El sol se filtra a través de las cortinas de la habitación de invitados, despertándome con su cálido resplandor. Me levanto y encuentro la ropa que Sebastián ha dejado cuidadosamente doblada fuera de la puerta. El suave tejido parece abrazarme mientras me visto.Cuando estoy lista, Sebastián me llama desde la sala de estar. El aroma tentador del desayuno flota en el aire, y mi estómago ruge de anticipación. Me dirijo al comedor, donde la elegancia y el buen gusto se entrelazan en cada detalle.
La gran mesa de madera maciza, rodeada de sillas tapizadas en terciopelo verde esmeralda, es un testimonio de la sofisticación de Sebastián. Un candelabro de cristal cuelga majestuosamente sobre la mesa, arrojando destellos de luz sobre los platos dispuestos con precisión.
Sebastián me recibe con una sonrisa y un apodo cariñoso.-Buenos días, querida. Sebastián se encuentra sirviendo el desayuno para nosotros.
-Buenos días. Sonrío. -¿Preparaste el desayuno?.
-Por supuesto. No soy experto, Pero sé lo básico, muñeca. Toma asiento, y comamos juntos.
Nos sentamos frente a la mesa, y el aroma del café recién hecho y las tostadas crujientes llena el espacio. Sebastián inicia la conversación, su mirada intensa.
-¿Hoy irás a tu casa?.
-Sí, iré después del trabajo.
Tengo que hablar con mi madre y saber qué es lo que quiere Elena.Sebastián asiente comprensivo.
-Entiendo, te acompañaré si quieres.-Está bien, gracias. Me gustaría tenerte cerca al regresar a mi casa.
Seguimos desayunando, al terminar Sebastián me lleva a mi trabajo.
El día transcurre sin problemas, mis amigos del trabajo, parecen más unidos que nunca, lo cual me alegra. Compartimos la hora del almuerzo juntos y me siento feliz por ello, Pero no puedo evitar pensar en Elena y mi madre.
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En el bullicioso centro comercial, Elena se sumerge en una sesión de compras. Después de visitar varias tiendas, llega a una elegante joyería. El escaparate brilla con anillos de diamantes y piedras preciosas, y Elena se siente atraída por uno en particular.
-Señorita, muéstreme ese anillo, por favor. Pide Elena educadamente.
Antes de que la vendedora pueda responder, otra voz interrumpe:
-Déjame ver ese anillo. Dice la voz de una mujer misteriosa.
Elena se voltea y se encuentra con Charlotte Bailey, la mujer cuyo nombre resuena en los círculos sociales. La sonrisa arrogante de Charlotte no pasa desapercibida.
-¿Charlotte Bailey?. Lo siento, pero yo vi ese anillo primero.
-¿Sabes quién soy?. Dice Charlotte con tono desafiante.
-Quién no lo sabe. Además, ahora somos algo así como familia. Mi hermana es novia de Sebastián, tu hermano.
Charlotte cruza sus brazos. -¿Eres hermana de esa arribista?. Esa mujer y yo no somos nada. Mi hermano la dejará una vez se aburra de ella, así que no te ilusiones. Jamás será parte de mi familia.
Elena no se deja intimidar: -No le tienes mucho aprecio, ¿eh?.
-¿Por qué lo haría? Es una zorra. No le bastó meterse con mi hermano, sino que también quiere meterse con mi prometido.
-¿De verdad?. La Mía que conozco no haría algo así.
Charlotte sonríe con malicia. -Entonces no conoces bien a tu hermanita. Es una trepadora. ¡Entérate!. Sabes qué, ni siquiera debería perder el tiempo contigo, debes ser igual que esa tipa.
-Señorita. ¿No quiere ver el anillo?. Pregunta la vendedora.
Charlotte se marcha molesta de la joyería y con la cabeza en alto. Elena la observa alejarse.
-¡Me lo llevo, señorita!. Elena se coloca el anillo en su dedo. -Ay, hermana. En qué estás metida. ¿Qué sucedió con la respetable Mía?. Murmura para sí misma mientras sonríe.
(Fin del capítulo 39)
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Duelo de destinos
RomansaMía, una diligente asistente de una renombrada corporación, ve su serenidad trastocada cuando una urgencia médica amenaza la vida de su madre. La solución yace en una operación de alto costo, un monto que escapa de sus posibilidades. Desesperada, Mí...