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Zayn.

Que el decano quisiera vernos no era una buena señal. Todos en el campus sabían que, en la escala de fraternidades favoritas del hombre, la nuestra no solo estaba en el último puesto, sino que había sido desterrada hacía mucho de la lista.

Hasta ese momento Maddox había jugado bien sus cartas, o lo que fuera que hiciera con él, y nos había mantenido relativamente a salvo de la ira del hombre. No quise pensar en si los problemas del equipo habían llegado también a oídos de Davis y aquello iba más allá de la improvisada hoguera de Halloween.

Liam y yo acudimos al llamamiento de nuestro presidente juntos y acompañados de Cooper y Chad. Este último se había acercado a mí en los vestuarios, al igual que algunos de los chicos, para asegurarme que las cosas mejorarían y que, básicamente, les daba igual con quién saliese o me acostase. Y, si era honesto conmigo mismo, sus palabras me habían hecho sentir bien. No había creído que las necesitase; estaba acostumbrado a ignorar lo que me rodeaba cuando era necesario y a no dejar entrar a nadie, pero después del tiempo que llevaba con Liam había comprendido que buscar esa aceptación, tener gente que se preocupaba por ti, no era una debilidad.

Estaba aprendiendo a confiar.

—Bien, ¿de que creéis que va todo esto? —inquirí mientras nos acercábamos a la entrada de la casa.

Cooper fue el primero en responder: —Veinte pavos a que el decano se ha cansado de Maddox y nos va a cerrar el chiringuito.

—¿Vosotros también creéis que se la chupa?

Los tres nos giramos de golpe hacia Chad, pero solo Liam fue capaz de decir algo: —¿Perdón?

Chad sonrió. En cierto modo, se parecía a Grayson. No en el físico, porque Chad era más ancho y castaño y no se veía tan despistado como mi compañero de piso, pero tenía esa actitud despreocupada y, bueno, a veces soltaba pensamientos aleatorios y sin sentido.

—Venga ya. Decidme que no lo habéis pensado alguna vez —prosiguió especulando, y ninguno dijo nada. Para ocupar el cargo de decano ese tipo debía de tener, ¿qué? ¿Doscientos años? Liam se estremeció a mi lado, seguramente pensando lo mismo—. ¿No creéis que nos han dado demasiadas oportunidades incluso cuando no dejamos de meter la pata? Ahí hay algo turbio, estoy seguro.

—Estás enfermo —señaló Liam, y Cooper se echó a reír, asintiendo. Yo solo arqueé las cejas y les hice un gesto señalando la puerta.

—Entremos y comprobémoslo. Y veo esos veinte. Apuesto a que ese tío parece mi abuelo y nos dan arcadas a todos solo de pensarlo.

—Dios, ahora no voy a poder dejar de imaginármelo —murmuró Cooper, lo que hizo que Liam le dedicara una mirada extraña.

Empujé la puerta y los dejé pasar.

—Para lo mucho que decís que os gustan las tetas, pensáis demasiado en mamadas y sexo gay —susurré entre dientes, aunque estaba seguro de que tanto Chad como Cop me habían oído.

Liam se rio y me robó un beso al cruzar el umbral. Y tuve que contenerme para no alargarlo y que el decano nos pillase enrollándonos. Eso sí, me permití darle un apretón en el culo antes de dejarlo ir.

—No puedes mantener las manos para ti mismo —se burló mientras nos dirigíamos hacia el salón de reuniones.

Era el mismo en que Liam había bailado con su hermano en la fiesta de Halloween, pero ahora los muebles estaban de nuevo en su sitio. La réplica obscena que iba a darle murió en mis labios cuando descubrí a todos los hermanos sentados ya y a un tipo tras el atril que normalmente habría ocupado Maddox si aquello hubiera sido una reunión normal de la fraternidad.

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