Capítulo 45: Verdad expuesta

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Adam y Sebastián escuchaban con atención mientras Nathaniel relataba su versión de los hechos. El aire en el callejón se volvía más denso con cada palabra.

-Esa día temprano me contactó un conocido. Comenzó Nathaniel, su voz tensa. -Me preguntó si estaba dispuesto a ganar dinero por un trabajo fácil. Tengo varias deudas, así que acepté sin pensarlo. Apenas lo hice, me avisó que la mitad del pago ya estaba en mi cuenta, y la otra mitad me la enviarían cuando el trabajo estuviera hecho.

Adam y Sebastián intercambiaron miradas, sus mandíbulas apretadas.

-Antes de llegar al club. Continuó Nathaniel. -Recibí la foto de la mujer que sería mi objetivo. La reconocí al instante como tu novia. Observa a Sebastián. -Se suponía que debía llegar al club, ser coqueto con ella. Besarla y llevarla al hotel apenas quedó inconsciente, debíamos ir solos, pero su acompañante, insistió en ir con nosotros. Era una mujer bonita. Supongo que también conocía el plan. Yo sólo debía desnudarla…

Sebastián casi pierde el control nuevamente, pero Adam logra calmarlo.

Nathaniel siguió hablando. -Debía desnudarla y acostarme a su lado para tomarme fotos con ella. Pero la acompañante No me permitió quitarle la ropa, así que lo hizo ella misma y la cubrió con las sábanas. Así que no te preocupes, Sebastián, no vi a tu novia desnuda. Tomé las fotos, las subí a las redes sociales y me fui. Todo el trato se hizo mediante mensajes telefónicos.

Sebastián aprieta los puños.

-Queremos ver los mensajes. Exige Adam.

Nathaniel, con una expresión de disgusto, extendió el teléfono hacia Adam. A regañadientes, desbloqueó el dispositivo y mostró los mensajes en la pantalla. Adam y Sebastián se sumergieron en la lectura, sus ojos escaneando las palabras con gran inquietud. El contenido confirmaba lo que el hombre les había revelado.
Todo era cierto.

Adam apretó los labios, su mandíbula tensa. -Nos llevaremos el teléfono, declaró con firmeza. -Revisaré cada mensaje. Haré que investiguen todo lo que puedan. Su determinación era palpable, y Sebastián asintió en silencio, apoyando la decisión.

El plan maestro para perjudicar a Mía se desplegaba ante ellos. Aún no sabían quién estaba detrás de los mensajes, pero había una certeza. El enemigo odiaba a Mía y poseía una fortuna considerable. Además, Elena, la propia hermana de Mía, estaba involucrada en todo esto.

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Mía se encontraba en su casa, absorta en sus pensamientos, cuando el timbre sonó con insistencia. Al abrir la puerta, se encontró cara a cara con Elena, su hermana. La sorpresa y el recelo se reflejaron en los ojos de Mía.

-Elena. ¿Qué haces aquí?. Mía no pudo evitar la aspereza en su voz.
Elena parecía nerviosa, pero su mirada estaba llena de urgencia.

-Quería verte. Supe de nuestra madre que te encuentras bien, pero quería asegurarme.

Ambas mujeres ingresaron a la casa y se sentaron en el antiguo sillón de la sala. Mía no podía apartar la mirada de su hermana.

-No parecías muy preocupada por mí ese día cuando te llamé para preguntar por lo ocurrido. Dijo Mía con amargura. -Y lamento decirte esto, pero siento que tienes mucho que ver en lo que me sucedió. Después de pensarlo durante mucho tiempo, y aunque no quiera admitirlo, llegué a esa conclusión.

Elena desvió la mirada con vergüenza. -Mía, tengo que hablar contigo. Sus palabras temblaban.

-Tienes razón, yo participé en lo que te sucedió esa noche.

El corazón de Mía latía con fuerza. -¿Qué? ¿Tú lo hiciste?. Sus ojos se llenaron de lágrimas. -Sabía que todo apuntaba a que estabas relacionada, pero tenía la esperanza de que todo fuera solo suposiciones mías. ¿Tanto me odias?.

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