Tras largas jornadas laborales, me encuentro sumergida en horas extras. Afortunadamente, las entrevistas y comerciales con Sebastián han inyectado un alivio financiero, permitiéndome abonar gran parte de mi deuda. Sin embargo, anhelo liquidarla por completo en un futuro cercano. La situación se complica al compartir espacio con el señor Lynch, especialmente después de los comentarios que intercambiamos durante aquella incómoda cena.
Sebastián me escribe y le comento que sigo en la empresa. Mientras estoy trabajando y ya no queda nadie más en la oficina empieza a ganarme el sueño y a pesar de querer continuar me duermo sin darme cuenta.Adam que se encontraba en una cena de negocios, regresa a su oficina para recoger algo que había olvidado, al salir nota a Mía durmiendo encima de su escritorio. Adam se acerca a Mía y coloca su chaqueta en los hombros de ella, y acaricia un mechón de su cabello con suavidad. Pensando en si su decisión había sido la correcta, podría perderlo todo por una mujer que no le correspondía. Y que probablemente todavía guardaba resentimiento por él.
Mientras Adam estaba perdido en sus pensamientos, Mía abría sus ojos lentamente contemplando la imagen de un vulnerable Adam frente a ella.
-¿Señor Lynch?. Dice ella con nerviosismo y levantándose rápidamente. -Lo siento, me dormí un instante.
-Está bien. No tienes que preocuparte. Responde Adam suavemente.
Mía siente la chaqueta en sus hombros y se la quita. -¿Es suyo?.-Sí, pensé que podrías tener frío.
-Gracias, pero se la devuelvo. Me iré en un rato. Mía extiende la chaqueta hacia Adam.
-De acuerdo. Adam agarra su chaqueta rozando la mano de Mía.
Alguien se aclara la garganta detrás de ellos.
-Mía, me alegra que sigas aquí. Exclama Sebastián, acercándose rápidamente a Mía y la abraza.
-Sebastián, no me dijiste que vendrías.
-Lo hice, pero no respondiste mi mensaje.
-Los dejo tranquilos. Adam siente que sobra, por lo que se retira dejándolos a ambos a solas.
-Parece que no se rinde. Murmura Sebastián.
Mía estaba ocupada apagando su computadora por lo que no escuchó lo que dijo Sebastián. -¿Me dijiste algo?.
-No, pensaba en voz alta. Sonríe Sebastián.
Mía y Sebastián salen juntos de la oficina, cuando están juntos en el auto conversan de otros temas, mientras Sebastián toma la mano de ella.
Cuando llegan a casa de Mía, ambos ingresan y escuchan voces desde la cocina. Se acercan y saludan a la madre de Mía. Mientras que la otra figura femenina se voltea hacia ellos.
Una hermosa mujer de cabello negro alisado y ropa de diseñador les dedica una sonrisa. El rostro de Mía mostraba una mezcla de emociones.-Hermana, me alegra verte. Ha pasado un tiempo.
-¿Elena?. Mía se encontraba sorprendida.
-Así es, querida.
-Mía, tu hermana ha venido a visitarnos. Quería saber cómo nos encontramos. Explica la señora Ellis.
-Veo que las cosas no han cambiado mucho por aquí. Comenta Elena con una expresión altiva. -¿Sebastián Bailey?. Sonríe. -No pensé conocerte tan pronto.
Sebastián sonríe amablemente. -Es un gusto conocer a la hermana de mi novia. Aunque tengo entendido que no has estado muy presente.
Elena sonríe avergonzada. -He estado muy ocupada.
-Sí, demasiado ocupada como para preocuparte por la salud de tu madre, ¿Verdad?. Si de ti dependiera nuestra madre ni siquiera estaría viva. Mía le reclama.
-Mía, por favor. Acabas de verla, habla con ella. Debió tener sus razones. Me hace feliz que esté aquí con nosotras. Mi mamá toma la mano de Elena con cariño.
-¡Ella nos abandonó!. Nunca olvidaré eso.
-Elena es tu hermana. Somos su familia, a veces las personas cometemos errores.
-¿Durante 3 años?. Nunca quiso comunicarse con nosotras, jamás preguntó por ti. Me siento frustrada e impotente.
-Mía no seas dura con ella. Su madre responde.
-No puedo creerlo. Volteo y salgo de la cocina.
-¡Hija, espera!. Su madre intenta detenerla.
-Ya se le pasará. Dice Elena mientras sigue bebiendo de su taza.
Salgo de la casa con lágrimas en mis ojos.
-Mía, ¿A dónde vas?. Sebastián le grita mientras intenta alcanzarla.
Me detengo y sigo llorando. -Quiero estar sola.
-¡No, Mía!. Exclama Sebastián con voz firme. -Soy tu novio y no puedo dejarte sola en ese estado. No te encuentras bien.
-Sebastián. No entiendo a mi madre. ¿Cómo puede olvidar lo que Elena hizo y perdonarla como si nada?.
Sebastián abraza a Mía. -Los padres a veces son así, quieren a sus hijos tanto que pueden perdonar esa clase de errores.
-Pero yo no puedo. Fue muy difícil, estaba sola cuando mi madre enfermó. Me deshice de muchas de mis pertenencias, incluso pedí un préstamo que no sabía si podría terminar de pagar.
-Lo sé, Mía. Sebastián sigue abrazándola mientras ella lloraba en sus hombros. -Hiciste todo lo que pudiste, y sé que tu mamá lo aprecia, pero así son las madres y ahora mismo está feliz de poder ver nuevamente a tu hermana.
-No quiero regresar a mi casa. No quiero ver a Elena, y tampoco quiero discutir con mi madre.
-Está bien, no tienes que regresar. Puedes quedarte en mi casa hasta que te sientas mejor.
Mía asiente.Ambos se dirigen a la casa de Sebastián.
(Fin del capítulo 36)
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Duelo de destinos
RomansaMía, una diligente asistente de una renombrada corporación, ve su serenidad trastocada cuando una urgencia médica amenaza la vida de su madre. La solución yace en una operación de alto costo, un monto que escapa de sus posibilidades. Desesperada, Mí...