Las semanas posteriores a la noche de la fiesta, se tiñó de un caos inesperado. Mi madre, con lágrimas de alegría asomando en sus ojos, me abrazó con fuerza al enterarse de mi nueva relación.-¡Por fin, mi niña! ¡Sebastián Bailey!. Exclamó, su voz era un canto de felicidad pura. -Ya era hora, me alegra que empieces a darle prioridad al amor, y mejor si es con un actor famoso. Su sonrisa era radiante.
En la oficina, la curiosidad de mis compañeros se desbordó en un torrente de preguntas, a las que respondí con la sinceridad que la situación me permitía.
El señor Lynch, por su parte, se había convertido en una estatua de seriedad, su incomodidad era palpable cada vez que nuestras miradas se cruzaban. Nuestra interacción se mantenía estrictamente profesional, como si un muro invisible se hubiera erigido entre nosotros.
Charlotte, fiel a su costumbre, no perdía oportunidad para lanzar sus dardos venenosos disfrazados de comentarios casuales, aunque siempre reprimía su veneno cuando Sebastián o el señor Lynch estaban cerca.
Las calles se convirtieron en un escenario donde yo era la protagonista involuntaria. Los transeúntes me reconocían, algunos con sonrisas amables que pedían fotos y autógrafos, mientras otros murmuraban con desdén.
-¿Esa es la chica que sale con Sebastián Bailey?. Oía susurrar.
-Seguro que solo está con él por interés.
Pero elegí ignorar esos comentarios, enfocándome en la farsa que debía mantener. Sebastián y yo nos convertimos en actores de nuestra propia obra, saliendo con frecuencia para alimentar la ilusión de nuestro romance. Incluso lo acompañé a un par de entrevistas, donde las cámaras capturaban cada gesto y cada sonrisa forzada.
-¿Cómo es salir con una celebridad como nuestro talentoso Sebastián?. Preguntaba el entrevistador, su mirada inquisitiva buscando más que una simple respuesta.
-Es un honor. Respondía, mi voz temblaba con un guion no escrito.
-Cada día aprendo algo nuevo de él que me hace quererlo y admirarlo más que antes. Respondo satisfaciendo la curiosidad de los presentes y siendo consciente de que será del agrado del público.
Y así, transcurren mis días últimamente, intentando acostumbrarme pronto al nuevo giro que ha tenido mi vida. Las mañanas en la oficina se llenan de miradas furtivas y susurros apenas perceptibles. El señor Lynch, con su porte imponente y su traje siempre impecable, parece una isla de silencio en medio de un mar de chismes.
-Mía, necesito esos informes para el mediodía. Dice con voz firme, sin levantar la vista de su escritorio.
-Por supuesto, señor Lynch. Respondo, sintiendo la tensión que se cierne sobre nosotros.
Mientras que la ciudad, con sus calles bulliciosas y sus luces intermitentes, se convierte en un telón de fondo para las escenas que Sebastián y yo representamos. Los flashes de las cámaras iluminan nuestras figuras mientras caminamos por la alfombra roja de algún estreno, nuestras manos entrelazadas en una muestra de afecto ensayado.
-Mía, sonríe para la cámara. Susurra Sebastián, su aliento cálido en mi oído.
Y yo obedezco, mostrando al mundo una imagen de felicidad que, aunque ficticia, se siente extrañamente reconfortante.
Las noches son un contraste marcado, llenas de silencios y reflexiones. En soledad, contemplo la luna que se asoma por la ventana, su luz plateada bañando la habitación en un resplandor etéreo. Mientras reflexiono en silencio sobre todo lo que está ocurriendo con Sebastián, y en cómo la vida modesta que solía llevar hasta ahora está cambiando a pasos agigantados.
-¿Vale la pena?. Me pregunto a mí misma, la duda anidando en mi pecho.
Pero entonces recuerdo las palabras de Sebastián, su voz suave y segura diciéndome que todo esto es solo temporal, que la farsa terminará y la vida volverá a su cauce normal. Lo cual me sirve de alivio y como motivación para poder seguir con esta situación ante los demás.Dejo escapar un largo suspiro mientras pienso en Adam y en las palabras que me dijo durante la fiesta que resuenan frescas en mi memoria, me siento frustrada al pensar en que ambos estábamos sintiendo lo mismo; sin embargo, él no hizo nada para expresarlo y por el contrario, me apartó y aceptó que lo comprometieran con Charlotte, y aunque estoy molesta y decepcionada por su actitud cobarde, todavía tengo sentimientos por él y no sé si podré ocultar de él estos sentimientos durante más tiempo.
(Fin del Capítulo 22)
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Duelo de destinos
RomanceMía, una diligente asistente de una renombrada corporación, ve su serenidad trastocada cuando una urgencia médica amenaza la vida de su madre. La solución yace en una operación de alto costo, un monto que escapa de sus posibilidades. Desesperada, Mí...