Zayn.
No pude evitar sentirme algo conmocionado cuando llegué a casa esa tarde. Después de nuestro excitante encuentro en la ducha a primera hora, no había vuelto a ver a Liam en todo el día. Me había pasado el almuerzo en la biblioteca con uno de mis grupos de estudio y, aunque le había mandado un par de mensajes para ver si estaría con Cooper esa tarde en la casa de la fraternidad, resultó que Maddox había reclutado a Cop para alguna clase de montaje festivo que iban a llevar a cabo de cara al fin de semana. Ya había perdido la cuenta de todo lo que ese tipo estaba haciendo para ganarse de nuevo el favor del decano; no le envidiaba el puesto.
Así que cuando crucé el umbral y el aroma delicioso de la comida me golpeó, me pregunté quién demonios se había atrevido a cocinar algo en aquella casa. Sinceramente, ninguno estaba muy dotado en el aspecto culinario.
El misterio quedó resuelto cuando entré en el salón y me encontré a Liam inclinado sobre la mesa frente al sofá, abriendo un montón de envases de comida para llevar. La luz estaba apagada y, en cambio, había un montón de velas por todos lados iluminando la estancia. Eché un vistazo a mi alrededor y, poco a poco, una sonrisa se fue extendiendo por mi cara sin que pudiera evitarlo.
Me crucé de brazos y durante un momento no dije nada. Liam se irguió y se frotó la nuca, y ese excitante sonrojo que tanto había aprendido a apreciar le cubrió el cuello y las mejillas casi de inmediato.
—Empiezo a pensar que de verdad estás intentando llevarme a la cama esta noche —señalé sin ocultar la diversión—. Aunque contigo soy un tío fácil. No necesitabas esto.
Puso los ojos en blanco y resopló, pero la broma cumplió su cometido y sus hombros se aligeraron. Creo que, a veces, Liam todavía se sentía sobrepasado por lo que había entre nosotros, fuera lo que fuese, de ahí que no hubiera querido presionarlo para llegar hasta el final. También yo estaba un poco abrumado en realidad. Liam me aturdía. Aunque me moría de ganas de enterrarme en él y descubrir lo bien que se sentiría su cuerpo apretándose en torno a mi polla.
—¿Qué has pedido? —inquirí cuando percibí que aún estaba algo avergonzado.
Dios, ese chico era una puta delicia.
—Tailandés.
No añadió ninguna otra explicación, pero no resultaba necesario. La tailandesa era una de mis comidas favoritas, y que él se hubiera dado cuenta...
Me metí las manos en los bolsillos para no ir hasta él, agarrarlo de los hombros y devorarlo entero. No recordaba que nadie hubiera hecho antes algo así por mí.
—Gracias —dije en un susurro bajo pero que estuve seguro de que él oyó.
Me había fijado en Liam Payne desde el momento en que mi traslado se hizo efectivo y visité aquella casa después de encontrar el anuncio en el que se alquilaba una habitación. Lo había observado luego en los entrenamientos y cuando Maddox me admitió sin casi tener que pasar prueba alguna en la fraternidad. Y lo había deseado desde ese primer momento, a pesar de que, al principio, había estado bastante seguro de que no tenía ninguna posibilidad con él, más que nada porque parecía totalmente heterosexual.
Ahora, viéndolo allí plantado frente a mí y evocando cada instante en el que lo había tocado, besado y torturado sin tregua solo por el placer de oír los sensuales sonidos que salían de su garganta, empezaba a creer que no era yo el que lo había atraído y atrapado, sino él quien me había hecho caer.
Y qué jodida manera de caer.
—Es solo comida —señaló recuperándose de su breve ataque de timidez—. Iré a por los cubiertos. ¿Qué quieres beber? Hay cerveza, vino e incluso una botella de whisky que tengo escondida en mi habitación.