Liam.
—¿Qué te dijo?
—Nada relevante —replicó mi hermano por enésima vez, aunque su expresión decía otra cosa.
Al llegar a casa, Caleb se había hecho con mi juego de llaves y había salido volando del coche antes siquiera de que lo detuviese del todo. Durante el viaje me había preguntado por Malik, y no parecía demasiado satisfecho con mi idea de mantenerme lo más lejos posible de él, más que nada porque decía que yo parecía... miserable. Triste y apagado.
Amargado.
No quise discutir con él al respecto, no era como si tuviera muchas más opciones. Dudaba demasiado de mí mismo y de mi capacidad de resistencia cuando se trataba de Malik como para hacer otra cosa que no fuera alejarme de él.
Y lo peor era que cada vez me resultaba más difícil ignorarlo.
No era justo que, en lugar de desvanecerse, mi atracción por él pareciera crecer día a día. Empezaba a lamentar no haberle dado ninguna oportunidad. Lo echaba de menos tanto que dolía. No solo el sexo, aunque no negaré que resultaba una parte difícil, más aún cuando mi cuerpo parecía ajeno ahora tanto a las chicas como a cualquier hombre que no fuese él.
Pero también echaba de menos los ratos de charla en el coche de camino al entrenamiento; encontrármelo a media mañana entre clases y escondernos en un rincón solo para robarnos unos cuantos besos apresurados; las veces que habíamos acabado buscando algún lugar en el que comer porque seguíamos sin ir a hacer la compra; ver una película sin verla en absoluto, demasiado interesados en lo que el otro estaba contando o en quitarnos la ropa para acabar hechos un lío de brazos y piernas; incluso llegar a casa muertos de agotamiento tras un entrenamiento y tener que esperar a que Gray y Cooper se fueran a sus habitaciones para derrumbarnos juntos en la cama. Echaba de menos despertarme y encontrarlo a mi lado, aunque tuviera que salir de puntillas de su dormitorio para volver al mío. Sus dedos en mi nuca. Los besos suaves y breves. Las sonrisas cómplices a través de la habitación. Las miradas oscuras que me aceleraban el pulso.
Y, sobre todo, echaba de menos el modo en que me presionaba, por muy raro que pareciese, cómo me provocaba en todos los aspectos, incluso en el campo, y me obligaba a sacar lo mejor de mí mismo.
Lo vivo que me hacía sentir.
En el fondo, quería que Malik me explicase por qué me había ocultado que ya había alguien en su vida. Lo necesitaba.
Al menos no había aparecido por casa con ese tipo colgado del brazo ni tampoco lo había visto en el campus con él. No era que yo estuviera pendiente de lo que hacía Malik.
Para nada.
Nop.
Por eso no tenía ni idea de que, tras más de una hora en aquella fiesta, aún no había ni rastro de él. Claro que sí, muy lógico todo. Llamadlo «autoengaño».
Me pregunté si al final había decidido no ir, y luego me pregunté por qué me estaba preguntando eso si no debería importarme en absoluto.
«Maldita sea.»
Caleb me lanzó una mirada maliciosa después de darle un sorbo a su botella de agua. Me había dicho que no iba a beber, algo que de todas formas no debería haber hecho porque no tenía edad legal para ello. Aún estaba tomando un tratamiento para la ansiedad, y el alcohol y las pastillas no eran una buena combinación. Me alegré de que se mostrara responsable en ese aspecto, porque no estaba seguro de que yo tuviera la cabeza lo suficientemente en su sitio como para recordarlo.
—No me extraña que te lo hayas tirado. Es incluso demasiado sexy para ti.
—¡Eh, ¿qué demonios?! —protesté después de darle un largo trago a mi cerveza—. ¿Qué se supone que significa eso?