Los últimos rayos de sol de la tarde se filtran por las rendijas de la oficina de Adam, proyectando sombras sobre el mobiliario oscuro. Frente a frente, Adam y Charlotte sostienen una conversación cargada de tensión.
-Deberíamos empezar a organizar nuestra boda cuanto antes, y quiero que lo hagamos de la mano. Dice Charlotte con ansias y un brillo de anticipación.-Habría preferido que me avisaras de tu visita. Responde Adam, desviando su atención de los documentos con un gesto de incomodidad.
-Como tu futura esposa, creí que no sería un inconveniente. Replica Charlotte con genuina sorpresa.
-Las visitas se coordinan con mi secretaria, no es apropiado que irrumpas así. Marca Adam cada palabra con determinación.
Charlotte intenta suavizar el ambiente con una carcajada suave.-Eres un bromista, cariño. No puedes estar hablando en serio.
La voz de Adam se endurece, borrando la sonrisa de Charlotte. -No estoy bromeando, y ya no tienes el derecho de llamarme de esa manera.-¿Todavía te afecta aquello? Solo ocurrió una vez. Desafía Charlotte.
-Una vez fue todo lo que necesité para conocerte realmente. No comprendo cómo mi padre pudo pensar que esto sería una buena idea, después de lo que pasó entre nosotros. Responde Adam con una frialdad penetrante.
-Estás contento con este compromiso, lo sé. Afirma Charlotte con una seguridad inquebrantable.
-Pareces muy segura de ti misma al decir eso. Dice Adam con un deje sarcástico.
Charlotte se acerca a Adam, su voz llena de certeza. -Adam, basta de pretender. La noticia te ha hecho feliz. Aún sientes amor por mí. Dice mientras lo acaricia.
Adam permanece en silencio, su rostro es una máscara de indiferencia. Sin previo aviso, toma la muñeca de Charlotte y la aleja con un movimiento brusco.
-Déjalo, podemos discutirlo más tarde, tengo mucho trabajo ahora. Dice Adam con una voz que no admite réplica.
-Está bien, haz lo que quieras. Responde Charlotte con ira, su voz tiembla con la emoción.
Charlotte abandona la oficina con un portazo que resuena con su enfado. Al regresar a su puesto de trabajo Mía se cruza con ella que tiene una mirada furiosa.
El tiempo transcurre y finaliza mi día laboral. Me dispongo a salir cuando veo al señor Lynch abandonar su despacho. Se dirige hacia mí, pero decido ignorarlo y continuar mi camino.
-¿Podríamos conversar en algún momento?. Intenta sonar conciliador el señor Lynch.
-No creo que sea posible, discúlpeme, pero debo marcharme. Respondo con decisión. Antes de que el señor Lynch pueda decir algo me retiro de la oficina.
Camino hacia el comedor de la empresa y allí me encuentro con Sebastián. Al verme, coloca su brazo sobre mi hombro con naturalidad.
-¿Lista para partir?. Pregunta Sebastián con una sonrisa acogedora.
-Sí, vámonos. Devuelvo la sonrisa.
-Perfecto, querida. Tranquila, el lugar al que vamos es encantador. Viene recomendado por mi hermana, y ella es muy exigente, así que seguro que es excelente. Dice Sebastián con entusiasmo.
Nos dirigimos en su auto hacia el restaurante. El lugar es distinguido y elegante, con una disposición impecable y luces tenues que invitan a la intimidad. Al sentarnos y ojear el menú, me llena un sentimiento de incomodidad al sentirme fuera de lugar. Sebastián, percibiendo mi malestar, me regala una sonrisa reconfortante.
-Estás perfecta, no hay motivo para la tensión. Solo piensa en lo que te apetece comer. Dice Sebastián con tono calmado.
-Es mi primera vez en un sitio como este, no quería que se notara tanto. Sonrío nerviosamente.
-Deberás habituarte a explorar nuevos lugares si vas a acompañarme. Y no, no se nota a simple vista. Soy un buen observador, eso es todo. Responde Sebastián sonriendo con comprensión.
Sebastián ordena lo mismo para ambos y, mientras charlamos, disfrutamos del vino y la cena. Sebastián comparte detalles de su vida y su carrera como actor, lo que implica viajar constantemente.
Me pregunta sobre mi vida y le hablo de mi convivencia con mi madre, omitiendo su anterior hospitalización. No deseo que la compasión sea el motivo de nuevas amistades, así que prefiero reservarme algunos detalles.
Tras la cena, Sebastián me acompaña a casa. Se despidió con un beso en la mejilla y nos intercambiamos los números.Al entrar, descubrí su mensaje diciéndome lo mucho que disfrutó la velada, acompañado de emojis divertidos, lo que me arrancó una sonrisa, también leía los mensajes de los chicos del trabajo, contando acerca de cómo iba su noche.
Mi madre ya dormía y yo me cambié por ropa más confortable.Decidí limpiar la casa para distraerme de los recientes acontecimientos. Mientras limpiaba mi habitación, reflexioné sobre la amabilidad y el buen humor de Sebastián, y sobre mis compañeros de trabajo, ahora buenos amigos, que habían sido un gran apoyo durante la hospitalización de mi madre. Resolví prepararles galletas como agradecimiento una vez terminara con la limpieza.
(Fin del capítulo 14)
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Duelo de destinos
RomansaMía, una diligente asistente de una renombrada corporación, ve su serenidad trastocada cuando una urgencia médica amenaza la vida de su madre. La solución yace en una operación de alto costo, un monto que escapa de sus posibilidades. Desesperada, Mí...