Capítulo 1: Una vida monótona

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El sonido estridente de la alarma me arranca de un sueño intranquilo. Me incorporo, aún aturdida, y me preparo para enfrentar otro día en la oficina. La rutina se repite: una taza de café humeante, el abrigo sobre mis hombros y la puerta que se cierra tras de mí.

En la oficina, los documentos me rodean como un enjambre de papeles ansiosos por ser revisados. Mi jefe, el señor Lynch, Director de Gestión de Proyectos de C&M Global y mi superior directo, no da tregua. Su mirada penetrante y su voz firme me empujan a la acción. No es la primera vez que enfrento su exigencia; trabajar para él es tanto un honor como un desafío constante.

A pesar de sus 28 años, el señor Lynch posee la veteranía en el mundo de los negocios como una segunda piel. Su atractivo es innegable, una mezcla de carisma natural y una presencia que no necesita palabras para afirmarse. Sin embargo, su expresión seria y su actitud fría lo envuelven en un halo de misterio. Nunca ha sido visto con una mujer públicamente, alimentando así las especulaciones y los susurros entre los pasillos.

Es un hombre que destaca en cualquier sala, su estatura supera la media, y su presencia es imponente, no solo por su altura sino también por la elegancia innata con la que porta sus trajes formales. Su cabello rubio, siempre peinado con precisión, complementa su tez clara y contrasta con la profundidad de sus ojos azules. Estos, intensos y penetrantes, parecen escudriñar el alma, reflejando una seriedad que intimida y atrae a partes iguales.

A pesar de sentir cierta atracción, admiración y agradecimiento por él, pues fue el primero en ver mi potencial al contratarme sin contar con experiencia previa, no permito que mis sentimientos interfieran con mis actividades.

Por mi parte, con mis 25 años, me encuentro en una posición envidiable, trabajando en una de las empresas más importantes del país. Mi esfuerzo y dedicación a mi labor se reflejan en cada tarea que emprendo. Mi cabello negro está siempre recogido en una cola alta, una elección práctica para una mente enfocada. Mis ojos marrones, se encuentran ocultos detrás de mis lentes. Uso mi uniforme junto con mi holgado abrigo café, y a diferencia de mi jefe, yo no destaco mucho, pero eso no me preocupa; mi tiempo y pensamientos están dedicados a metas más elevadas.

Sacudo mi cabeza de aquellos pensamientos que me distraen por un momento, y continúo con mi labor diligente: reviso documentos, preparo informes, y los llevo a su despacho para su firma. Las horas se alargan, pero no me quejo. Así que aquí me encuentro, trabajando horas extras, inmersa en la quietud de una oficina que guarda los ecos de un día que ya se ha ido.

Apenas termino mis tareas pendientes, me dirijo a casa, donde le escribo a mi madre para preguntarle cómo se encuentra y estar pendiente de ella. Es la única persona importante en mi vida desde que mi padre falleció hace 5 años, también tengo una hermana menor; Elena, quien apenas logró ser exitosa como modelo, abandonó el país olvidándose por completo de nosotras.

No le guardo rencor, intento comprender la razón de su distanciamiento hacia nosotras; sin embargo, no deja de ser doloroso no poder verla ni contar con ella, además de que nuestra madre siempre la recuerda y espera por su regreso, por lo que he decidido estar más cerca de nuestra madre dentro de mis posibilidades, a pesar de vivir en lugares alejados la visito los fines de semana, esperando que no sienta tanto la ausencia de mi hermana, aunque en estos últimos meses ha sido difícil debido a mi trabajo.

Mi madre siempre responde a mis mensajes diciendo que se encuentra bien cada vez que le pregunto, y me llena de palabras de afecto. Me preparo para dormir tranquilamente una vez que sé que todo está bien con ella. No hay mucho para contar sobre mi vida, supongo que es aburrida, pero me gusta cómo están las cosas.

Al despertar al día siguiente, llego tarde al trabajo, espero una reprimenda de mi jefe, pero para mi suerte, él aún no ha llegado. Sin perder tiempo, me dirijo a mi puesto y comienzo a trabajar.

Al cabo de unas horas, nos informan que debemos ayudar con la organización del evento que se llevará a cabo en unas horas. Todos en la oficina suspendemos nuestras actividades y vamos al salón de eventos para ayudar a preparar la fiesta. Una vez que culminamos nuestra labor, nos permitimos disfrutar de la elegante fiesta preparada por el cumpleaños del Presidente de nuestra empresa.

Me dispongo a comer tentempiés y beber un poco de vino, luego me dirijo hacia mis compañeros para conversar con ellos. Me agradan, pero generalmente no puedo establecer una charla con ellos. Para mi sorpresa, me reciben de buena manera. Son agradables y amables conmigo. Pensaban que los despreciaba o algo similar por mi rostro serio, y siempre encontrarme inmersa en mi trabajo, les aclaro que solo soy tímida, pero que me agradan. Conversamos durante un largo rato y la pasamos bien.

Cuando me dirijo a la mesa para tomar más tentempiés encuentro el teléfono celular de alguien allí, intento encontrar a aquel hombre que se encuentra de fondo en la pantalla cuando escucho:

-¡Es mi teléfono!

Se acerca un hombre alto de cabello castaño, atractivo, usando lentes oscuros, no lo había visto antes en la empresa, agarra suavemente el teléfono de mis manos y me agradece con una sonrisa. "No es nada", le digo mientras me aparto y me dirijo al encuentro con mis compañeros nuevamente y sigo conversando con ellos.

Al culminar la fiesta, me dirijo a casa. En el camino pienso en aquel desconocido que me resultó extrañamente familiar. Apenas llego a mi departamento, le escribo a mi mamá, pero no responde. Esto me preocupa, así que la llamo a su teléfono, pero no contesta. Después de varios minutos desesperada por intentar hablar con ella, responden mi llamada, pero la voz que escucho no es la de mi madre.

(Fin del capítulo 1)

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