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Zayn.

Fui consciente de que algo había cambiado en cuanto Liam y yo entramos en el vestuario. Tal vez fuera precisamente el hecho de que lo hiciéramos juntos, ya que el día anterior a mí se me había hecho un poco tarde en clase y Liam se había adelantado. O tal vez no.

El silencio que nos envolvió no resultaba natural en un lugar como aquel, salvo en los días que perdíamos un partido y estábamos a la espera de la consiguiente bronca del entrenador. Incluso entonces, solían oírse maldiciones murmuradas, protestas por alguna jugada fea o injusta y un montón de insultos cargados de autodesprecio.

Sabía que aquello terminaría ocurriendo, pero de todas formas me pilló desprevenido, supuse que debido a la naturalidad que habían demostrado Cooper y Grayson al enterarse de que Liam y yo estábamos saliendo.

Apretando los dientes, me dirigí a mi taquilla, aunque no aparté la vista de Liam mientras él se encaminaba hacia la suya, al otro lado del vestuario. Sentí el deseo instintivo de colocarme a su espalda y enfrentarme a cualquiera que se le ocurriera soltar algo ofensivo. Quería proteger a Liam de toda aquella mierda sin importar lo que supusiera para mí.

No me quedaría atrás ni me haría a un lado. No dejaría que nadie le hiciera daño si podía evitarlo. Nunca sería como Levy, y me alegró comprobar que era así. La mirada que intercambié con Cop me dijo que él estaba pensando exactamente lo mismo.

Pero cuando creí que Liam agacharía la cabeza e iría directo hasta su propia taquilla, él simplemente se plantó en mitad de la estancia. Dio una vuelta sobre sí mismo y enfrentó una a una las miradas de nuestros compañeros de equipo. No parecía intimidado ni mucho menos avergonzado.

—Bien, ¿alguien tiene algo que decir? Porque antes de que saltéis al campo y comencéis a susurrar a mi espalda, prefiero que lo hagáis aquí y ahora y me lo digáis a la cara.

El orgullo se desbordó en mi pecho. Orgullo por Liam. Por su valentía y por no bajar la vista o fingir que no se había dado cuenta de lo que estaba pasando. Me sentí estúpido por no haber imaginado que haría algo así y también por pensar que necesitaba que yo lo protegiera; ya había quedado claro quién de los dos era el valiente. Y no, no era yo.

Era Liam Payne.

Joder, creo que en ese momento me enamoré aún más de él. Que nadie dijera nada no lo amedrentó, tampoco lo hizo conformarse.

—Sí, Zayn y yo estamos juntos. Juntos y muy satisfechos. Así que siento cargarme en sus ilusiones de conseguir algún tipo de atención por mi parte —se burló, con la barbilla alta y una voz firme y clara que hizo que me endureciera. Joder con el chico de oro—. No, no me interesan sus culos. Lo único que me interesa es salir ahí fuera y ganar partidos. Y, a riesgo de poner palabras en boca de nuestro quarterback estrella —añadió, e incluso se permitió mirarme y guiñarme un ojo con todo el descaro del mundo—, tampoco tenéis nada que hacer con él.

Durante un minuto eterno, en el vestuario no se oyó ni tan siquiera el sonido de una respiración. Bueno, tal vez el de mi corazón arremetiendo contra mis costillas como un puñetero cañón. Quería ir hasta Liam y besarlo delante de todos, y también decirle que estaba enamorado de él.

Pero no creía que fuera el mejor momento para algo así. Sabía lo que estaba haciendo Liam. Les estaba diciendo a todos que le importaba una mierda lo que pensasen, pero también que no le interesaba en absoluto mirarlos dos veces. Que nada había cambiado aunque todo se antojara diferente. Porque solo era diferente para nosotros, no para ellos.

Sabía que nadie iba a soltar su mierda sobre mí. Desde mi llegada había dejado claro que no aguantaría ninguna tontería de nadie y, les gustara o no, necesitaban mi brazo para ganar partidos. Liam también era uno de los mejores running back que teníamos, pero él llevaba más tiempo alrededor de aquellos tipos; se conocían, habían compartido vestuario y entrenamientos durante varios años, así que su traición parecía mayor y los hacía sentir más incómodos.

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