Capítulo 15: Un paraíso escondido parte 1

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Una vez en el trabajo, reparto las galletas caseras entre mis compañeros, quienes me reciben con sonrisas de gratitud. Emily me envuelve en un abrazo cálido y reconfortante.

-Son deliciosas, Mía. ¡Tienes que darme la receta!. Exclama Fiorela, con las mejillas llenas de migajas.
Mark y Dan también se unen al festín, y Mark, con un entusiasmo contagioso, me toma las manos y me mira a los ojos.

-Eres una artista en la cocina, Mía. Estas galletas…son una obra maestra.

-Solo quería agradecerles por estar a mi lado en estos tiempos difíciles. Digo, sintiendo un nudo en la garganta.

-Su apoyo significa mucho para mí.

Emily sigue abrazándome.
-Mía, no hay nada que agradecer. Somos más que colegas, somos amigos.

La llegada del señor Lynch corta la atmósfera cálida como un cuchillo frío. Todos nos ponemos rígidos y en silencio, como si su presencia absorbiera el sonido de la habitación.

-Buenos días a todos. Saluda con su voz grave y autoritaria.
El señor Lynch me lanza una mirada que parece querer decir algo más, pero se contiene y se retira sin probar las galletas.

-¿Qué le pasa al jefe?. Pregunta Dan en voz baja, una vez que Adam se ha ido.

-Quién sabe. Responde Mark, encogiéndose de hombros. -Pero olvidémonos de él. ¡Más galletas para nosotros!

Las semanas posteriores transcurren con una tensión palpable entre Adam y yo. Él intenta acercarse, pero yo me mantengo distante. No hay nada que hablar; su compromiso con Charlotte lo dice todo.

Sebastián, por otro lado, se convierte en un refugio inesperado. Sus mensajes son como un bálsamo, y cuando sugiere salir este fin de semana, acepto. Necesito escapar, aunque sea por un momento, de la realidad que me asfixia.

Al anunciarle a mi madre que tengo planes, su rostro se ilumina.

-Es maravilloso, Mía. Necesitas distraerte un poco. ¿Es una cita con el señor Lynch?.

-No, mamá. Es con alguien que conocí recientemente. Respondo, evitando su mirada.

-¿Y qué pasó con Adam? Pensé que…

-Las cosas no son siempre lo que parecen, mamá. Interrumpo, con un suspiro. -Adam tiene su vida, y yo…yo tengo que seguir adelante.

Mi madre me observa, preocupada pero respetuosa de mi silencio.

-Cuéntame de este Sebastián. Dice, cambiando de tema.

-Es alguien inusual. Y creo que eso es justo lo que necesito ahora. Confieso con una sonrisa forzada.

-Entonces, disfruta de tu salida. Yo también tengo planes. Parece que ambas necesitamos un respiro. Bromea, y ambas compartimos una risa necesaria.

Esa noche, en la soledad de mi habitación, la ansiedad por la cita con Sebastián me invade. No sé qué esperar de él, ni de mí misma.

Al día siguiente, Sebastián me espera puntual. Su presencia es como un soplo de aire fresco.

-¡Buenos días, Mía!. Saluda con una sonrisa encantadora. -Te ves guapa, muñeca.

-Gracias, Sebastián. Eres…muy amable. Balbuceo, sintiendo cómo el rubor tiñe mis mejillas.

-Vamos, tengo muchas sorpresas preparadas para hoy. Dice, guiándome hacia su auto.

El viaje está lleno de música y risas incómodas. A medida que nos alejamos de la ciudad, la curiosidad me invade.

-Sebastián, ¿A dónde vamos exactamente?. Pregunto, intentando disimular mi nerviosismo.

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