraría de que él también lo hiciera.

—No puedo más —gimoteó, totalmente devastado.

Había apoyado la mejilla en los azulejos y había dejado de tocarse, pero decidí no decir nada al respecto. No paraba de empujarse hacia atrás, contra mi lengua, buscando más y más con un abandono desvergonzado que resultaba aún más excitante. Joder, era un espectáculo absoluto contemplar cómo la necesidad brotaba de él, cómo se derretía con cada embestida de mi lengua y su agujero se contraía y se relajaba de forma alternativa en busca de alivio o de algo más grueso a lo que aferrarse.

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