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Liam.

¿Cómo de estúpido se puede llegar a ser por un tipo? ¿Cuánta necesidad de alguien puede uno acumular?

Debajo de las capas de tela y el plástico duro que llevaba encima, me picaba la piel como si estuviera desarrollando alguna clase de alergia a la falta de las caricias de Malik sobre mí. Un cosquilleo continuo en la nuca me mantenía alerta de cada una de las miradas que me lanzaba y, las veces que lo tuve cerca de mi posición, su cuerpo tiraba de mí como un puto imán cuya atracción fuese incapaz de resistir.

Resultaba absurdo, joder.

Ridículo, así era cómo me sentía. Ridículo, expuesto y desprotegido. En carne viva.

Cooper se acercó a mí trotando mientras los chicos de la línea defensiva tomaban posiciones. Me pasó una botella de agua y yo me quité el casco para beberme la mitad; la otra mitad me la tiré por encima de la cabeza.

—¿Cómo estás?

—Estoy bien, Cop. Deja de hacer de mamá gallina. No fue nada. —La respuesta había salido disparada de mis labios de forma automática, y estaba claro que no había ni una sola parte de verdad en ella.

Pero no me permitiría a mí mismo hacer de aquello algo más grande de lo que en realidad era. A todos nos habían dado la patada alguna vez; una chica, un chico, lo que fuera..., daba igual. No era muy distinto de las veces en las que una chica por la que me hubiera interesado no me había devuelto ese interés, me dije, aunque nunca me había afectado al nivel en el que parecía estar haciéndolo en esa ocasión.

Por regla general, pasaba a la siguiente chica disponible y listo.

—¿Qué tal le va a Caleb? —cambió de tema, algo que agradecí.

—Va a venir por Halloween. Está más tranquilo, creo que le irá bien.

Cooper se alegró de la futura visita de mi hermano y se lanzó a hacer planes para esos días, hasta que el entrenador Meyer nos preguntó si queríamos un poco más de tiempo e intimidad para charlar de nuestras cosas. Por la forma en que lo gritó y el tono irónico, resultaba bastante obvio que lo que de verdad estaba diciéndonos era que moviésemos el culo de una puta vez.

Me las arreglé para eludir a Malik el resto del entrenamiento, aunque creo que varios de mis compañeros se percataron de la extraña tensión que había entre nosotros. Ambos formábamos parte de la línea ofensiva, así que a la hora de practicar ciertas jugadas resultaba inevitable que tuviésemos que intercambiar algunas frases o indicaciones. Los monosílabos que empleé como respuesta seguramente les dieron alguna pista de que algo no iba bien. Pero no hicieron preguntas y yo no tenía pensado contarle a nadie lo sucedido.

El problema fue que hubo fallos de comunicación. Yo ignoraba deliberadamente muchas de las instrucciones que lanzaba Malik y él parecía... distraído.

—¿Qué demonios se supone que estáis haciendo? —nos amonestó por quinta vez el coordinador ofensivo. Tal vez fuera la sexta. O la novena, había perdido la cuenta hacía rato—. ¿Creéis que porque hayáis ganado a UCLA podéis relajaros y holgazanear en los entrenamientos? ¡Malik! ¿Dónde te has dejado la concentración? Estás haciendo unos lanzamientos de mierda. ¿Qué pasa? ¿Ahora que te están tanteando para la NFL te crees demasiado bueno para estar aquí y hacer tu trabajo?

Me encogí un poco al oír sus reproches. Estábamos haciendo un trabajo patético ese día, pero no era solo culpa de Malik. Y dudaba que fuera el interés de Olson & Faulk lo que lo estaba desconcentrando; era demasiado perfeccionista y competitivo para tomarse a la ligera incluso el más básico de los ejercicios de entrenamiento.

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