En los días subsiguientes, noto un cambio en el comportamiento del señor Lynch. Su trato hacia mí es distante y frío, limitándose estrictamente a asuntos laborales. La ausencia de sus mensajes me lleva a preguntarme si algo le ha molestado. No soy la única que lo ha notado; parece que todos en la oficina perciben su actitud más severa de lo habitual.Decidida a aclarar la situación, aprovecho un momento en que le entrego unos documentos para abordar el tema. Con cautela, le pregunto: -Señor Lynch, ¿le sucede algo?. Parece preocupado.
Él me mira con una expresión impenetrable y responde secamente:-No es nada de su incumbencia, señorita Ellis.
Insisto, movida por la preocupación: -Es que su actitud ha cambiado notablemente. Si hay algo que le molesta, tal vez pueda ayudar. Además, hemos dejado de hablar como antes.
-No sé qué clase de relación cree que tenemos, dice con firmeza, pero quiero dejar claro que la única relación que existe entre nosotros es la de jefe y empleado.
Sus palabras me dejan desconcertada y con una sensación de tristeza. Solo me limito a asentir y salgo de su oficina decepcionada.
Al llegar a casa, el sueño se me escapa entre pensamientos sobre qué podría haber hecho para molestar al señor Lynch. No encuentro justificación alguna; se ha distanciado tanto que ni siquiera nuestra amistad parece sobrevivir.
La mañana siguiente me recibe el bullicio del trabajo. Había olvidado por completo que hoy celebramos el aniversario de la empresa. El salón de eventos está lleno de actividad y me uno al esfuerzo sin dudarlo. "¡Vamos, hay que dejar todo impecable para la celebración!" animo a los meseros mientras organizan las mesas y sillas.
Emily pasa corriendo con una caja de decoraciones. "¡Mía, asegúrate de que las mesas de bocadillos estén listas, por favor!". Me pide con urgencia.
Asiento y me pongo manos a la obra, mientras observo a los demás compañeros de diferentes departamentos colaborando con la decoración, la preparación de las bebidas, y ajustando la iluminación y la música. Poco a poco, el caos da paso al orden y el salón se transforma ante nuestros ojos, listo para festejar un año más de logros compartidos.
Tras varias horas de esfuerzo, finalmente nos tomamos un merecido descanso. La anticipación crece mientras aguardamos la llegada de los invitados. Al iniciar el evento, nos acomodamos en nuestras sillas y brindamos con una copa de champagne en mano.El presidente de la empresa se dirige al podio, y con una voz clara y firme, comienza su discurso de apertura. "Hoy celebramos no solo el pasado y el presente, sino también el futuro prometedor de nuestra compañía", anuncia mientras todos escuchamos con atención. Nos lleva por un viaje a través de la historia de la empresa y presenta a los artistas invitados que adornarán la velada con su talento.
Tras la ovación a los artistas, el presidente retoma la palabra para hacer un anuncio que parece cargar el aire con una tensión palpable. "Es un honor para mí compartir con ustedes una noticia que marca un nuevo capítulo para nuestra empresa", dice, y tras una pausa dramática, revela la noticia que nos mantenía expectantes: el compromiso entre el señor Adam Lynch y la heredera de OmniCorp International, la señorita Charlotte Bailey.
La mujer en cuestión, tiene una figura esbelta cabello rubio y ojos verdes, sube al escenario. Su presencia es innegable, aunque su porte transmite una arrogancia que no pasa desapercibida. Ella sonríe ante los destellos de las cámaras, mientras el señor Lynch la acompaña con una expresión seria y una incomodidad evidente en su semblante. A pesar de ello, posan juntos, ofreciendo una imagen perfecta para los medios.
A mi alrededor, mis compañeros intercambian miradas de confusión, incapaces de comprender el giro de los acontecimientos. Siento una urgencia por alejarme, por encontrar un refugio donde pueda procesar mis emociones a solas. Con pasos apresurados, me dirijo hacia el baño, pero las lágrimas se adelantan, empañando mi visión. "¿Cómo ha sucedido esto?", me pregunto, mientras el eco de la noticia resuena en mi mente.
(Fin del capítulo 10)
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Duelo de destinos
RomanceMía, una diligente asistente de una renombrada corporación, ve su serenidad trastocada cuando una urgencia médica amenaza la vida de su madre. La solución yace en una operación de alto costo, un monto que escapa de sus posibilidades. Desesperada, Mí...