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Zayn.

Tuve que sostener a Liam para que no resbalara hasta el suelo. Tampoco yo estaba mucho mejor. Me temblaban las piernas y respiraba a trompicones. Me había corrido tan duro y durante tanto tiempo que no sabía muy bien cómo bajar de nuevo de la nube postorgásmica a la que Liam me había lanzado.

—Joder, chico de oro... —exhalé, aferrando aún su cintura y con la frente reposando contra su espalda.
Era tan agradable tenerlo entre mis brazos... Tener su cuerpo envuelto con el mío. No quería que aquel momento pasase.

—Sí, eso lo define muy bien.

Se echó a reír y su cuerpo se sacudió bajo el mío. En las últimas semanas había aprendido a apreciar ese sonido, y me di cuenta de que lo había echado mucho de menos en aquellos días.

No lo solté hasta estar seguro de que ambos recordábamos cómo usar las piernas. Nos adecentamos e hicimos todo lo posible para limpiar las huellas de nuestro encuentro. No creía que fuéramos los únicos en haber empleado la pequeña habitación para echar un polvo rápido durante una fiesta, solo esperaba que la música y el ruido del exterior hubiesen sido suficientes para disimular nuestros gemidos. De otro modo, los hermanos podían estar esperando al otro lado de la puerta para burlarse de quien fuera que estuviese dentro; no sería la primera vez, y no tenía ninguna intención de someter a Liam a un bochornoso paseíllo de la vergüenza.

Una vez que todo estuvo en orden y nuestra ropa de nuevo en su sitio, Liam se apoyó en la puerta y me miró mientras se mordisqueaba el labio inferior. No podía saber lo que estaba pensando, pero esperaba que no estuviera arrepintiéndose de lo que había sucedido.

—Ey. —Me acerqué a él y acuné su rostro entre las manos—. ¿Estás bien? ¿Estamos bien?

Asintió, pero no dijo una palabra.

Arqueé las cejas mientras trazaba círculos sobre su mejilla con el pulgar. Tenía los labios hinchados y un precioso rubor cubriéndole las mejillas, además del aspecto de alguien bien jodido, lo cual me hizo sentir vergonzosamente orgulloso.

—Debería volver con Caleb.

—Puedes salir tú primero. Yo esperaré un poco.

Volvió a reír despreocupadamente y algo se aflojó en mi pecho. No sonó arrepentido y parecía haber abandonado por fin la guerra silenciosa a la que me había sometido en los últimos días.

—Cualquiera ha podido vernos entrar. No fuiste muy discreto al arrastrarme aquí. Y probablemente el pasillo esté lleno de gente.

Suspiré. Yo mejor que nadie sabía lo malo que era que alguien te empujara a salir del armario cuando aún no estabas preparado, y literalmente estábamos en un puto armario. No debería haber hecho las cosas de aquella forma. Lo último que quería era que Liam se viera señalado por los hermanos o los miembros del equipo.

—Lo siento. Yo no quería... —empecé a decir, pero él me tapó la boca con la mano.

Ladeó la cabeza y me brindó una sonrisa suave aunque ligeramente triste.

—Puedo salir solo de aquí o... podemos salir juntos. No me importa. Pero tú tienes mucho que perder, Zayn.

Al principio, no comprendí a lo que se refería. No había hecho una declaración pública sobre mi orientación sexual, pero era muy consciente de que ya había multitud de rumores sobre mí. Incluso había tenido algún encontronazo con un par de compañeros de hermandad en la última semana; nada grave ni un ataque directo, pero los comentarios malintencionados y las miradas suspicaces estaban ahí. No todos eran tan tolerantes como Cooper, Maddox o los chicos de waterpolo. Siempre había algún capullo homófobo dispuesto a dejar claro lo gilipollas que podía llegar a ser la gente.

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