Adam y yo nos encaminamos hacia un hotel lujoso para celebrar nuestra noche de bodas. Adam, con una sonrisa en los labios, me cargó desde la entrada hasta la habitación. Sentí su fuerza y ternura al mismo tiempo. Me depositó suavemente en la cama, y nuestros ojos se encontraron con complicidad.-Esta noche somos oficialmente marido y mujer, querida, susurró Adam. Su voz resonó en la habitación, llena de significado. Me acerqué a él, nuestros labios se encontraron en un dulce beso.
Adam me envolvió en un abrazo apasionado, sus brazos rodeando mi cintura mientras profundizábamos en nuestro beso.
Con movimientos lentos y seductores, comenzó a desabrochar el cierre de mi vestido, y nuestros besos se volvieron cada vez más intensos y apasionados, como si el tiempo se detuviera y solo existiéramos nosotros dos. Adam continuó besando mi cuello, clavícula y descendió hasta mi pecho, enviando escalofríos por mi cuerpo y haciendo que mi corazón latiera con fuerza.
Mientras acariciaba su espalda, sentí que mis mejillas ardían de pasión, como si el fuego de nuestro amor estuviera consumiendo todo a su paso. Adam me ayudó a despojarme de mi vestido de novia, acariciando y besando cada centímetro de mi piel, explorando cada curva y cada rincón de mi cuerpo. Lo atraje hacia mí, utilizando su corbata como una atadura, y lo besé con fervor, como si quisiera fundirnos en uno solo.
-Te amo, le susurré mientras seguíamos acariciándonos, nuestras voces apenas audibles sobre el latido de nuestros corazones.
-También te amo, más de lo que te puedas imaginar, respondió Adam, susurrando en mi cuello, su aliento cálido haciendo que me estremeciera de placer.
Adam se despojó de sus prendas, acariciando mi cintura con firmeza, y nuestros cuerpos se unieron en un momento romántico y apasionado, como si el universo entero hubiera conspirado para llevarnos a este instante. Mientras me tomaba en sus brazos, Adam me repetía una y otra vez que me amaba, su voz llena de emoción y sinceridad.
Sentir su cuerpo tan cerca del mío me hacía feliz de una manera inexplicable.
Más allá del placer que experimentamos, nos estábamos demostrando el amor que sentíamos mutuamente y que no habíamos podido expresar hasta este momento.
En ese instante, todo parecía perfecto, y nuestra conexión era más fuerte que nunca. La pasión y el amor que sentíamos el uno por el otro nos envolvían, creando un momento inolvidable que quedaría grabado en nuestra memoria para siempre.
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Al día siguiente de nuestra maravillosa noche, nos embarcamos en un viaje soñado a un paraíso tropical para disfrutar de nuestra luna de miel. El hotel era un oasis de lujo y calidez, donde nos instalamos y comenzamos a explorar los alrededores.
La playa se extendía frente a nosotros como un lienzo de azul intenso y arena blanca, invitándonos a pasear tomados de la mano y disfrutar del sol y el mar.
Nos abrazamos y besamos con frecuencia, como si no pudiéramos evitar expresar nuestra felicidad, saboreando cada momento de nuestra estancia en ese paraíso. Visitamos restaurantes acogedores y puestos de souvenirs cerca de la playa, donde compramos recuerdos para nuestros seres queridos y amigos. Queríamos compartir nuestra felicidad con ellos y contarles sobre nuestras aventuras en ese lugar mágico.
Tomé muchas fotos durante nuestro viaje, que subí en mis redes sociales para compartir con mis amigos y seguidores. También las envié a mi madre, quien estaba ansiosa por saber sobre nuestras experiencias en la luna de miel. Ella había estado emocionada por nuestra boda y ahora quería vivir vicariamente a través de nuestras historias y fotos.
Nuestra estancia en ese paraíso tropical sería breve, pero Adam estaba determinado a hacer que cada momento contara, demostrándome su amor y pasión cada vez que estábamos solos en nuestra habitación. Cada instante juntos era una oportunidad para profundizar en nuestra conexión y disfrutar de la intensidad de nuestro amor.
Saboreamos cada instante juntos, desde las cenas románticas hasta las caminatas bajo las palmeras. La belleza del lugar se fusionaba con la felicidad de estar uno al lado del otro.
En ese viaje, nos dimos cuenta de que nuestro amor es fuerte, profundo y eterno. Es un amor que puede superar cualquier obstáculo y que nos hace sentir vivos. Cada momento compartido reforzaba nuestra conexión, y la certeza de que estábamos destinados a estar juntos se volvía más profunda.
Nuestra luna de miel fue un recordatorio de que el amor es lo que hace que la vida valga la pena. En medio de la belleza natural y la serenidad del entorno, nos encontramos a nosotros mismos y a nuestro amor. Y nos dimos cuenta de lo afortunados que somos al haber encontrado ese amor el uno en el otro.
(Fin del capítulo 58)
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Duelo de destinos
RomanceMía, una diligente asistente de una renombrada corporación, ve su serenidad trastocada cuando una urgencia médica amenaza la vida de su madre. La solución yace en una operación de alto costo, un monto que escapa de sus posibilidades. Desesperada, Mí...