Capítulo 43: Entre rumores y lágrimas

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El regreso a casa para Mía fue como caminar por un campo minado. Las miradas de quienes la reconocían se clavaban en su piel. Curiosidad, desprecio, juicio. Las redes sociales zumbaban con la noticia de su supuesta infidelidad. En su habitación, Mía se refugió en la pantalla de su teléfono. Mensajea a su madre para tranquilizarla, a sus amigas para afirmar que estaba bien, aunque todo lo que se decía era una farsa. Pero cuando vio el comunicado oficial del equipo de Sebastián anunciando la ruptura, su corazón se rompió en pedazos.

La tarde se desvaneció mientras Mía lloraba en su cama, intentando desesperadamente recordar lo ocurrido la noche anterior. El timbre de su casa sonó como un eco lejano, y Mía se levantó con dificultad. Al abrir la puerta, se encontró con el señor Lynch.

-¿Señor Lynch? ¿Qué hace aquí?. Susurró Mía, su voz quebrada.

El rostro preocupado de Adam la hizo sentir vulnerable. -Luces terrible, dijo con franqueza.

Mía limpió sus lágrimas. -Ha sido un día difícil.

Juntos ingresaron a la sala de estar. El señor Lynch no perdió tiempo.

-Lo sé. Leí los artículos. Quería saber cómo te encontrabas con todo esto. Pensé que Sebastián estaría contigo. O que al menos desmentiría los rumores.

Las lágrimas volvieron a brotar en los ojos de Mía. -Puedo entenderlo. Hay fotos, no puedo culparlo por no creerme.

Adam, la abrazó con firmeza. -Sé que no serías capaz de eso. Debemos averiguar lo que sucedió y limpiar tu nombre.

Mía asintió, aferrándose a su abrazo como si fuera un salvavidas. -No sé qué pasó anoche. Salí con Elena y luego todo se volvió borroso. Desperté en un lugar desconocido. Elena dice que me fui con un tipo, pero no lo sé. No había bebido lo suficiente como para olvidarlo todo. Las lágrimas rodaban por sus mejillas.

Adam la miró con determinación. -Te creo, Mía. Descubriremos la verdad. Te lo aseguro.

Y así, en la calidez de ese abrazo, Mía se permitió llorar hasta quedarse dormida, con la esperanza de que la luz al final del túnel no fuera solo una ilusión.

El timbre resonó en la casa de Mía, y Adam, con delicadeza, la acomodó en el sillón antes de dirigirse a la puerta. No quería despertarla. Pero al abrirla, se encontró con Sebastián, su rostro era una mezcla de sorpresa y reproche.

-¿Qué haces aquí? ¿Dónde está mi novia?. Exclamó Sebastián.

-¿Tu novia? Los artículos dicen que rompieron. Respondió Adam, sin ocultar su desconfianza.

-Eso fue solo estrategia de mi mánager. No pensé que lo harían tan pronto.

-¿Podrías dejar de arrastrar a Mía en tu vida de mentiras?. Adam no ocultó su enojo.

-Lo que siento por ella no es falso. Necesito hablar con ella.

-¿Por qué apareces hasta ahora?. Adam arqueó una ceja con reproche.

-Tenía que hablar con mi mánager primero. Además… necesitaba aclarar mis pensamientos un poco.

-¿No le creíste? La conoces, eres su novio. ¿Y dudaste de ella?.

-No, sé que ella no haría eso. No es esa clase de mujer. Solo... soy un idiota. Todos me decían tantas cosas, y necesitaba pensar.

-Te sugiero que te marches. Mía está descansando, y verte podría alterarla. No sabes lo difícil que fue para ella pasar por todo esto sola.

 No sabes lo difícil que fue para ella pasar por todo esto sola

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-Y por suerte estás tú, ¿verdad?.

-Aunque lo digas de esa forma, sí. Parece que necesitaba a alguien a su lado. Me preocupo por ella.

-Yo también. La amo, es mi novia.

-Ya no lo es. Terminaron ante todos.

-¡Eso lo hizo mi mánager!.

Mía, alertada por el ruido, se levantó y se acercó. Al ver a Adam discutiendo con Sebastián, se frotó los ojos.

-¿Sebastián?. Susurró, incrédula. -¿Eres tú?.

-Sí, Mía. Soy yo. Discúlpame por no poder venir antes. Necesitaba solucionar algunas cosas antes.

-Sebastián tomó la mano de Mía.

-Dile que entre esas cosas está el desconfiar de ella y su inocencia. Intervino Adam con reproche.

-¡Cállate, Adam! -Sebastián alzó la voz.

Mía se apartó lentamente. -¿Es eso cierto?.

-Discúlpame, no sabía qué pensar. Estaba confundido.

-Sebastián, sé que no puedo culparte por pensar lo peor de mí. Pero jamás sería capaz de eso, y me duele que lo hayas pensado así. Suspiro. -Sé que algo pasó. Me drogaron. No es posible que después de solo unos cócteles haya estado tan ebria como para no recordar nada o querer irme con un extraño como dice Elena.

-Le prometí a Mía que haré todo lo posible por llegar al fondo de este asunto y limpiar su nombre. Menciona Adam.

-Entonces yo también me involucraré en esto. Eres mi novia después de todo. Sebastián intentó tomar la mano de Mía, pero ella se apartó.

-No, Sebastián. Ya no somos pareja. De acuerdo con tu equipo, hemos terminado. Sé que fue tu mánager, pero quizás sea lo mejor. No quiero que te metas en problemas por mi culpa. Además, sí me lastimó mucho que desconfiaras de mí. Pensé que me conocías lo suficiente como para saber que no haría algo como eso.

-Pero, Mía. No me hagas esto, te amo. Perdóname por haber pensado por un segundo siquiera que harías eso con otro hombre.

-Lo siento, Sebastián. Creo que esto es lo mejor. Dijo, llorando.

Sebastián no quería resignarse, pero aceptó la decisión de Mía y asintió.

-Entiendo. Por favor, no olvides que te amo. Y aunque no estemos juntos, ayudaré con la investigación. También quiero descubrir lo que sucedió.

(Fin del capítulo 43)

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