Capítulo 12: Dudas y tristeza

9 3 0
                                    


Mientras caminábamos, el murmullo de la ciudad nocturna nos rodeaba, un telón de fondo perfecto para una conversación improvisada. Aunque las preguntas generalmente iban dirigidas hacia mí, su actitud amable y comprensiva hacía que el diálogo fluyera con naturalidad. Su alegría y un toque burlón le daban un aire fresco, y pronto supe que no trabajaba en mi compañía; había asistido al evento como invitado.

-¿Puedo preguntar qué te ha entristecido tanto?. Su voz era suave, pero directa, y sus ojos mostraban una curiosidad sincera.

-Es un tema personal. Respondí, evitando entrar en detalles. Digamos que alguien a quien consideraba especial resultó ser diferente a lo que esperaba.

-Ah, las expectativas. Dijo Sebastián, asintiendo con una sonrisa comprensiva. A veces nos juegan malas pasadas. -Pero no te preocupes, no eres la única que ha sentido eso, las personas suelen decepcionarnos seguido, solo nos queda seguir adelante.

Mientras hablábamos, Sebastián compartió anécdotas de sus viajes, historias llenas de humor y aventura que reflejaban su espíritu libre. Su actitud jovial era contagiosa; sin darme cuenta, me encontré sonriendo, la amargura del anuncio del compromiso de Lynch y Charlotte se desvaneció con cada palabra que Sebastián pronunciaba.

-¿Sabías que una vez me perdí en un mercado en Marrakech?. Comenzó, y su relato me transportó a un mundo de colores y especias.

Cuando llegamos a la parada del autobús, el frío de la noche ya no parecía tan penetrante. -Gracias por la compañía. Le dije, sintiendo una calma que no esperaba.

-Siempre es un placer ayudar a una dama en apuros. Bromeó Sebastián, con una reverencia exagerada que me arrancó otra risa.

Me subí al autobús con una sensación de tranquilidad, mirando por la ventana cómo Sebastián se alejaba.
Al llegar a casa, mantuve la fachada de que todo estaba en orden. Me dediqué a preparar la cena, moviéndome entre los utensilios y los ingredientes con una familiaridad mecánica. Mi madre, con esa intuición que parece agudizarse con los años, notó mi silencio inusual.

-¿Te sucede algo, querida? ¿Está todo bien en el trabajo?. Su voz estaba teñida de preocupación.
Negué con la cabeza, esbozando una sonrisa forzada. -Todo está bien, mamá. Solo fue un día complicado, nada serio.

Ella se acercó y tomó mis manos entre las suyas, un gesto que siempre encontré reconfortante. -Cariño, sabes que puedes contarme cualquier cosa. Como tu madre, siempre estaré aquí para escucharte.

Asentí, agradecida por su presencia constante. -Lo sé, mamá. Y te lo agradezco.

Aunque prefería mantener mis sentimientos para mí, era reconfortante saber que su cariño era incondicional.

Esa noche, mientras me revolvía en la cama, una variedad de emociones me asaltaba. Era la primera vez que me sentía tan abrumada: amor, decepción, tristeza, celos, enojo. Todo amenazaba con explotar dentro de mí. Había comenzado a desarrollar sentimientos por Adam, y tan rápido como todo comenzó, se acabó. ¿De dónde había salido esa prometida? ¿Acaso tenía novia antes de nuestra cita? Preguntas sin respuesta invadían mi mente, robándome el sueño.

Al día siguiente, de nuevo debo ir al trabajo, a pesar de mis escasas ganas de levantarme no puedo faltar; ya tomé suficiente tiempo libre cuando mi madre estaba enferma, además tengo que trabajar para poder pagar el enorme préstamo que pedí.

Llego al trabajo intentando olvidar el desastre en el que me convertí la noche anterior. Mis compañeros me saludan cálidamente, como siempre, y continúan comentando sobre el anuncio de compromiso de ayer.

-Chicos, estaba sorprendida, no esperaba ese anuncio. Dice Emily, su voz llena de incredulidad.

-Para empezar, ¿El señor Lynch tenía novia?. Pregunta Fiorela, con un tono de sospecha y curiosidad que le es característico.

-Pensé que era gay, o un robot. Bromea Mark, con su típico humor que siempre logra sacar algunas carcajadas.

-La tenía bien escondida, ¿Y ahora están comprometidos?, aunque el señor Lynch parecía un poco incómodo, ¿No creen?. Comenta Emily.

-Siempre está molesto, eso no es nuevo. Dice Dan, encogiéndose de hombros.

-Eso es cierto. Agrega Fiorela, asintiendo con una sonrisa nerviosa.

-Por cierto, Mía, ¿dónde estabas? Te buscamos por todos lados; la fiesta se sintió aburrida cuando te fuiste. Dice Emily, abrazándome con fuerza y transmitiendo una calidez que contrasta con el frío ambiente de la oficina.

-Tuve que irme temprano, tenía que arreglar un asunto. Mentí, evitando su mirada.

Los chicos entienden y no indagan más. Siguen conversando y bromeando hasta que llega el señor Lynch, cuya mirada intento evitar, y me dispongo a seguir con mi trabajo. Pero hoy, su presencia parece más imponente, y no puedo evitar sentir una extraña tensión en el aire.

-¡Buenos días a todos!. Dice el señor Lynch, con su voz grave y controlada que siempre parece llevar un peso de autoridad.

-¡Buenos días, señor Lynch!. Respondemos al unísono, algunos con más entusiasmo que otros.

Mientras me sumerjo en mis tareas, no puedo evitar escuchar los murmullos que continúan a mi alrededor, cada uno añadiendo su propia especulación al misterio del señor Lynch y su repentina noticia de compromiso. Y aunque trato de concentrarme, una parte de mí no puede dejar de pensar en toda esta situación.

(Fin del capítulo 12)

Duelo de destinos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora