La emoción vibraba en el aire mientras contemplaba mi vestido de novia en el armario. Los días pasaban rápido y pronto seríamos marido y mujer. Adam y yo habíamos trazado planes para nuestro futuro juntos. La casa en la que viviríamos, los rincones donde crearíamos recuerdos y las noches que compartíamos juntos.Con una sonrisa, volví a empacar mis pertenencias. La mudanza estaba a la vuelta de la esquina, justo después de nuestra luna de miel. Habíamos encontrado una casa hermosa que se adaptaba a nuestros gustos.
Sin embargo, un pequeño ruido rompió mi concentración. Sin pensarlo dos veces, me levanté de la cama y alcancé el bate que reposaba cerca, noté una sombra y empecé a seguir su origen. No podía ser mi mamá ni Elena; ellas se habían marchado hace horas.
En silencio, seguí el rastro de la sombra mientras mis manos marcaban temblorosamente al número de emergencias, mi mente se llenaba con preguntas. La puerta de la cocina se abrió con un crujido, y de repente, todo se volvió oscuro.
Un golpe contundente en mi cabeza me dejó aturdida. Al abrir los ojos nuevamente, el tiempo parecía difuso, como si hubiera transcurrido una eternidad. Pero lo más inquietante fue la parálisis que me envolvía. Mis brazos y piernas se negaban a obedecer. Me encontraba atada sentada en el frío suelo de algún desconocido lugar.
De pronto escucho una voz.
-¡Despertaste!. Ya era hora. No sabes lo difícil que fue traerte hasta aquí. Estás muy pesada. Reclamó aquella mujer que las autoridades buscaban. Charlotte.
-¡Estás demente!, grité, mi voz temblorosa. -¿Qué es lo que quieres? ¡Déjame ir!. Pero Charlotte no mostraba piedad. Su mirada estaba cargada de furia y resentimiento.
-¿Qué quiero? ¡Venganza! Tú arruinaste mi vida, ¿y crees que mereces ser feliz?.
La ira se apoderó de mí. -Nadie te arruinó la vida más que tú misma con tus acciones, le espeté. -No te bastó con destruir mi relación con Sebastián y manchar mi reputación. Aunque eso es insignificante comparado con casi asesinar a Adam.
Charlotte sonrió con amargura. -Mi plan era acabar con ambos, lástima que no estaban juntos. Aunque no lo creas, me alegra que haya sobrevivido. Aún guardo aprecio por él.
-No puedes querer a nadie. Le dije, pero ella me abofeteó con fuerza.
-¡Gracias a ti, Adam sufrió las consecuencias, por preferirte sobre mí!.
-Él no te quiere, ¿Cuándo lo vas a entender?. Insistí, pero Charlotte estaba decidida. -¡Nunca! Y ahora no me importa. Van a sufrir, porque no les permitiré ser felices. Se acercó, agarrando mi cabello con violencia.
-Estoy cansada de ti y tu estúpido rostro.
-¡Suéltame!. Supliqué, pero sus dedos se aferraban con crueldad. -¡No, no te suelto! Tú vas a pagarme por todo lo que he sufrido. Lo perdí todo gracias a ti, y ahora voy a desquitarme. Tú y tu querido Adam van a sufrir. Me encantaría verlo cuando encuentre tu cuerpo sin vida. Qué triste se sentirá. Pero no sería divertido acabar contigo tan pronto.
-¡Estás loca!. Adam va a encontrarme y serás llevada a la cárcel.
Su sonrisa desquiciada me heló la sangre.
-¡Sí, claro!. Lo dudo mucho y cuando te encuentren yo estaré muy lejos.
-¿Ah, sí? ¿Cómo?. No tienes el apoyo de nadie ahora.
-Ese no es tu problema. ¡Y ya cállate que me estresas!. Una patada en el vientre me hizo caer al suelo, y Charlotte continuó golpeándome hasta quedar satisfecha.
Al día siguiente, Mía no se presentó a trabajar, lo cual sorprendió a Adam y a sus compañeros. Adam, preocupado, llamó a la madre de Mía.
“Señora Sara, ¿Mía se encuentra con usted?”, preguntó.
La respuesta fue desconcertante. “No, ella no está conmigo. Ahora Elena y yo estamos desayunando en una cafetería. ¿Mía no fue a trabajar?”.
La inquietud creció en Adam. “No, Mía no está aquí”, respondió.
“Qué extraño, ella nunca falta. Iré a la casa para ver si se encuentra”.
“También iré, nos vemos allá”.
“De acuerdo”.
Decidieron ir a la casa de Mía juntos. Al llegar, encontraron el bate tirado en la cocina, pero nada más parecía fuera de lugar. -¡Mía no está por ningún lado!, exclamó la señora Sarah, revisando cada rincón. El teléfono de Mía yacía en el suelo de la cocina.
-Algo le pasó, es evidente que no se fue por su propia voluntad. Afirmó Adam.
La señora Sarah asintió. -Tenemos que denunciar su desaparición.
-Sí, haremos eso.
Juntos, colocaron rápidamente la denuncia en la policía. Pero Adam también decidió usar sus influencias y recordó el reloj que le había regalado a Mía. El chip GPS podría ser la clave para localizarla rápidamente. La búsqueda desesperada comenzaba, y el tiempo corría en su contra.
(Fin del capítulo 55)
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Duelo de destinos
RomantikMía, una diligente asistente de una renombrada corporación, ve su serenidad trastocada cuando una urgencia médica amenaza la vida de su madre. La solución yace en una operación de alto costo, un monto que escapa de sus posibilidades. Desesperada, Mí...