Los días transcurrieron con la constancia de un reloj, pero para Adam Lynch, cada jornada en la empresa cobraba un matiz distinto desde que Mía había entrado en su vida. La presencia de la joven asistente, con sus ojos cargados de tristeza y su dedicación incansable, había despertado una curiosidad insospechada en él.Decidido a desentrañar más sobre la situación de Mía, Adam se sumergió en una investigación minuciosa. Interrogó a los compañeros de ella e incluso consultó al médico de la señora Sarah. Lo que descubrió lo dejó sin aliento: Mía no estaba mintiendo. Su amor por su madre era auténtico.
Adam no era un hombre de disculpas, pero aquella tarde, después de investigar a Mía, decidió que debía hacerlo. La encontró en su pequeño escritorio, absorta en su trabajo. "Señorita Ellis", la llamó. Ella levantó la mirada, y sus ojos reflejaban una mezcla de sorpresa y cautela.
Fueron hacia la oficina de Adam y dijo;
-Me disculpo por haberte dicho cosas hirientes hace unos días, me arrepentí al instante, pero no sabía cómo podría disculparme, me encontraba demasiado estresado en ese momento, además otros empleados han dicho lo mismo varias veces, solo para después descubrir que era mentira, debes estar pasando por momentos difíciles y como tu jefe enojarme con tu tristeza no es algo que deba hacer.
Mía responde tranquilamente. -Lo disculpo, no tengo problema, y si eso es todo, entonces me retiro.
-Espera, tengo algo más que decir. He reconsiderado tu solicitud, dijo Adam.
-Aprobaré el préstamo que pediste, se descontaría de tu salario, no te confundas, no suelo ser accesible con estas cosas, hice una excepción solo para que dejes de descuidar tu trabajo y mostrar esa lamentable apariencia.
Dijo con una mirada seria.-Además puedes tomar los días que necesites para ayudar a tu madre, no te preocupes por eso.
Mía se quedó sin palabras, estaba conmovida y sorprendida ante las palabras de su jefe, después de unos segundos reaccionó, "¿Es en serio?...le agradezco, no sabe cuánto, no olvidaré esto, gracias". Dijo con lágrimas en los ojos.
La sorpresa y la gratitud inundaron el corazón de Mía ante la generosidad y comprensión de Adam. Sin pensarlo dos veces, se acercó y lo abrazó. Para Mía, este gesto representaba mucho más que una ayuda financiera, era la prueba de que no estaba sola en su lucha por salvar a su madre.
El corazón de Mía latía con fuerza mientras salía de la oficina. Las lágrimas de gratitud resbalaban por sus mejillas, Mía tenía varios pensamientos en su cabeza. ¿Por qué el señor Lynch había cambiado de opinión? ¿Había alguna razón oculta detrás de su gesto amable?. Pero en ese momento, esas preguntas eran irrelevantes. Lo único que importaba era que su madre tendría la oportunidad de realizarse la operación tan esperada. La operación que podría salvar su vida, la esperanza crecía en el corazón de Mía.
Ahora, Mía solo tenía que esperar a que hubiera un donante disponible para la operación de su madre. Cada minuto contaba. Pero Mía estaba decidida a mantener la fe. El señor Lynch le había dado una razón para creer en la bondad humana, y ella se aferraba a esa esperanza como si fuera su salvavidas.
Así que salió de su trabajo, y Mía sintió que algo había cambiado dentro de ella. Sentía que se había quitado un gran peso de sus hombros y ahora solo anhelaba ver a su madre y esperar que todo saliera a su favor.
(Fin del capítulo 4)
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Duelo de destinos
RomanceMía, una diligente asistente de una renombrada corporación, ve su serenidad trastocada cuando una urgencia médica amenaza la vida de su madre. La solución yace en una operación de alto costo, un monto que escapa de sus posibilidades. Desesperada, Mí...