Capítulo 54.- Robo de una melodía

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Isabella


     Qué alivio fue para mí haber debutado el año pasado; ya no tenía que esperar la aprobación de mi madre para cada evento social. Podía invitar a mis amigas, jóvenes debutantes, en mi propio nombre y hasta organizar pequeñas reuniones en casa, o salidas, siempre a lugares apropiados, claro está.

     El día que se escogió para la primera interpretación de la "Misa Brevis" en la basílica de San Ercole prometía ser memorable.

     Ahí, en ese salón reverente, podía recibir a mis amistades sin la vigilancia continua de mi madre.

     Era un día perfecto para escuchar la pieza musical de "mi" autoría, visitar la residencia de mi padre después, tomar el té de la tarde, y recibir, como era costumbre, elogios por mi elegancia. Sonreiría, devolvería algunos cumplidos, y al final del día, cada uno se retiraría con la satisfacción de haber compartido un evento exquisito.

     Pero, por supuesto, mamá tenía otros planes.

      Ella insistió en asistir. Aseguró que sería imperdonable no estar presente en el día en que la composición de su primogénita se estrenaría en sociedad; le permití asistir, prometiendo que no iba a interferir en mis planes, ni a parlotear con mis amigas, aunque dudaba que una palabra tuviera el suficiente peso para ella. Mi pequeña hermana, Arabella, también pidió ir, deseosa de ver su canción interpretada, y con la suplica de mi madre, como iba a negarle asistir a ella también.

      Por su parte, la bastarda, al no estar en sociedad aun, no fue invitada. Frente a ella lo lamenté, y rogué que no se molestará. Pero la realidad era que deseaba que Ariadne se quedara en casa, donde no pudiera ser vista. Aquel era mi día, mi momento, no el suyo.

       A la basílica llegaron mis amigas una tras otra, y pronto el salón principal estaba lleno de risas y conversaciones.

      Julia, la hija del marqués de Baldessar, fue de las primeras en llegar, seguida de Camellia, una de las favoritas de la sociedad hasta que yo debuté, claro. Aunque su linaje no era particularmente elevado, tenía un prometido acaudalado, Ottavio, que también fue invitado por Camellia junto a algunos amigos, entre ellos estaba el bastardo del rey, el conde César de Como.

       Al ver llegar a Camellia, me acerqué a darle la bienvenida.

      —Camellia, querida, ¡llegaste temprano!" — dije, acercándome a ella.

      —Gracias por invitarme, señorita de Mare. —saludó Camellia.

      —Camellia, por favor, solo dime Isabella. — dije, brindándole una dulce sonrisa. — Somos amigas, ¿No? Además, esta es mi primera composición, así que necesitaba tu presencia, ¿Quién mas tendría un profundo conocimiento de música como tu?

      Camellia me devolvió la sonrisa al escuchar mi alago. Con cuidado le mire, tratando de brindarle una falsa confianza. Sabía que, cuando hacía contacto visual y prestaba atención a alguien, tenía una atracción que podía cautivar hasta a la dama más distante.

      Mientras conversábamos, también llegó Julia, y Ottavio no tardó mucho en unirse, acompañado de sus amigos.

      Me volví hacia el prometido de Camellia con una sonrisa

      —Ottavio, se te ve divertido, como siempre. — comenté en tono bajo, mientras él respondía con una sonrisa ligeramente encantada..

       Aquello causo que el rostro de Camellia se enfureciera.

        Sabía que la formalidad dictaba que debía llamarlo "Señor Contarini" y no por su nombre de pila, pero disfrutaba de traspasar esa línea justo lo suficiente para hacerme notar. A pesar de su incomodidad, los hombres rara vez se quejaban, y en secreto, parecía que les divertía.

      —Por cierto, ¿Y el conde César? ¿Por qué tarda tanto? —pregunté a Ottavio, intentando ocultar mi irritación bajo una sonrisa, mientras asentía a los saludos de otros invitados.

       —¿Alguna vez has visto al conde César llegar a tiempo? — me preguntó en voz baja. — Incluso ahora debe estar despertándose tarde y aseándose. Lo mas prudente seria empezar por nuestra cuenta, sin él.

       El murmullo de la sala empezó a calmarse, y los músicos se acomodaron tras el podio, preparando sus instrumentos con una elegancia que solo resaltaba el ambiente que había soñado para mi primera obra.

       Entonces, el director alzó la mano y las cuerdas se unieron en un único acorde.

       Los sonidos comenzaron a entrelazarse, construyendo una melodía que crecía y disminuía según los gestos de su mano, a veces potente y otras tan suave que apenas parecía un susurro. Me sentí tan llena de gozo al ver cómo todos estos músicos se movían al unísono, guiados por mi creación.

       A medida que la pieza avanzaba, comenzó un solo de órgano inesperado, con el resto de los instrumentos en silencio. Los compases parecían extenderse con una solemnidad impresionante; sin embargo, algo me hizo levantar la cabeza y prestar más atención. Arabella, mi querida hermana, observaba desde un rincón oscuro, con el pulgar en los labios y el ceño fruncido.

       —Dios mío— dijo por lo bajo mi joven hermana.

      Aquella parte sonaba diferente, un poco ajena a la pieza musical.

Si prefieres escuchar este capítulo, ¡tenemos una versión en audio disponible!

https://youtube.com/@librosdemilibrero?si=-gm6PjX_9xRVgfr1

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¡Nota!

Esta novela es una adaptación realizada por mí, una fan, para compartirla con otros seguidores que deseen leerla en español. Dado que no está fácilmente disponible en nuestro idioma, o a veces no se entienden ciertas partes, me tomé la libertad de traducirla y adaptarla para todos nosotros.

No persigo fines de lucro; simplemente quiero rendir homenaje a la obra original, y disfrutarla junto a ustedes.

Pd. Trataré de actualizar todos los días😅🤭

En Esta Reencarnación Yo Seré La Emperatriz,  Hermana MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora