“¡Está listo!. Espero que hayas enviado el dinero”. Comentó Elena.La respuesta de Charlotte fue helada, como si estuviera trazando una línea invisible entre ellas “Te lo haré llegar con alguien, pronto. Ten paciencia. Nuestra relación termina aquí. Tú y yo jamás hemos tenido esta conversación. ¿Entendido?”.
Sin embargo, Elena no pudo contener su desconcierto. “De acuerdo. Pero, Charlotte. ¿Por qué no me dijiste que publicarías las imágenes?, pensé que las enviarías a Sebastián solamente. Publicar todo eso y que ese tipo la besara, fue algo…excesivo. ¿No crees?”. La traición y la confusión se entrelazaban en su voz.
Charlotte no mostró ni un ápice de arrepentimiento “¿No me digas que te arrepientes ahora?. No me defraudes o te haré pagar”. Sus palabras eran una advertencia clara, como si estuviera dispuesta a cruzar cualquier límite para proteger sus intereses.
Elena intentó mantener la calma. “Bien, bien. Lo tengo claro”.
“Más te vale”.
La llamada se cortó abruptamente, y Elena quedó sola en la habitación.¿Cómo había permitido que las cosas se descontrolaran de esta manera?. Había pensado que no le importaría hacerle daño a Mía, pero ahora se daba cuenta de que Charlotte había llevado todo a instancias mayores al exponerla de esa manera ante todo el mundo. La confusión y la culpa la atormentaban mientras intentaba comprender las consecuencias de sus propias acciones.
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La señora Sarah llegó a la casa de Mía por la mañana, encontrándola un poco más animada. El abrazo que compartieron fue cargado de alivio y necesidad. Mía había sostenido una fachada de fortaleza, pero en realidad, anhelaba la presencia de su madre para encontrar consuelo y fuerzas.
-Mamá, gracias por venir, susurró Mía, sintiendo cómo la tensión se disipaba. No quería preocuparla, pero la verdad es que la necesitaba aquí conmigo.La señora Sarah la miró con cariño y preocupación. -Cariño, ¿de verdad te encuentras bien? Quería venir ayer, pero insististe en que no lo hiciera. Decidí no incomodarte, pero estaba muy preocupada por ti.
Mía asintió, sintiéndose vulnerable ante su madre. -Estoy bien ahora que estás aquí, confesó. El peso de los últimos acontecimientos se aligeró un poco en su compañía.
Ambas se abrazaron, compartiendo el calor y la cercanía que solo una madre e hija pueden tener. Pasaron la tarde juntas, y Mía finalmente se atrevió a contarle lo sucedido. Su verdad, aquella que la prensa no conocía, salió a la luz en la seguridad de su hogar. La señora Sarah la escuchó con atención, y aunque no podía borrar las heridas, su amor y apoyo eran imprescindibles para el alma de Mía.
La tarde transcurrió entre lágrimas, risas y confidencias. Mía se sentía más relajada ahora que se encontraba con su madre. A pesar de todo, sabía que tenía a alguien en quien confiar y que la amaba incondicionalmente.
Mientras Mía compartía un momento íntimo con su madre, dos hombres decidieron que era hora de desentrañar la verdad. Determinados y enfocados, rastrearon al hombre de las fotos, siguiendo pistas tanto en el club como en sus redes sociales. Adam, obtuvo la información necesaria, y junto a Sebastián, se dispusieron a cazar al tipo.
El hombre, Nathaniel Harrison, no era ajeno a la tensión que se cernía sobre él. Cuando los vio acercarse, su instinto de supervivencia lo impulsó a correr, pero la determinación de Adam y Sebastián fue implacable. Lo acorralaron en un estrecho callejón, donde las sombras parecían conspirar en su contra.
-¿Nathaniel Harrison, verdad?, preguntó Sebastián con una voz firme, mientras Adam sostenía al hombre por el cuello de la camisa.
-Eres el infeliz que publicó esas fotos con Mía. Al fin te encuentro.
Nathaniel sonrió con desdén, ignorando el agarre de Adam.-¿Quiénes son ustedes?. Ah, tú eres el novio, Sebastián. Dijo, burlándose.
-Lamento que tu novia sea una fácil.
La paciencia de Adam se agotó. Un puñetazo rápido y certero impactó el rostro de Nathaniel. -¿Qué sucedió esa noche? ¿Qué le hiciste a Mía?. Exigió Adam, empujándolo contra la pared.Nathaniel, con los labios sangrando, respondió con insolencia. -Nada que ella no quisiera. Pero Sebastián no estaba dispuesto a quedarse atrás. Golpeó a Nathaniel también, su furia palpable.
-Ella no haría algo así, menos con alguien como tú. Rugió Sebastián.
Nathaniel intentó levantarse, desafiante. -¿Cómo puedes estar tan seguro? Tú lo debiste ver, estábamos juntos.La voz de Sebastián se elevó hasta convertirse en un grito desgarrador.
-¡DI LA VERDAD DE UNA VEZ!. Adam luchaba por contenerlo, pero la ira y la urgencia lo impulsaban.
-Te conviene abrir la boca. Advirtió Adam con frialdad. -Sé cómo perjudicarte. Nunca había recurrido a usar mis influencias, pero lo haré si es necesario. Podría arruinar tu miserable existencia. ¡AHORA, CONFIESA!.
Sebastián no se detuvo. -No nos creemos eso de que Mía se fue por su voluntad contigo. ¿La drogaste, verdad? ¿Abusaste de ella? ¡DILO!. Gritó, su voz rasgándose.
Adam añadió su amenaza. -Si le hiciste daño, me encargaré de que pases un mal rato en la cárcel. La presión sobre Nathaniel aumentaba.
El hombre empezó a preocuparse, su mirada buscando una salida. -¡Esperen! Les contaré todo. Adam y Sebastián se observaron mutuamente, impacientes por escuchar la verdad de aquella fatídica noche.
(Fin del capítulo 44)
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Duelo de destinos
RomanceMía, una diligente asistente de una renombrada corporación, ve su serenidad trastocada cuando una urgencia médica amenaza la vida de su madre. La solución yace en una operación de alto costo, un monto que escapa de sus posibilidades. Desesperada, Mí...