En el bullicioso ambiente de la oficina, Fiorela y Emily no pueden contener su curiosidad. Me rodean, sus ojos brillando de emoción, mientras examinan el anillo en mi dedo recién comprometido. La noticia de la propuesta de Adam se ha esparcido como un rumor cálido, y ahora todas quieren detalles.-¡Mía, es hermoso!, exclama Emily, tomando mi mano con admiración. Su entusiasmo es contagioso, y no puedo evitar sonreír avergonzada.
-Gracias, murmuro, sintiéndome abrumada por la felicidad. Fiorela, la voz de la razón en nuestro grupo, comenta. -Me siento feliz por ti, Mía. Se ve que se quieren mucho. Asiento, agradecida por su apoyo. Emily añade:
-Es verdad, pareces radiante. Espero que nos invites a la boda.-Por supuesto. Prometo, imaginando a mis amigas compartiendo ese día especial con nosotros. La idea de celebrar junto a ellos llena mi corazón de alegría.
Sin embargo, no todos pueden unirse a la felicidad de Adam y Mía.
Charlotte, apenas se enteró de la noticia reaccionó como un huracán desatado. En sus planes retorcidos, no podía permitir que ellos fueran felices. Había soñado con ganar su afecto de alguna manera durante estos meses, pero sus intentos habían sido infructuosos. Adam siempre la rechazaba, dejándole claro que su corazón pertenecía a Mía.
-No van a ser felices. Murmura con tono amenazante. -No voy a permitirlo. Adam será mío o de nadie.
Sus palabras resuenan en el aire, su mente ya está maquinando su próximo movimiento para vengarse de ambos.
Mientras Adam y Mía se encontraban organizando su boda. Ambos estaban emocionados y planificando juntos cada detalles, pues Adam quisiera casarse con ella lo más pronto posible.
Esa noche Adam sale de su oficina y se dirige a casa de Mía para ir a cenar y conversar acerca de la organización de la boda.
-"Estoy en camino". Le escribe Adam a Mía en un mensaje de texto.
Mía espera a Adam en su casa, lista para salir a cenar. Sin embargo, Adam no aparece.
-Mamá, tengo un mal presentimiento. Dice Mía preocupada sintiendo cómo su corazón pesa.
-Cariño, está bien. Se ha demorado un poco, pero seguro tiene sus razones. Sabes que es un hombre bastante ocupado. Su madre intenta tranquilizarla.
-Sí, no te preocupes, quizás solo tuvo una reunión urgente. Comenta Elena.
-No lo sé. Ha pasado una hora y no lee mis mensajes. Estoy preocupada. Explica Mía.
-Esperemos, pronto tendrás noticias de él. Su madre coloca la mano en el hombro a Mía para consolarla.
Mía asiente. -De acuerdo. Solo esperaré, seguro no es nada grave.
Apenas Mía pronuncia estás palabras recibe una llamada que hace su mundo colapsar.Mía sale rápidamente de su casa y se dirige al hospital tras escuchar que Adam había tenido un accidente automovilístico mientras se dirigía a la casa de ella.
Al llegar encuentra al padre de Adam. El señor Richard Lynch.
Con paso firme y voz serena, el doctor se dirigió a la sala de espera, donde los familiares de Adam esperaban con el corazón en un puño. Mía, con las manos entrelazadas, buscaba respuestas en los ojos del médico. El señor Lynch esperaba el diagnóstico con impaciencia.
-Señores. Comenzó el doctor, su tono cargado de solemnidad. -Les traigo noticias sobre el estado de Adam. Los corazones latían al unísono.
-A pesar de la gravedad del accidente, su cuerpo ha respondido bien al tratamiento y está en camino de una recuperación completa.
Mía dejó escapar un sollozo contenido, la señora Sarah y Elena la abrazaron, mientras que el señor Richard con los ojos fijos en el doctor, buscaba cualquier indicio de buenas noticias.
-El traumatismo craneoencefálico leve ha sido estabilizado, continuó el doctor. -Las lesiones en su cuerpo están sanando a un ritmo satisfactorio.
La sala quedó sumida en un silencio esperanzador. El doctor ajustó sus anteojos y prosiguió. -En este momento, Adam se encuentra en coma inducido, un estado controlado que le permite a su cerebro recuperarse del daño sufrido.
Esperamos que cuando comience a mostrar signos de despertar podamos empezar a sacarlo gradualmente del coma.
Con las noticias del doctor, Mía aferraba su corazón a la posibilidad de que Adam pudiera recuperarse. Sin embargo, la incertidumbre la atormentaba. Esperaban ansiosamente el momento en que Adam saliera de ese coma inducido, como si el tiempo se hubiera detenido en la sala de espera. La tristeza y la frustración se entrelazaban en su pecho; sus planes, cuidadosamente trazados, ahora se veían eclipsados por el destino caprichoso.
Adam, el hombre al que amaba, yacía en una cama de hospital, su cuerpo vulnerable y su mente sumida en un abismo oscuro. Mía no podía evitar preguntarse cómo sería su vida después de esto.
Los familiares compartían su angustia, buscando consuelo en la unión compartida de su preocupación. Mía se aferraba a la esperanza, deseando que Adam despertara pronto, que sus ojos se abrieran para mirarla de nuevo.
Lo importante ahora era Adam. Su recuperación, su fuerza, su voluntad de vivir. Mía sabía que debía ser fuerte por él, que debía sostener su mano y esperar juntos a que la luz volviera a su mundo.
(Fin del capítulo 52)
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Duelo de destinos
RomansaMía, una diligente asistente de una renombrada corporación, ve su serenidad trastocada cuando una urgencia médica amenaza la vida de su madre. La solución yace en una operación de alto costo, un monto que escapa de sus posibilidades. Desesperada, Mí...