Capítulo 61.- En camino a la exposición

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Ariadne



     La señora Romanni había aceptado gustosamente ser mi acompañante, y gracias a su compañía, disfruté de dos encantadoras salidas a finales de verano, una de ellas al hermoso refugio de Rambouillet.

     Sin darme cuenta, la fecha para asistir al salón de arte de la marquesa de Civo se acercó rápidamente. Pedí a mi leal sirvienta Sancha que me acompañara en el carruaje, para no hacer el viaje sola.

     —¡Señorita, el príncipe estará presente hoy! —exclamó emocionada.

      Desde que salimos de la residencia de Mare, Sancha no paraba de hablar sobre el evento, claramente más entusiasmada que yo.

      —Debí haber hecho más por su atuendo, señorita —comentó—. Podría haberme esforzado más.

      Aunque me costaba entender su preocupación, ya que Sancha había puesto todo su empeño en mi apariencia, miré mi vestido amarillo en el reflejo de la ventana. Había sido confeccionado por la modista de Lazione y complementado con los pendientes de topacio dorado que la reina me regaló y que Isabella intentó robar una vez. Vestida así, con joyas de tal prestigio, no cabía duda de mi posición.

     —Su Majestad nos ha dado accesorios magníficos —dijo Sancha sonriendo—, pero aún faltan detalles. ¿Cree que podríamos encargar algo más a la modista pronto?

     Sonreí ante su entusiasmo, sintiendo que el día sería largo y emocionante.

      —Esperemos un poco más, ¿te parece? —le respondí, mientras el carruaje seguía su camino.

      La verdadera razón de mi visita al salón de la marquesa era la subasta de arte, organizada por comerciantes de la República de Oporto. Recordaba este evento de mi vida pasada, por la gran agitación que causó en Etrusca. La pieza más esperada era una estatua del período helénico, la "Nike de la Victoria", una representación de la antigua diosa de la victoria, celebrada en los textos del historiador Halicardotos. La figura, con sus famosas alas, simbolizaba la fuerza humana en su máximo esplendor.

      En su tiempo, la estatua fue adquirida por un noble de San Carlo, quien reconstruyó su mansión para exhibirla en el centro de su jardín. Pero la aparición de un fragmento perdido del diario de Halicardotos trajo problemas. Según los nuevos datos, la estatua estaba incompleta, con alas rotas y un brazo ausente, lo que levantó dudas sobre su autenticidad y desató una polémica en San Carlo.

      —Después de todo, hoy hemos venido a comprar algo —le dije, guiñándole un ojo.

      No tenía intención de comprar la "Nike de la Victoria"; ni veía razones para ello ni contaba con los recursos necesarios. Mi plan era sencillo: adquirir unas pinturas que se subastarían juntas, de un artista poco conocido cuyo valor aumentaría en unos cinco o seis años. Los ojos de Sancha brillaron al oír que compraríamos algo, y finalmente guardó silencio, contemplando el paisaje.

       Unos minutos después, el cochero anunció nuestra llegada. Bajé del carruaje con la ayuda del cochero, seguida de Sancha. Un sirviente de la marquesa se acercó para guiarnos a la entrada principal. Caminaba con paso firme, y Sancha llevaba la sombrilla que le había regalado, lista para protegernos del sol si fuera necesario. Todo parecía en calma hasta que un estruendo de carruajes rompió la quietud.

      Un lujoso carruaje dorado, tirado por cuatro caballos blancos decorados en oro, se detuvo en la entrada, pasando por encima de la fila de nobles que aguardaban.

      —¡Su Alteza Real, el Príncipe Alfonso! —anunció un asistente.

      Sancha frunció el ceño al ver al príncipe, visiblemente molesta.

      —Parece que el príncipe ha llegado —murmuró, sin el tono alegre de antes.

     —¿Qué sucede, Sancha? Creí que te alegrarías de verlo —le susurré, extrañada.

      —Sí, señorita, pero mientras nosotras caminamos hasta aquí, él ha llegado directamente a la entrada. Y pensar que la que lleva tacones altos y tiene el cuerpo más frágil es usted...

     No pude evitar reír y toqué suavemente sus labios, pidiendo silencio.

     —No digas eso, Sancha. No es algo importante.

     Sancha se mostró desconcertada, así que le expliqué en voz baja:

      —Un buen gobernante protege a su pueblo en tiempos de guerra y cuida a los débiles en tiempos de paz. La autoridad es solo una herramienta para lograrlo. Un monarca sin autoridad no podría actuar cuando más se le necesite.

      —Entonces, esperemos que sea un buen monarca —murmuró Sancha, con picardía.

     —No porque sea un santo, desde luego —añadí, bromeando.

     Sancha soltó una carcajada y ambas entramos al salón de la marquesa, compartiendo una sonrisa cómplice.


Si prefieres escuchar este capítulo, ¡tenemos una versión en audio disponible!

https://youtube.com/@librosdemilibrero?si=-gm6PjX_9xRVgfr1

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¡Nota!

Esta novela es una adaptación realizada por mí, una fan, para compartirla con otros seguidores que deseen leerla en español. Dado que no está fácilmente disponible en nuestro idioma, o a veces no se entienden ciertas partes, me tomé la libertad de traducirla y adaptarla para todos nosotros.

No persigo fines de lucro; simplemente quiero rendir homenaje a la obra original, y disfrutarla junto a ustedes.

Pd. Trataré de actualizar todos los días😅🤭

En Esta Reencarnación Yo Seré La Emperatriz,  Hermana MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora