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Liam.

Las cosas se pusieron un poco raras en los siguientes días. No ayudó que sufriésemos una derrota en el siguiente partido. De repente, el equipo parecía haber perdido la cohesión en el campo y fue como si cada uno de nosotros fuese por libre. Zayn estaba muy cabreado. Conocía de sobra los motivos por los que eso estaba sucediendo y, al igual que yo, era muy consciente de que algunos chicos murmuraban a nuestra espalda y los rumores corrían por el campus. La noticia de que el quarterback titular estaba saliendo con uno de los corredores del equipo era un cotilleo demasiado jugoso como para dejarlo escapar.

Todo aquello me pilló con la guardia baja. Supongo que, hasta entonces, nunca había prestado demasiada atención a la cantidad de veces que se empleaba la palabra «maricón» durante un partido. Vi a Zayn apretar los dientes y gruñir respuestas en voz baja a esa clase de insultos mientras trataba de encadenar un pase que nos acercase a la zona de anotación. No volvió a perder el control ni una sola vez como en el vestuario, pero en alguna ocasión hubo empujones y amagos de pelea contra el equipo contrario; también alguno en el nuestro. Y eso sí que fue de lo más triste.

Él nunca había sido así, no solía permitir que nadie lo sacara de quicio en el césped ni fuera de él, y no podía dejar de preguntarme si de repente Zayn se estaba tomando todo aquello como una especie de cruzada personal para defender mi honor. Sabía lo duro que había sido para él salir y encontrarse solo cuando ese imbécil de Levy lo había dejado atrás, y aquello parecía su forma de compensarme.

En la fraternidad, el tema no trascendió del mismo modo gracias a Maddox. Es decir, creo que todos lo sabían, pero no hubo tantas reticencias, a pesar de que los mismos idiotas que nos señalaban en el equipo eran también hermanos. No supe cómo lo hacía, pero nuestro presidente se merecía un homenaje por saber encarrilar a un montón de idiotas que no hacíamos más que darle disgustos. Después del conato de incendio de la última vez, el decano nos había prohibido dar más fiestas por un período de tiempo indefinido, así que los ánimos se fueron caldeando y la gente no estaba especialmente contenta. Pero, aun así, Maddox se las arregló para asegurarse de que nadie nos hiciera sentir incómodos.

Zayn y yo nos lo tomamos con calma en el campus. Fuimos discretos, aunque a veces él me lanzaba una de sus miradas oscuras en la biblioteca y la sensatez huía volando por la ventana más próxima. Era extraño salir con alguien, y ni siquiera se debía a que fuera un chico. Simplemente, no estaba acostumbrado a tener una relación. Pero incluso con todo el revuelo y los problemas que suponía lo nuestro para algunas personas, nunca había sido tan... feliz.

Mi única preocupación real durante la siguiente semana fue la de que Zayn estuviera lanzando por la borda su futura carrera en la NFL por estar conmigo.

—¿Has sabido algo más de Foster? —Cuando Zayn negó, la culpabilidad se asentó un poco más en mi pecho—. Deberías llamarlo tú.

Él suspiró y su mandíbula se endureció bajo el rastro de una barba de tres días, que, por cierto, le sentaba realmente bien. Habíamos tenido la misma conversación en media docena de ocasiones. Y también sabía que su padre lo había estado llamando durante toda la semana; Zayn no había respondido ninguna de las veces.

Tiré de él y lo arrastré entre mis piernas abiertas. Habíamos decidido no salir esa noche porque teníamos partido al día siguiente y el entrenador nos había dado una larga y apabullante charla sobre el compromiso y nuestra mierda de rendimiento en los entrenamientos, pero la casa estaba llena de gente. Cooper había aparecido con Jules y Chad, y luego algunos más de los chicos se habían ido sumando. Todos estaban apiñados en el salón, charlando y bromeando mientras se turnaban para machacarse al Call of Duty, comían pizza como cerdos y se bebían nuestras cervezas.

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