En los días subsiguientes, mantuve mi rutina laboral. Cada vez que el señor Lynch y yo coincidíamos en la soledad del pasillo o la tensión de la sala de juntas, desviaba la mirada. Un muro de silencios incómodos se había erigido entre nosotros. Las preguntas se agolpaban en mi garganta, pero sabía que no podían escapar; él, por su parte, parecía igualmente reacio a romper el nuevo status quo. Nuestra relación, ahora, debía limitarse a lo profesional, aunque internamente las dudas me consumían. A veces, capturaba su mirada furtiva, pero optaba por ignorarla.-Me retiro, señor. Anuncié, recogiendo los documentos esparcidos sobre su escritorio.
-Sí, claro, puede retirarse. Pude percibir un atisbo de duda en su voz. -Espere. ¿Quizás podríamos hablar...
Justo en ese instante, la puerta se abrió con brusquedad.-Adam, cariño, no tenía idea de que estabas ocupado. Una voz femenina interrumpió, cargada de desdén. -Oh, veo que es solo la secretaria. No es nada importante.
-No soy secretaria. Murmuré.
-¿Charlotte?, ¿A qué se debe tu visita?. Adam se levantó, sorprendido y algo alterado.
La mujer, una rubia arrogante de belleza indiscutible, se dirigió a él con propiedad.-Vine a ver a mi prometido. No es nada fuera de lo común. Además, tenemos asuntos pendientes…que requieren privacidad.
-Yo ya me iba. Balbuceé, saliendo de la oficina apresurada.
Una vez fuera, exhalé un suspiro que llevaba conteniendo demasiado tiempo.
-¡Qué mujer tan desagradable!. Murmuré, sintiendo una mezcla de disgusto y alivio mientras me dirigía hacia mi cubículo.-¿Algo que quieras compartir?. Una voz masculina me sobresaltó.
-¿Sebastián? ¿Qué haces aquí?. Pregunté, sorprendida al reconocerlo.
-Solo acompañaba a alguien. Respondió con una sonrisa.
-Entiendo. Contesté, intentando mantenerme indiferente mientras continuaba mi camino.
-Por cierto, ¿A quién te referías con “mujer desagradable”? Espero que no estés hablando de mi encantadora hermana.
-¿Charlotte Bailey es tu hermana?
-Así es, mi hermana mayor.
-No tenía idea, lo siento.
Sebastián soltó una carcajada.
-No te preocupes, estoy al tanto de lo irritante que puede ser Charlotte. No tienes que pedir disculpas por decir la verdad.-Bueno, ciertamente no parece muy amable. Es curioso lo diferente que son ustedes dos.
-Bueno, yo soy el atractivo y talentoso de la familia. Bromeó, provocando una sonrisa en mi rostro. -Bueno, soy actor, después de todo.
Lo miré, confundida.
-¿No me reconociste? Soy bastante conocido. ¿Estabas fingiendo no saber quién soy en nuestras conversaciones anteriores? ¿O es que vives en una burbuja? De cualquier manera, me siento ofendido, muñeca. ¿Cómo planeas hacer que mi corazón herido se sienta mejor? Tengo una idea: ¿qué tal si salimos a cenar y empezamos de nuevo?.
Sebastián no esperó mi respuesta.
-Espera, no me llames “muñeca”, y no veo por qué debería cenar contigo.
-Podrías considerarlo como un agradecimiento al caballero que secó tus lágrimas aquella noche.
Mis mejillas se tiñeron de rojo al recordar aquel momento.
-Vamos, te aseguro que será una velada agradable. Además, apenas llevo unos meses en la ciudad; he pasado más tiempo viajando que aquí, así que carezco de amigos. Solo tengo a mi hermana y a mi cuñado, y ninguno de ellos es precisamente divertido. Además mis padres siempre están ocupados. Explicó Sebastián, tomando mi brazo con suavidad.
-Está bien, acepto ir a cenar contigo.
-Perfecto, muñeca. Dijo, ignorando mi petición anterior. -Te esperaré a la salida.
-Insisto, no me llames así. Salgo en un par de horas.
-Genial, estaré en la cafetería de la empresa mientras tanto. Sebastián se despidió con una sonrisa radiante.
-Hasta luego. Respondí, aún procesando la extraña secuencia de eventos.
(Fin del capítulo 13)
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Duelo de destinos
RomanceMía, una diligente asistente de una renombrada corporación, ve su serenidad trastocada cuando una urgencia médica amenaza la vida de su madre. La solución yace en una operación de alto costo, un monto que escapa de sus posibilidades. Desesperada, Mí...